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EDITORIALA

La importancia de la transmisión política


La organización juvenil Ernai realizó ayer una manifestación nacional en Donostia para conmemorar el 50 aniversario de los fusilamientos de Angel Otaegi y Jon Paredes “Txiki”. La muerte de estos militantes de ETA, junto a tres militantes del FRAP -Xose Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García-, fue una de las últimas decisiones del dictador Franco, que murió matando. Junto con el Proceso de Burgos, que había tenido lugar cinco años antes, el fusilamiento de estos jóvenes tuvo una gran repercusión internacional, pero sobre todo tuvo un gran impacto en la sociedad vasca: empujó a miles de jóvenes a implicarse en la lucha en favor de la independencia y el socialismo, contra la dictadura y por la ruptura democrática.

Las madres y padres de quienes convocaron la movilización de ayer en Donostia justo habían nacido o eran menores cuando Franco decidió la muerte de “Txiki” y Otaegi. Sus padres y madres, abuelos de estos, les contaron de pequeños quienes eran esos militantes y por qué luchaban. Les narraron sus propias vivencias con la represión, les cantaron canciones antes prohibidas, les enseñaron fotografías y documentos de aquella época. Les relataron cómo el ejemplo de aquellos jóvenes les inspiró para comprometerse con la causa vasca. Un compromiso que en estas décadas se ha traducido en miles de maneras de militar, desde las más sencillas y cotidianas hasta las más duras y excepcionales. Esas aportaciones han ido transportando un testigo y una visión, una cultura política y una tradición de lucha que se puede criticar por muchas cuestiones, pero que tiene un reconocimiento general por ser honesta, solidaria, crítica y perseverante.

La transmisión es una de las tareas más difíciles dentro de los movimientos políticos. Cada generación tiene sus preocupaciones, sus preguntas, y debe encontrar sus propias respuestas a los retos que tiene el país. En el independentismo vasco esa transmisión ha tenido épocas mejores y peores, pero siempre ha mantenido unos códigos y una coherencia. Es la única manera de que, 50 años más tarde, la juventud se implique con los mismos ideales de justicia, igualdad y libertad.