Lo del pintxo-pote de Gros es para disimular . ASTE NAGUSIA

Es una auténtica lástima que al cohibido lehendakari de estas tierras costeras siempre le toque Aste Nagusia de vacaciones y no pise Donostia hasta el Consejo de Gobierno de Miramar. Porque, abstemio recalcitrante como es, Urkullu tiene aquí su paraíso.

¿Pruebas? De sobra. ¿Alguien cree que todos los y las que ayer a las 2.00 de la madrugada hacían cola en la heladería del Kursaal tendrían gana de engullir el pegote de marras si hubieran regado el garganchón medianamente, a un ritmo moderado? ¿Acaso es viable querer comerse un PoloLoco en la Parte Vieja, otra extraña afición nocturna easotarra, tras trasegarse unos vinos, birras o gin-tonics como es norma vasca? Y ¿no tienen cara de muy aburridas las chicas del toldo instalado junto a la Bretxa, con la noble función social de que el consumidor sople y vea su tasa de alcoholemia?

No son opiniones, no; son datos, contundentes. En Donostia se han repartido para esta Aste Nagusia 15.000 vasos reciclables. Pues bien, en los Sanfermines se distribuyeron este año más de 500.000. Tampoco hay que aspirar a competir con la meca del bebercio vasco, cierto, pero lagunok, es que con 15.000 vasos nos toca a uno por cada doce personas, y eso suponiendo que el artilugio dure los nueve días y quitando de la ecuación a los sedientos vecinos del norte. Una miseria.

Otra cosa, ¿15.000 vasos y 33.000 pañuelos de fiestas? O sea, ¿por cada recipiente indispensable para el vicio dos prendas que no proporcionan ninguna alegría al cuerpo? ¿Esa la proporción?

Admitámoslo, el donostiarra es como el hooligan inglés de los 80, solo se da a la bebida con riesgo de liarla parda lejos de casa... y algunos ni eso. Y no parece que la cosa vaya a ir evolucionando en el futuro si nos fijamos en los imperativos mensajes al entrar en la Consti: «Al menor, ni gota de alcohol».

Y sí, sí, luego en el programa oficial nos calzarán el pintxo-pote de Gros, pero si no es por el xirimiri Donostia en fiestas parece la capital del Kalahari.