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Poco después de que el Gobierno de Navarra decidiera que a partir de ahora los pensionistas y las personas dependientes pagarán una parte de los pañales que hasta ahora pagábamos entre todos gracias a nuestros impuestos, los que deciden cómo se recaudan se sacaron ayer de la manga una reforma fiscal que -con el escaparate de la bajada de impuestos a todos- no hace sino ahondar las ya de por sí grandes diferencias entre unas rentas y otras, elevar el listón del pago del patrimonio de 300.000 a 800.000 euros, beneficiar aún más a las grandes empresas en comparación con las pequeñas y especialmente en comparación con las personas físicas y, según estudios de la propia Hacienda de Navarra, suponer una merma en la recaudación de aproximadamente 115 millones de euros. Esto (...) en la tierra en la que los trabajadores de los centros de discapacidad dependientes del gobierno llevan meses en condiciones leoninas impuestas por las subcontratas y abandonados a su suerte por el Gobierno, en el paraje este en el que algún lumbrera la lástima es que con mucho mando en plaza ha considerado que esto no es solo justo sino que va a servir para dinamizar la macroeconomía, que es esa cosa en la que se caga uno cuando sigue habiendo casi 50.000 parados y muchos sin prestaciones y decenas y decenas de colectivos que trabajan cara a cara con los más necesitados en gravísimos apuros. Decía el otro día el delegado de Cáritas en Navarra que la gran bolsa de pobreza creada por la crisis va a «durar mucho. Tenemos un grave problema social para mucho tiempo». Ante esto, la mayor herramienta colectiva solidaria de que se dispone -que paguemos impuestos, que bien destinados y gestionados ayuden a los demás- se dedica a perder fuelle para alegrar la Nochebuena a los de siempre.