JUL. 08 2018 DESDE LA GATERA DEL CALLEJÓN Los toros duermen menos, los mozos más Ramón SOLA Muchos curiosos se agolpaban de madrugada en las escaleras que suben de Santo Domingo a la trasera de Descalzos para ver a los toros en sus corrales, uno de esos espectáculos sanfermineros gratuitos que sorprenden y gustan a todos. Y algunos se preguntaban si los astados duermen. Sí, duermen unas horas (entre cuatro y seis horas al día), duermen... si les dejan. Y es que un joven se dedicaba en esa zona y esa hora intempestiva –a punto de dar las 3.00 – a tirar petardos para ver la reacción de los morlacos. Cada explosión les ponía en guardia, incluso a los cabestros de cola, reconocidos por su mansedumbre pero que se revolvían unos contra otros debido al ruido. Para los toros, descansar en Iruñea es una quimera. Sí lo pueden hacer en los corralillos del Gas antes de las fiestas, pero tras el encierrillo esa que será su última noche siempre viene movidita. Nada más llegar a Santo Domingo empiezan a atronar los fuegos artificiales. Luego está el soniquete estridente de las barracas, justo ahí, al otro lado del río. Y los humanos no dejan de incordiar, con sus canciones, gritos y en este caso también petardos. A las 8.00 otro estallido los sacará a la calle. No sé qué efecto tendrá esa gaupasa forzada en la carrera, pero sí lo tiene que los mozos –contrariamente a los toros– cada vez duerman más antes de echarse al recorrido. Allá por los 80 era frecuente saltar a jugarse la vida sin haber pegado ojo, sobre todo porque se podía acceder casi en el último minuto y no con la antelación exigida ahora. En la última encuesta realizada por el Ayuntamiento el 82% de los corredores dijeron estar en condiciones perfectas, lo que incluía haber dormido por la noche. El porcentaje parece un poco exagerado, pero lo innegable es que donde no duerme ni dios es en los corrales de Santo Domingo.