AUG. 08 2018 pañuelo, abarcas y... Legitimados para utilizar la fuerza con fines festivos Ion SALGADO GASTEIZ ¿Cómo le explicas a un forastero que durante las fiestas de La Blanca hay una cuadrilla de cabezones, o mejor dicho cabezudos, que se dedican a perseguir y golpear con sus botxintxas a los más pequeños por las calles del Ensanche de Gasteiz? ¿Qué durante estos días hay unas personas con el rostro cubierto por una gran coraza de cartón piedra y legitimadas a utilizar la violencia con fines festivos? Probablemente se pregunte si estamos locos o si somos unos sádicos que disfrutan viendo correr a los más pequeños de un lado a otro, tratando de esquivar el golpe certero de Ojo Biriki o Calva Seca, que en los últimos años han cambiado la composición de su armamento. Ya no utilizan las tripas de cerdo, esas a las que no hemos enfrentado muchos de nosotros durante nuestra infancia. Primero oías el impacto y después notabas el picor. Ahora no, ahora son de goma espuma. Están acolchadas, por lo que la dureza del impacto depende de la fuerza o de las ganas de pegar que tenga el cabezudo de turno. Tengo la suerte de conocer a uno de ellos, y recuerdo que el año pasado, bromeando, dijo que salir de tal guisa puede ser una buena terapia. «Parece una tontería pero así sacas la rabia acumulada». Unas palabras muy sabias del tío que aparece en la foto de esta contraportada. Si os fijáis bien en la boca del casco, podréis ver cómo busca a su próxima víctima al más puro estilo Terminator. Suerte que los cabezudos no desfilan solos. Van acompañados de los gigantes. Los únicos capaces de imponer un cierto orden cuando los primeros salen corriendo detrás de los niños y niñas, que, en ocasiones, se ven obligados a recurrir a la autodefensa para repeler el golpe de la botxintxa. Que se anden al loro los cabezudos, porque si los más pequeños unen sus fuerzas, no los podrán parar facilmente. Y el aviso también va para aquellos aitas y aquellas amas que animan a sus hijos e hijas a acercarse al cabezudo.