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HEMEROTEKA

Jroña que jroña


(...) La costumbre es lo peor de todo. Ayer los griegos decidieron despertar de una pesadilla, dejarse de paños calientes y entrar en el quirófano a cortar la enfermedad de raíz. De raíz, de ahí el término «radical» con que los analistas financieros (los mismos visionarios que puntuaban al máximo el disparate aritmético de Lehman Brothers un día antes de que mandara al carajo la economía occidental) califican los partidos de izquierda recién nacidos y muy especialmente la Syriza griega. (...) Ya veremos si Syriza encarna a Perseo cortando la cabeza a la Medusa, a Belerofonte despeñándose desde su caballo alado o a Jasón embarcándose en la búsqueda del vellocino de oro en una aventura colectiva e incierta.

A la hora de escribir estas páginas, las reacciones de la derecha radical europea todavía eran tibias y desangeladas. Christine Lagarde, la top model de la austeridad, seguía enfrascada en su llanto por el rey Abdalá, el recién fallecido sátrapa saudí al que considera «un defensor de las mujeres», el principal financiero del terrorismo yihadista, un hombre que merecía un obituario escrito con una pluma de oro macizo rellena mitad con petróleo, mitad con sangre humana. Lo más parecido a Abdalá que hemos visto por estos pagos fue a Mariano Ozores disfrazado de jeque árabe en Los energéticos, aquella cinta profética que protagonizaban los incombustibles Pajares y Esteso. Había una escena mítica, cúspide de lo políticamente incorrecto y sin embargo absolutamente verosímil, en la que el jeque invitaba a la pareja de paletos a una jaima donde un montón de esclavas se iban despelotando al estilo moruno. Ni Tarantino ni Lars von Trier ni nadie se habrían atrevido a firmar las líneas de diálogo que Ozores recitaba a continuación con su lengua de trapo y que hoy parecen dedicadas a la musa canosa y anoréxica del FMI: «Podéis coger las que queraís y hacer lo que os apetezca con ellas. Incluso matarlas, si os da la gana. A mí me da igual, tengo más». (...)