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CRÍTICA «Alma Mater»

Atrincherados en el horror


Los últimos y terribles acontecimientos que están teniendo lugar en Siria otorgan un plus mayor de interés a la segunda realización de Philippe Van Leeuw. El caos y horror que siempre acompañan a los conflictos bélicos y que son aplicables a cualquier guerra, adquieren una dimensión muy sobrecogedora en la angustiosa y claustrofóbica escenografía en la que se desarrolla un drama atrapado entre las cuatro paredes de un piso enclavado en un edificio que todavía se mantiene en pie a pesar de los bombardeos y que sirve de refugio a diferentes miembros de una familia y a una vecina que, atrincherados en el miedo, asumen el liderazgo de una Madre Coraje que se encarga de recordarles su condición de supervivientes en mitad del terror ha hecho saltar por los aires Siria.

Mientras las balas de los francotiradores y el bramido de los cañones componen una sinfonía de dolor acrecentada por la amenaza constante que se cierne alrededor de los sitiados, emerge la poderosa imagen de una mujer, magníficamente interpretada por la palestina Hiam Abbass, cuyo rostro es capaz de transmitir la intensidad de un encadenado de secuencias en las que siempre se intuye la cercanía de la muerte.

En mitad de esta situación límite, la cámara explora sin frenesí los distintos puntos de un piso habitado por personas que, agarrotadas por el pánico, asumen nuevas reglas de conducta y ética.

El discurso sobre el que se asienta la película resulta valiente y arriesgado y en todo momento reniega de la lágrima fácil y los diálogos superficiales. La profundidad de “Alma Mater” se encuentra en las propias entrañas de los sentimientos encontrados que salen a relucir en situaciones extremas que inspiran nuevas reglas de tipo moral.

En su faceta de director y guionista, Van Leeuw logra transmitir cada una de las pulsaciones que cohabitan en una escenografía asfixiante.