AUG. 19 2025 KOLABORAZIOA Ni harto jumilla… Aster NAVAS Un trampantojo es una ilusión visual o sensorial que engaña a quien lo percibe, haciéndole creer que está viendo algo distinto de lo que realmente es. Según me explica muy amablemente ChatGPT, su propósito puede ser artístico, decorativo o simplemente lúdico: el espectador cree que algo es real, pero es una representación. Vamos, que lo que tenemos delante no es, ni de coña, lo que parece. Así, en la pintura mural, durante el Renacimiento y el Barroco, se pintaban falsas arquitecturas, columnas o balcones que parecían reales. Andrea Pozzo, por ejemplo, nos la jugó bien jugada: pintó techos en iglesias que daban la sensación de cúpulas abovedadas… pero que eran totalmente planos. También se estilaban las fachadas falsas: edificios con ventanas pintadas para dar simetría o disimular huecos. Hoy en día son también muy numerosos los murales hiperrealistas que imitan túneles, ventanas abiertas o personajes asomándose. En cocina, un trampantojo es un plato que parece una cosa pero sabe a otra. Es un juego visual y gustativo, muy usado en gastronomía creativa. Así, un huevo frito no es, ni harto vino, un huevo frito: la “clara” está elaborada con yogur y la “yema” con mango. Es muy famosa la aceituna líquida de Ferran Adrià: uno juraría que tiene delante una aceituna, pero ese pequeño ovoide no es, ni harto Albariño, una aceituna. En literatura, un trampantojo sería un recurso narrativo que engaña al lector, haciéndole creer que algo es de una manera para luego revelarle que no lo era. Algunos virtuosos de esa técnica son Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Poe, Ray Bradbury o Seve González, alcaldesa de la localidad de Jumilla. Uno cree estar viendo en la enmienda de su equipo de gobierno -sobre todo cuando conoce la trayectoria del documento y las mociones de Vox preconizando los valores tradicionales- un claro caso de xenofobia, pero la primera edil nos aclara que no: que ni harta de ajos. Nos subraya que en la prohibición de usar las instalaciones deportivas municipales «para actividades culturales, sociales o religiosas ajenas al Ayuntamiento» «no hay referencia expresa a comunidad religiosa alguna» y que todo lo que estamos barruntando son ganas de marear la perdiz y de montar bronca. Vamos que ya sabe que parece una lamentable bajada de pantalones pero que no lo es. Que no nos fiemos de las apariencias: que su objetivo no es -ni harta jumilla- el que nos tememos. El término de marras viene de la contracción de la frase «trampa ante ojo». Literalmente: una trampa para el ojo. Es decir, un engaño visual. En francés existe el término trompe-l’œil, de significado idéntico. Son curiosas las palabras. Más aún lo que hacemos con ellas. Y lo que hacen ellas con nosotros… En fin.