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Rotonda


La última encuesta de población del Insee confirma la tendencia demográfica mareante de los últimos años. Estamos a punto de llegar a los 330 mil y ello a pesar de la baja tasa de natalidad local, porque son más y más los que migran hacia aquí desde diferentes puntos del hexágono, entre otras razones por el gran atractivo de un territorio que combina mar y montaña, una economía estable, un saber vivir tentador y una cultura antigua que para la mayoría solo son tópicos. Ahí tenemos, por ejemplo, a Mathieu Duhamel, que llegó en junio pasado y al que le han bastado unos pocos meses para denegar al municipio de Senpere que bautice sus últimas rotondas con nombres locales, alegando que “hay demasiado vasco y poco francés”, expresando de manera clara y nítida que “la dimensión cultural y lingüística” de la que habló en su presentación se reduce a una visión puramente colonial y supremacista. Porque tanto él como el Estado que representa su uniforme y muchos de los que quieren establecerse aquí pretenden que sigamos girando en círculo para aturdirnos e intentar hacernos olvidar lo que Victor Hugo comprendió hace un siglo cuando recorrió estos caminos, que “un vasco no es ni francés ni español, es vasco, y eso es todo”. Ahora parece imposible, pero para transitar por un camino propio solo necesitamos de un viraje audaz y salirnos de su rotonda.