GARA Euskal Herriko egunkaria
1983

Adiós al pensador y poeta José Bergamin

Durante la República, Bergamín alcanzó la cúspide de su prestigio intelectual apoyando al bando republicano. (GARA)

Uno de los más destacados escritores de la generación del 27, José Bergamín Gutiérrez, murió el 28 de agosto de 1983 en su casa de Donostia, ciudad a la que se había trasladado un año antes. Fue enterrado, por expreso deseo suyo, en el cementerio de Hondarribia, donde residían sus íntimos amigos Alfonso Sastre y Eva Forest y «para no dar mis huesos a tierra española».

Nacido en Madrid en 1895, era hijo de Rosario Gutiérrez López y Francisco Bergamín García, conocido ministro de la Restauración como miembro del Partido Liberal Conservador. Pese a haberse licenciado en Derecho, su vocación literaria le llevó a colaborar, desde su adolescencia, en numerosas revistas españolas y europeas. Su amistad con el gran poeta Juan Ramón Jiménez fue tan intensa como la que sostuvo con Miguel de Unamuno, una de las principales fuentes intelectuales en su obra.

Durante la República, Bergamín alcanzó la cúspide de su prestigio intelectual apoyando al bando republicano, multiplicándose en todos los frentes literarios y periodísticos. En 1933 fundó y dirigió “Cruz y Raya”, de enorme trascendencia intelectual, donde participaron numerosos autores de la generación del 27.

Iniciada la Guerra del 36, presidió la Alianza de Intelectuales Antifascistas y fue nombrado agregado cultural en la Embajada española en París, donde se encargó de buscar apoyos morales y financieros para la República. Fue la persona que hizo a Pablo Picasso el encargo oficial del Guernica para la Exposición Internacional de París de 1937.

Tras el triunfo de Franco, se exilió a México, donde fundó la revista ‘‘España Peregrina’’, que recogió las aspiraciones de los escritores exiliados, y la Editorial Séneca, donde aparecieron las primeras Obras Completas de Antonio Machado y obras de Rafael Alberti, César Vallejo, Federico García Lorca y Luis Cernuda, entre otros.

En 1947 marchó a Venezuela y después a Uruguay, antes de trasladarse al Estado francés, donde residió entre 1954 y 1958. Ese año volvió al Estado español, pero en 1963 tuvo que volver a exiliarse tras haber firmado un valiente manifiesto junto a más de cien intelectuales dirigido a Manuel Fraga Iribarne para denunciar la represión y las torturas a las que estaban siendo sometidos aquellos días los mineros asturianos en huelga.

Regresó definitivamente al Estado español en 1970 y vivió durante una década en Madrid, reincorporándose a los núcleos más activos de la oposición antifranquista, lo que le supuso ser censurado en varios periódicos de la época, momento en que comenzó a publicar sus artículos en el diario “Egin”, así como en la revista “Punto y Hora de Euskal Herria”.

En 1982 se trasladó a vivir a Donostia, a la calle Pedro Egaña, y falleció al año siguiente tras dos meses de penosa enfermedad, rodeado de sus hijos y de sus más íntimos amigos. En total, Bergamín publicó más de veinte volúmenes de prosas, una docena de piezas teatrales y nueve libros de poesía.

CORTEJO FÚNEBRE.

Por expreso deseo suyo, fue enterrado en el cementerio de Hondarribia, localidad donde residían sus íntimos amigos Alfonso Sastre y Eva Forest y donde conoció a su esposa, Rosario Arniches, y desde donde pasaba a visitar a Unamuno en la época del exilio de este en Hendaia.

Previamente al entierro, se efectuó el traslado desde Donostia en una caravana de coches que fue alargándose al paso por diferentes localidades. Abría la marcha un coche con una ikurriña, al que seguía el furgón fúnebre y otro ocupado por su hija Teresa, con la que vivía en Donostia; Miguel Castells, viejo amigo de la familia; y algunas de las enfermeras que le atendían en su casa tras finalizar su jornada laboral.

Fue enterrado junto a la sepultura del comandante de Eusko Gudarostea Kandido Saseta, en una sencilla ceremonia oficiada por el cura Balentzi, desprovisto de ornamentos sacerdotales, quien realizó un breve responso, en euskera y castellano, con frases del Evangelio de San Juan y del Salmo XXII, a las que añadió unos versos del propio Bergamín.

Al acto de despedida asistieron varios centenares de personas, entre familiares y amigos, muchos de ellos dirigentes y militantes de la izquierda abertzale, así como la viuda de Telesforo de Monzón o incluso un alto cargo del Ministerio de Cultura, el director general del Libro, Jaime Salinas, hijo del poeta Pedro Salinas, gran amigo de Bergamín, quien se desplazó expresamente desde Madrid.

Cuando se descendía el ataúd, con una ikurriña cubriendo el crucifijo y las iniciales J.B.G. en un costado, la mayoría de los asistentes entonaron un sentido “Eusko Gudariak” con irrintzi incluido. Entre las coronas de flores, se encontraba una enviada por el diestro Rafael de Paula, a quien Bergamín admiraba profundamente, y otras por KAS y Herri Batasuna. Antes de que finalizara la ceremonia, Txillardegi le dedicó unas palabras en euskera, diciendo que era un ejemplo para todos porque se trataba de alguien que había entendido y amado Euskal Herria sin ser vasco, cantándose por segunda vez el “Eusko Gudariak”.

En el homenaje celebrado en el mismo cementerio a los 25 años de su muerte, el abogado Miguel Castells recordó que Bergamín «vino porque quiso integrarse en el pueblo vasco y, por supuesto, en su lucha por la independencia». Así, aseguró que «aquí se sintió en casa y aquí, por fin, encontró a su pueblo». «Luchó hasta su último aliento por nuestra causa, como independentista», añadió.

En el mismo acto conmemorativo, la académica francesa Florence Délay recordó que el escritor decidió pasar los últimos momentos de su vida «en un país en el que respiraba algo de República».

El ejemplar de “Egin” del día siguiente, donde se informaba del entierro, recogía la opinión que Bergamín mereció a escritores como Unamuno, Azorín, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas y Antonio Machado, así como emocionados testimonios de sus últimos amigos, con una elegía de urgencia de Alfonso Sastre.



[1983] «La España tenebrosa», último escrito de Bergamín en «Egin»

Durante cuatro años, Bergamín obsequió a los lectores de ‘‘Punto y Hora’’ y ‘‘Egin’’ con comentarios, poemas y aforismos que seguían teniendo la misma luminosa actualidad que toda su inmensa obra. Un mes antes de morir, apareció este último y conmovedor escrito que constituye un impresionante epitafio de su paso por Euskal Herria:

«En medio de la ‘nocturna monarquía de lo tenebroso’ (Góngora) se perdió España para los españoles. ¡Amigos -clamaba José Ortega y Gasset- nos han desecho la patria! Cabezas y corazones de piedra golpeando sobre el sólido nacional nos lo han hecho polvo... Un día soplará una ráfaga y España será aventada como la duna en el desierto. Y Rubén Darío: Un cisne negro dijo ‘La noche anuncia el día’. Y uno blanco ‘La aurora es inmortal! Oh tierras de sol y de armonía aún guarda la esperanza la caja de Pandora!

(Sí. Pero los cisnes ya no hablan. No dicen nada. La peste socialista les ha hecho un nudo con su cuello para impedírselo. Puede que cuando mueran les dejen cantar para aterrorizarnos con su voz. El cisne al morir, como el ángel al caer, canta dando un espantable graznido)».