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Que vuelva Izco, ni en broma


Durante la poco edificante asamblea extraordinaria de compromisarios hubo quien lanzó -prefiero pensar que en tono sarcástico- proclamas solicitando el regreso de Pachi Izco al sillón presidencial rojillo.

Se refería al mismo Izco que, con la connivencia de los máximos responsables del Gobierno de Nafarroa y de Hacienda, permitió que la deuda rojilla se convirtiese en un agujero negro que ahora mismo absorbe todo lo que se encuentra a su alrededor. El mismo Izco que, cuando las vio más malas que buenas, decidió abandonar el barco a la vista de lo que se le venía encima al club.

El mismo Izco que en las asambleas de compromisarios ya puso de moda el comodín de la llamada para recopilar el suficiente número de votos delegados con los que tener plácidas sesiones o echar mano del recurso del «pasemos a votar» cuando el debate tomaba un feo cariz, dejando de lado la pugna verbal, algo que, como se ha demostrado, ha creado escuela. El mismo Izco que amenazó con acudir en persona a la penúltima asamblea donde se trataron las cuentas para defenderse ante las acusaciones vertidas, pero al que finalmente no se le vio el pelo.

Cierto es que gran parte de su junta directiva sigue representada en la actual y que esta últimamente está adoptando unas formas que no tienen nada que ver con sus inicios, ahora hace casi dos años. Y no lo es menos que la mayor parte de la masa social, independientemente de que simpatice con la postura de los actuales dirigentes o quienes proponían la reforma de los estatutos, se ha quedado con la sensación de bochorno generalizado por lo que vio, ha podido oir o leer sobre lo ocurrido el lunes, máxime porque entienden que este es un momento en el que el equipo necesita unidad para salvar la categoría. Bajar a Segunda podría significar la pena de muerte para el club y hay ejemplos bien cercanos para corroborarlo.