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El yogur se desprende de su fecha de caducidad

La fecha de caducidad es un concepto ya desaparecido de las tapas de los yogures. El nuevo Real Decreto 271/2014 elimina la limitación de los 28 días y serán los fabricantes quienes fijen la fecha idónea de consumo, según estrictos protocolos de seguridad y calidad. GARA ha visitado la planta de Kaiku en Berriozar para conocer más detalles de la medida, que ha dado que hablar.


Los yogures son un producto cotidiano y, por lo tanto, habitual en la lista de la compra semanal. Los hay de todos los sabores y texturas, capaces de satisfacer los gustos de todas las personas. Incluso aquellas que son intolerantes a la lactosa pueden consumirlos, al haberlos yogures específicos. Ya con el pack en la mano, lo primero que hace el consumidor, casi de manera instintiva, es consultar la fecha de caducidad. El cliente más observador lo habrá notado; algún otro comentará que «algo ha oído», y otros consumidores, en cambio, no habrán reparado en que la etiqueta ahora aconseja una fecha preferente de consumo, y no su caducidad. Este es el cambio que recientemente ha introducido el Ministerio español de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, en el marco de la campaña «Más alimentos, menos desperdicios» y que persigue reducir, según este mismo departamento, la cantidad de comida que al cabo del año acaba en la basura. Lo cierto es que, a efectos prácticos, la medida no supone demasiados cambios.

Desde la planta de Kaiku en Berriozar, donde se producen los yogures, la responsable de calidad e I+D, Arantza Errazkin, explica que a partir de ahora solo los productos que microbiológicamente son muy perecederos y cuyo consumo una vez superada la fecha apropiada puede suponer un riesgo para la salud -como la carne, el pescado, los frescos o la pastelería- tendrán caducidad.

En cambio, el resto de productos -como las legumbres, los encurtidos, los quesos y las conservas, junto al yogur, entre otros- se etiquetan con la fecha para su consumo preferente. Esto indica que pasado el plazo la calidad del producto ha podido perder parte de sus propiedades, o bien textura y sabor (las llamadas cualidades organolépticas), pero su consumo no supone un riesgo.

No obstante, ello tampoco significa que se pueda consumir sin un plazo límite y habrá que tener en cuenta si se ha respetado su apropiada conservación y si se ha roto o no la cadena del frío. Además, si se observan defectos en el envase, como golpes o abombamientos, es preferible desecharlo, aunque esté dentro del límite recomendado. En resumidas cuentas, la fecha de caducidad hace alusión a las condiciones de seguridad y la fecha preferente de consumo a los valores de calidad.

En el caso concreto del yogur, ya sin el plazo de los 28 días establecidos, serán los propios fabricantes quienes determinen la fecha en base a las características del producto, pudiendo, incluso, acortar ese periodo. En este sentido, Kaiku, por ejemplo, ha optado por mantenerlo, añadiendo al proceso unos cuanto días más que destina a hacer los controles de microbiología .

En cuanto al sistema operativo, la nueva ley tampoco les ha supuesto grandes cambios, si bien han realizado estudios a nivel de calidad e I+D «para garantizar que ese producto tiene la calidad máxima y la percepción orgánica adecuada para que mantenga esos días de consumo preferente», explica Errazkin. Preguntada sobre cuántos son los días que como máximo dejaría pasar para consumir el yogur, la responsable en I+D aconseja «un par». No obstante, al parecer, los representantes del sector a nivel estatal abogan por acordar entre todos una fecha común, de 35 días, «para dar un mensaje consistente a los consumidores».

La opinión en los supermercados

¿Y qué opinan los vendedores y consumidores de todo esto? Principalmente se detecta normalidad absoluta, tanta que muchas personas ni siquiera habían reparado en el cambio. Desde un pequeño supermercado de la Parte vieja donostiarra, su dependienta, Marisa, asegura que ninguno de sus clientes le ha preguntado nada al respecto. «El plazo es el mismo porque, en realidad, lo único que ha cambiado es el nombre. La verdad, nadie nos ha preguntado nada, pero los distribuidores tampoco nos han dado ninguna información», explica.

Unas calles más arriba, desde el ultramarinos Lucía, su tendero dice que tampoco los clientes han preguntado. Bastante molesto con la reforma de la ley, considera que se trata de un «engañabobos» que solo sirve «para crear confusión», y cita los casos de otros productos cuya fecha de consumo ha ido variando. «Recuerdo el caso del salmón -dice-. Redujeron de tres meses a dos su fecha de consumo, para después limitarlo a uno solo. ¿Qué pasa entonces, que antes nos lo comíamos malo? Creo que solo se trata de motivos económicos».

Kaiku, 150.000 litros de leche y 25 variedades de yogur

A la planta de Kaiku en Berriozar llegan cada día, de lunes a viernes, entre 125.000 y 150.000 litros de leche de vaca en grandes camiones cisterna. Después, es tratada para convertirla en yogur -producen más de 25 tipos-, productos bífidus y probióticos. De los camiones cisterna se descarga a unos enormes depósitos metálicos.

Ajustar el nivel de azúcar es uno de los tratamientos, porque dependiendo del tipo de yogur, varía. Por ejemplo, el desnatado no lleva ni gota, mientras que el «griego» tiene un 10%.

Uno de los departamentos más importantes es el laboratorio, donde profesionales analizan todas las remesas que cada día son envasadas. A su vez, se celebra una reunión diaria en la que se degusta todo lo producido el día anterior, siendo los propios responsables los primeros en constatar la calidad del producto antes de comercializarlo. O.L.