JUL. 05 2019 DE REOJO Chatina Raimundo Fitero Con noventa años ha muerto el actor asturiano Arturo Fernández y el tratamiento que se le da en los medios de comunicación y los ámbitos profesionales puede llegar a crear una gran confusión. Técnicamente es el fotomatón de un actor. Es la radiografía en D de lo que es personaje. Un único personaje que explotó durante décadas. Su carrera cinematográfica previa a la fama tuvo contradicciones, ya que apuntaba buenas maneras de actor sólido, pero un día decidió no ser artista sino millonario, y creó una empresa que era él mismo, un estilo, que era su manera de entender el machismo, la elegancia rancia y con ello llegó a la misma televisión y rompió audiencias con una serie en la que estaba muy bien arropado por grandes artices. «Esta casa es un lío», fue la casa de todos los vicios actorales, de todas las exigencias de un divo, cobraba una barbaridad de dinero por entrega y se hizo el rey de las citas machistas y su famosa seña: chatina, dirigida a todas y cada una de las mujeres del universo. Llenaba salas, en nuestras capitales vascas tenía una clientela fiel desde el año del ruido, pero sus obras eran siempre la misma obra. Él, rodeado de una o dos actrices a las que desvestía de manera elegante, basura escénica, se celebraban todos sus tics y vicios actorales, que era a lo que iban los públicos, a reafirmarse en esa decadencia. Y como se le daba tanto carrete en todos los lugares, se convirtió en un desbocado representante de todos los fascismos de baja o alta intensidad. Un reaccionario de palabra y obra. Se fotografió con afición con Jesús Gil, denostó a todos los que no fueran de la extrema derecha o de ese centro extremo que ahora se llama Vox. Una cosa hay que reconocerle: le gustaba tanto el dinero que siguió subiéndose a los escenarios hasta hace apenas dos meses. La muerte, esa chatina, llega siempre a su cita.