MAY. 03 2020 LA ADULTERADA PERCEPCIÓN DE LA OTAN EN MACEDONIA DEL NORTE La clase política ha ayudado a que se olvide el polémico rol de la OTAN en los Balcanes. Ha blanqueado su imagen e insinuado que la Alianza militar es un paso intermedio e imprescindible hacia la UE. Una parte de la sociedad, una minoría, no olvida. Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ Skopje Macedonia del Norte se ha convertido en el miembro número 30 de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Las dificultades para formar Gobierno en el Estado español retrasaron la ansiada integración, aunque poco importa tras tres décadas de espera por el contencioso con Grecia. Con independencia del apoyo social a la Alianza, que existe, se eleva una cuestionable percepción en parte de la sociedad: sin la OTAN, no existe integración posible en la Unión Europea (UE). Un discurso azuzado por políticos que, sin importar su ideología, ocultan el polémico rol que ejerció la Alianza en los Balcanes, donde protagonizó su primera y única intervención desde su fundación, en 1949, en apoyo a la guerrilla albanesa del Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK), la misma que luego, en 2001, mantuvo una «guerra» de baja intensidad contra los macedonios. Risto Naneski, reservista en aquel conflicto que dejó un centenar de muertes, amante del rock yugoslavo y de AC/DC, fue obligado, como muchos, a participar en esa contienda. Luchó en los frentes de Matka, en Skopje, y Debar, en la frontera con Albania. Allí conoció los sonidos estridentes de la guerra, los graves del cañón de 120 mm con el que apuntaba al UÇK, que contaba con la connivencia de la mayoría de albaneses, que representan el 25% de la población de Macedonia. Por suerte, en una atmósfera de confusa calma, apenas disparó. «Gracias a Dios no vi grandes masacres ni violaciones de los derechos humanos. Yo y mis camaradas entendimos que algo raro pasaba: los comandantes, algunos provenientes del Ejército yugoslavo, nos decían que no atacáramos ni nos defendiéramos. Por eso le digo que el conflicto estuvo controlado desde el principio por la OTAN», asegura a sus 55 años Naneski, contrario a cualquier organización o bloque militar. En el año 2001, Ljubin Mitrevski quiso alistarse para combatir al UÇK. No fue aceptado porque se acababa de jubilar, relata este macedonio de 85 año. El conflicto nunca llegó a convertirse en guerra. «Quiero dejar un país mejor para mis hijos», recuerda que le dijo entonces al oficial de reclutamiento. Como si el tiempo se hubiera detenido en una transición que aún continúa en Macedonia, Mitrevski sigue bregando por ese futuro mejor, aunque ahora lo hace por sus cuatro nietos. Insiste en que la OTAN, «que ayudó a los macedonios», representa prosperidad. «La OTAN es la única forma de entrar en la UE», añade en el parque de la Mujer Guerrera. Casi medio siglo más joven, 38 años, Djanko duda en exceso a la hora de decir por qué apoya a la OTAN aunque lo tiene claro. «Va de la mano de la UE. Traerá bienestar, puede que hasta nos convirtamos en mejores humanos». ¿Con la fuerza? «Ya le he dicho que la UE y la OTAN van de la mano», responde con amabilidad. Imagen blanqueada En el referéndum de 2018 para cambiar el nombre del país y ratificar la integración en la UE y la OTAN, las consignas de la campaña en favor del «sí» se centraron en la UE. La oposición, los del «boicot» encabezados por VMRO, insistió en el deshonor del acuerdo con Grecia. La OTAN pasó desapercibida. No obstante, sin ser el caramelo que es la UE, funciona como arma electoral: el líder socialdemócrata Zoran Zaev, de cara al plebiscito previsto para este año –la cita del 12 de abril ha sido pospuesta por la crisis del coronavirus–, ocupa vallas publicitarias con su imagen en el centro y las banderas de Macedonia y de la OTAN de fondo. Un síntoma de aceptación social. «La mayoría de la sociedad apoya a la UE y a la OTAN. La gente corriente no ve la diferencia: significan la integración en Occidente. Es la percepción. Y si se hubieran organizado referendos separados, ambos habrían sido apoyados: eran la excusa para colar el acuerdo –del cambio de nombre– de Prespa», explica Katerina Kolozova, directora del Institute of Social Sciences and Humanities of Skopje. Las encuestas dan a la OTAN un apoyo cercano al 77% que es mayor entre los jubilados e inferior entre los jóvenes que, por desapego hacia la case política, en muchos casos no participan en las consultas. Los sectores más nacionalistas e izquierdistas, en general, no comulgan con la Alianza. «Las encuestas antes mostraban un respaldo del 90%, pero no es real. Los políticos macedonios y los burócratas europeos nos han vendido que sin la OTAN no hay UE, cuando hay países (como Suecia o Finlandia) que no son parte de ambas organizaciones. Además, la UE y la OTAN no comparten visión en todos los conflictos», considera Recep Haktan Ismail, miembro del partido de izquierda Levica. Relación OTAN-UÇK La OTAN es una