Ardiendo juntas

Rairiz de Veiga, Ourense. 16 de abril de 1061, nada menos. Pedro Díaz y Munio Vandílaz formalizan legalmente su relación de pareja. Casarse viene de casa, al revés o simultáneo, no lo sé. Estos dos hombres galegos de hace un milenio, decidieron que «en lo relativo a la casa, somos iguales en trabajo, en acoger visitas, en cuidarla, decorarla y gobernarla, así como plantar, edificar y trabajar en la huerta». Dar importancia a la decoración hogareña, maricones del siglo XI. Aunque entonces no había maricones, hasta el siglo XIX la orientación sexual no empezó a definir a la gente: para perseguir la disidencia y heteropatriarcalizar aún más, claro. Y qué sabré yo del siglo XI, si ni me hago a la idea del XXI.

Que no te categorizara con quien prefirieses retozar no significa que no te penalizaran por ello, sobre todo desde que ardieron nuestras hermanas en las hogueras de cristiandad. A veces echaban al fuego los cuerpos desmembrados de quienes habían cometido sodomía, mientras quemaban a las brujas. Nuestra carne maltrecha, calcinada, hecha una, se lanzaba después a los acantilados, y plantaban al rededor hinojo, para camuflar el olor. Me lo contó mi amada filósofa tijuanense Sayak Valencia, que sueña con flores amarillas, las del hinojo.

Nos hemos preguntado décadas dónde estaban las lesbianas durante el largo y terrible franquismo, no las encontrábamos. Estaban encerradas por El Patronato, ocultas. También habíamos ardido en las hogueras, junto a las demás mujeres inadecuadas, finalmente junto a los maricas. Al menos, sabemos que Catalina de Belunça y Maricho de Oyarçun, acusadas en Donostia de echarse en una cama desnudas, «retoçándose e besándose e cabalgándose la una a la otra», se libraron de la horca.

Una de cada tres personas LGTBIQ+ ha vivido en situación de sinhogarismo en los últimos cinco años en el Estado español, acabamos de saberlo. Sin casa que decorar juntas que nos proteja. ¡Leed “La caza de brujas en Pamplona. Sala del tormento, procesión infamante y hoguera” de Leire San Martín Marcos, malditas!