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La «ucranización» de Finlandia


La decisión de Finlandia de unirse a la OTAN supone sin duda un vuelco geopolítico en Europa y marca un giro en la historia del Viejo Continente desde la II Guerra Mundial.

El presidente ruso, Vladimir Putin, justificó precisamente por la expansión de la OTAN a sus fronteras la reedición de una guerra que, por su «estilo» de contienda clásica, por su desgraciadamente previsible larga duración, y por la propaganda que la justifica («neonazis contra neonazis»), recuerda, dimensionada, a la que arrasó Europa entre 1939 y 1945.

Paradójicamente, Rusia ha logrado que la neutral Finlandia, con la que comparte 1.400 kilómetros de frontera, se eche en brazos de la Alianza militar atlántica que permite a EEUU, primus inter pares, mantener su cada vez más disputado dominio mundial.

Tras casi tres meses de invasión la hasta la fecha única expectativa negociadora de la que ha habido noticia apostaba por una «finlandialización» de Ucrania, una suerte de neutralidad forzada, como en el caso de Finlandia, por su geografía, y reforzada por la histórica, y aún más traumática que en el caso finés, relación de Ucrania con el gigante ruso.

Las posteriores exigencias por parte de Kiev de garantías de seguridad por parte de aliados de la OTAN y de un ingreso en la UE se inscribían en el marco de las relaciones, diferentes pero estables, que los países nórdicos tienen con la estructura militar occidental y con los Veintisiete.

Ironía, antes de que Ucrania se «finlandizara», es Finlandia la que se va a «ucranizar».

Y, en espera de que el Partido Socialdemócrata sueco deshoje la margarita las próximas semanas, todo apunta a que Suecia seguirá sus pasos. Por de pronto ambos países firmaban la víspera un acuerdo de seguridad mutua con Gran Bretaña, antesala a su petición de ingreso en la OTAN. Estocolmo ya ha advertido que su idea es ir de la mano de Helsinki en este tema. Y es que no son solo vecinos y aliados. Finlandia formó parte de Suecia hasta que, en 1809, se la entregó a Rusia en el marco de las innumerables guerras que enfrentaron históricamente a los reyes suecos con los zares rusos.

Por principio, la integración de cualquier país en una estructura militar es una mala noticia, independientemente de los motivos de seguridad que se puedan aducir.

El Kremlin ya ha advertido que el caso finlandés supone una «amenaza».

Más le valdría reflexionar sobre las consecuencias indeseadas que ha provocado su decisión de invadir Ucrania, independientemente de los motivos que pueda asimismo aducir.