AUG. 07 2020 CRÍTICA «El precio del poder» Hay películas que ganan con el paso del tiempo Mikel INSAUSTI En su momento, “El precio del poder” (1983) no fue bien recibida por la crítica debido a que Brian De Palma siempre ha sido uno de esos cineastas a los que se les exige más que al resto de sus colegas, y la culpa la tienen los que quisieron ver en él al nuevo Hitchcock, para luego decirse a si mismos que no había para tanto. Pero, por suerte, la película funcionó muy bien en la taquilla, recaudando algo más de 66 millones de dólares frente a los 25 invertidos por Universal. Y con el paso del tiempo se ha convertido en una obra de culto, incluso por encima de otras películas de gángsters, incluyendo a las de Martin Scorsese, gracias a que el retrato de los personajes del hampa es aquí más crudo, pues no dejan de ser unos burdos criminales que se comportan como nuevos ricos, ajenos a cualquier toque de clase o de glamour. En fin, todo un ícono del cine de acción de los 80, con varias escenas que forman parte indispensable de la antología del género. Al Pacino será recordado por muchos papeles, pero ninguno posee tanta fuerza y verdad como el de Tony Montana. El mejor homenaje que se le puede hacer es ver su trabajo en versión original, para apreciar el cuidado acento cubano de Miami. El actor se jugó su prestigio, ya que en Estados Unidos la película recibió en primera instancia la calificación “X”, y, para lograr la definitiva “R”, tuvieron que pasar por muchas cribas. Menos mal que De Palma, en una de sus genialidades, le coló al estudio la primera versión sin cortes, sin que supieran distinguirla de la censurada. No cabe duda de que el espíritu del clásico original de Howard Hawks “Scarface” (1932) seguía vivo, al haber sido igualmente acusado de glorificar la violencia y el crimen. La actualización de Oliver Stone en un guion lleno de excesos, porque lo escribió durante una desintoxicación, es manejada por De Palma y su músico Giorgio Moroder como contribución al mal gusto de los narcotraficantes.