organización conflictiva en los Balcanes desde su intervención en Kosovo para ayudar al pueblo albanés y a la guerrilla UÇK, considerada hasta entonces grupo «terrorista». En 1999 bombardeó más de un centenar de posiciones serbias con uranio empobrecido y atacó infraestructuras vitales en regiones tan alejadas del conflicto como Vojvodina, en la frontera con Hungría. La Yugoslavia de Milosevic capituló rápidamente, pero el UÇK no se detuvo: extendió su lucha al valle de Presevo, hoy parte de Serbia. En 2001, además, le llegó el turno a Macedonia, que desde la independencia de 1991 había negado a la población albanesa sus derechos en materia de educación y representación en las instituciones del Estado. «Con la caída de Yugoslavia pensábamos que íbamos a tener problemas con los serbios, que eran quienes tenían el poder, pero al final los tuvimos con la OTAN y los albaneses», dice Naneski. El conflicto se centró en el norte y el noroeste, a pocos kilómetros de la capital, porque la comunidad internacional terció rauda: ayudó a negociar la paz de los Acuerdos de Ohrid de 2001. Los albaneses, como resultado, consiguieron una gran descentralización e importantes cuotas de representación que han utilizado para distanciarse de los macedonios. El rol de la OTAN en este conflicto, como en Presevo, fue de pacificador. A diferencia de en Kosovo, donde arguyó que era necesaria una intervención por razones humanitarias, en Macedonia no se posicionó. Es más, desplegó sus fuerzas a petición del Gobierno y, en una percepción extendida, fue crucial para evitar la guerra. Es lo que piensan o se han esforzado en aceptar personas como Mitrevski. Sin embargo, hay quienes rechazan la versión oficial y consideran todo lo acontecido como un plan premeditado. «El UÇK es su proyecto. Los Acuerdos de Ohrid han dejado una sociedad segregada, y la OTAN, que apoya el nacionalismo albanés, es culpable de la división», sentencia Haktan Ismail. «La OTAN apoyó al UÇK y es absurdo pensar que nos va a proteger de los albaneses», afirma Naneski al ser preguntando por quienes apoyan a la Alianza como muro de contención contra el nacionalismo albanés que, temen, algún día reclamará un pedazo de Macedonia para la Gran Albania. Desde la caída del comunismo, pese a la propaganda europea que eleva la influencia rusa en Europa, la expansión de la OTAN es manifiesta: primero cayeron en sus redes las exrepúblicas soviéticas y luego, salvo Serbia, las yugoslavas. En 1999, Hungría, República Checa y Polonia entraron en la OTAN; en 2004, Estonia, Letonia, Lituania, Eslovaquia, Bulgaria, Rumanía y Eslovaquia; en 2009, Croacia y Albania; en 2017, Montenegro, país con una importante población serbia. En la mayoría de los casos, el grupo de cabildeo se encargó de promocionar sus ideas entre políticos corruptos que, en muchas ocasiones, no entienden de ideologías y se aprovechan en sus discursos de las frágiles fronteras étnicas de los Balcanes. Más allá de los intereses expansionistas de la Alianza, el virus nacionalista que despedazó los Balcanes ya existía antes de la actitud invasiva de la OTAN, que más tarde se dedicó a recoger piezas sueltas que, con los años, recompuso bajo su mando. Macedonia es la última conquista. la alianza ya era una realidad en Macedonia a pesar del veto griego Tras la independencia de 1991, Macedonia encabezaba en los Balcanes la integración en Occidente. Sin embargo, el conflicto con Grecia por el legado de la antigua Macedonia y el nombre del país detuvo el avance: Atenas impuso un embargo que levantó en 1995, cuando Skopje eliminó de su bandera el símbolo del Sol de Vergina. Pero no fue suficiente: en 2008, Grecia evitó la entrada de Macedonia en la OTAN. La situación, estancada, encontró una salida en 2018-2019: después de un polémico referéndum que no alcanzó el 50% de participación que requiere la Constitución, los políticos macedonios ratificaron en el Parlamento el cambio de nombre del país y la integración en la Unión Europea y en la Alianza Atlántica. No obstante, Macedonia es parte de la OTAN desde hace mucho: desde su independencia firma acuerdos de cooperación; envía soldados a Afganistán y actúa de manera conjunta en materias de «terrorismo» y ciberseguridad. Orgullosos de la OTAN, sus autoridades han asegurado que destinarán el 2% del PIB en 2024, como se acordó en la cumbre de Gales de 2014 y que reclama ahora Donald Trump. Con mucho retraso y demasiada polémica, y sin ceremonia de adhesión a causa del coronavirus, se puede afirmar que Macedonia es definitivamente miembro de la Alianza Atlántica.M.F.I. CONFLICTIVALa OTAN es una organización conflictiva en los Balcanes desde su intervención en Kosovo para ayudar al pueblo albanés y a la guerrilla UÇK, considerada hasta entonces grupo «terrorista». 77%de apoyo >El apoyo a la OTAN entre los jubilados se aceca al 77%, según los sondeos, pero es mucho menor entre los jóvenes que, por desapego hacia la clase política, no suelen acudir a las urnas.