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Premios envenenados


Por merecimientos podían haberlo otorgado a Médicos Sin Fronteras que han perdido decenas de voluntarios, o a la Asociación de Periodistas Palestinos con centenares de asesinados, o a Francesca Albanese incansable luchadora contra el genocidio, pero eso molestaría a los sionistas que podrían desprestigiarte o bloquear la progresión de tus ascensos.

Era más seguro, con menos sobresaltos, seguir la tradición de 2021 (un opositor ruso), 2022 (uno bielorruso), 2023 (uno iraní), o sea, tirar de la agenda de enemigos de las «democracias occidentales» y elegir a María Corina Machado que, además de opositora, suma la virtud de ser ferviente sionista («todos quienes defendemos los valores de Occidente, estamos con el Estado de Israel; un genuino aliado de la libertad»). Un dos por uno.

Como defensora de valores Occidentales no tiene rival y ya en el lejano 2002 fue firmante del Decreto Carmona (aunque luego lo negó) cuando dieron el golpe de Estado y secuestraron al legítimo presidente Hugo Chaves, por lo que fue condenada a 28 años, pero amnistiada por el propio Chaves, no escatimó su apoyo a las «guarimbas» con destrucción y quema de chavistas vivos.

Hay que sumarle otros «valores» que ninguna Democracia Occidental toleraría para sí, como son sus continuas llamadas a la sublevación militar, su apoyo a las sanciones económicas contra su pueblo para hambrearlo y su petición a EEUU, ya que no son capaces de ganar electoralmente, de una intervención militar para derrocar al Gobierno. ¿Qué país soportaría esta traición sin reprimirla?

Como curiosidad decir que no he encontrado referencia alguna a estos hechos, al alcance de cualquier buscador, en los periódicos de papel.

Venezuela es un hermoso país que ha cometido dos pecados. Uno es congénito, como el pecado original de los cristianos: tener las mayores reservas mundiales de petróleo pesado y por ello no se le puede culpar. El otro es adquirido: atreverse a explorar un camino propio y este es un pecado mortal en el patio trasero del Imperio. Y debe ser castigado.

Por ello, al acoso económico de tantos años, al mediático con insultos y acusaciones que no se sostienen y al militar de invasión se suma ahora este Premio Nobel con muy mala intención. Estos blanquitos noruegos, civilizados ellos, no quieren ser señalados y se han prestado a aportar su granito. Quieren ser el último clavo en el ataúd del chavismo. Quieren otra Palestina y está en nuestra mano impedirlo.