FEB. 17 2015 DE REOJO Balbucir Raimundo Fitero El ministro Jorge Fernández Díaz balbucea cuando le hacen preguntas concretas sobre hechos concretos. Cuando no puede escaparse por la tangente, la declaración de principios generalista o las consignas de su catecismo. No balbucea cuando habla de la Guardia Civil, entonces se engalla, enfatiza y reclama que prestemos atención al sufrimiento, riesgo, profesionalidad de los miembros de la benemérita en su trato con los peligrosos subsaharianos que intentan saltar las vallas de Ceuta y Melilla, al que llama marco perimetral fronterizo europeo. Se le pone cara de afectado de incongruencia binaria y a uno le entran las ganas de gritar al electrodoméstico para recordarle lo del cuartel de nueva planta que ha inaugurado en Fitero, el pueblo ribero de donde es oriundo. Esta entrega de «Salvados» me pareció bastante más enjundiosa que la entrega tragicómica anterior con la escapista Esperanza Aguirre. Aquí había chicha cada segundo, el propio personaje es más dado al balbuceo, a la meditación intrascendental antes de contestar. Asume, al menos de boquilla, su rol de ministro, por lo que al realizarse en el despacho de su Ministerio no puede hablar como un ciudadano normal, que no lo es, ni como miembro de una orden religiosa-militar, que sí lo es, al igual que responsable de su queridísima GC y su amada PN y otros cuerpos disolventes de expresiones populares democráticas. En esto, al menos, es prudente. Lo notamos como un fajador de fondo, como alguien que no tiene carisma, pero que en sus balbuceos no determina otra cosa que su inseguridad, su necesidad de cumplir con un papel comedido, ya que está ante un espectáculo televisivo, un programa de entrevistas, con uno de los actuales preguntadores más incisivos y que mejor se preparan sus encuentros. Otra conjugación del verbo balbucear, cuando le preguntó Évole las razones por las que le negaban la autorización para hacerle una entrevista a Arnaldo Otegi. Se remitió a sus subordinados, a la supuesta ley, pero se notó que no andaba muy seguro, que no se atrevió a decir las auténticas razones de esa negación, como las de no dejar entrar a periodistas en los CIE donde se hacinan y maltratan a los emigrantes.