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CRÍTICA

Vivió y murió en la época dorada de la pantomima


Me sonaba vagamente el clown Marcelino, pero desconocía por completo su verdadera identidad y la dimensión artística internacional que llegó a alcanzar a principios del siglo pasado. Es de agradecer que una película nos saque de nuestra ignorancia dando a conocer a esta figura de otros tiempos que había pasado injustamente al olvido. Todo o casi todo lo que cuenta “Marcelino, el mejor payaso del mundo” (2020) es rigurosamente cierto, así que no se trata de un falso documental, aunque podría parecerlo. Esta docuficción está basada en las investigaciones del periodista aragonés Mariano García Cantero, principal artífice de la recuperación de la memoria histórica de Marcelino Orbés, un bajito pero inmenso animador circense natural de Jaca, y que viajó por toda Europa para acabar triunfando en el Hippodrome de Nueva York, donde actuaba a diario ante unas cinco mil personas.

El documentalista Germán Roda se ha visto obligado a combinar recreación ficcional en blanco y negro con entrevistas informativas en color, con tal de componer un puzzle destinado a reconstruir la vida y obra del homenajeado. No lo tenía fácil, debido a que el celuloide de las películas mudas en las que intervino se ha perdido, por lo que la documentación existente es la relativa a los recortes de prensa y fotografías de la época. Están también los elogiosos testimonios en sus respectivos libros autobiográficos de Buster Keaton y Charles Chaplin, que fueron contemporáneos suyos y aprendieron de su trabajo en la pista.

El mayor acierto de la película es la elección del humorista Pepe Viyuela para reinterpretar la comicidad de Marcelino, la cual se basaba en la tradición de la pantomima, con gags físicos de golpes y acrobacias que hacían reír al público mediante movimientos torpes y accidentados. Un estilo muy vivo al que desplazó el cinematógrafo.