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DE REOJO

Y una tarima


Existe un juez que viste como un enterrador de tanatorio comarcal del franquismo, que tiene una hija concejal del PP, un chalet construido fuera de la legalidad y que ha decidido dedicar los últimos meses a proporcionar material esperpéntico de primera calidad a cómicas, amanuenses, periodistas de la caverna, reporteros del más allá y dibujantes de mangas castizos de manera constante y con tono recalcitrante de chulo zarzuelero.

Le pirra acudir a tomar declaración como testigos a miembros del Ejecutivo español en el palacio de la Moncloa. Primero fue al presidente, y hace pocos días, al ministro de Justicia, Félix Bolaños. La cuestión es que en la primera ocasión fue con locomoción propia y eso supuso hacer cola, pasar por registros, controles y demás zarandajas de los servicios de seguridad presidenciales, por eso en la segunda pidió, con un par, que le mandasen un coche oficial. Yo creo que se le concedió entre risas y llamadas a los guionistas de varias series de comicidad torrentina.

Una vez entró, lo llevaron a la instancia preparada y empezó su ataque de vedette de revista cutre, no le gustó cómo estaban colocados los muebles y, lo mejor de todo, pidió una tarima, algo elevado, para estar el señor juez en otro nivel que el sujeto al que iba a preguntar asuntos que no tienen ningún interés para nadie, pero que le dan al interfecto Peinado minutos de gloria televisiva y pepera. Se supone que se le siguió la corriente, se subió a la tarima, encendió las grabadoras y fuese. Algunos miembros de la banda de Feijóo utilizaron la broma para hacer de nuevo el ridículo político.