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DESDE LA GATERA DEL CALLEJÓN

Etxebe y Ciriaco


El tremendo empellón del cabestro ayer en Mercaderes sirve para recordar que en la bestial carrera de Iruñea tanto riesgo grave hay por cornada como por golpe, y que en este segundo caso el de un buey de 700 kilos hace más daño que el de un toro de 500, lanzados ambos a similar velocidad. Las heridas por asta siempre generan morbo, pero ojo al dato, porque en los tres primeros días sanfermineros ha habido más corneados en las corridas de la tarde (Ureña el 7 en la pierna y Castaño el 8 en el abdomen, ambos graves) que en los encierros de la mañana (un vecino de Sarriguren en el glúteo el 7).

Fue un golpe el que acabó con la vida del penúltimo fallecido en el encierro, Fermín Etxeberria, en 2003. Etxebe era un mito de la curva de Estafeta en la época en que aún no se hablaba de «divinos», con las paredes de su bar de Donibane adornadas con fotos de sus carreras, casi todas en blanco y negro. A sus 63 años, un Cebada Gago como los de ayer le propinó un golpe que derivó en traumatismo craneoencefálico, y falleció dos meses y medio después sin salir ya del hospital.

Y fue otro golpe, y esta vez de un cabestro, el que cortó la carrera de Ciriaco Díez, banderillero y doblador de los encierros de Iruñea, en 1987. Iba llevando a un Guardiola rezagado hacia los corrales cuando un manso le embistió por detrás de forma brutal, fracturándole varias vértebras. Quedó tetrapléjico de por vida (falleció en Logroño el año pasado, a los 81 de edad) y a los efectos del golpe se les sumó la dificultad para asumir esa forma «tonta» de caer en el encierro: «Nunca me había cogido un toro con el capote y ha tenido que ser un manso el que me deje en esta situación», explicaba en una entrevista a ‘‘La Rioja’’.