Diez refugiados, los atletas sin casa, ni equipo ni himno
Son diez, pero representan al enorme, y creciente, país de quienes tuvieron que huir de la guerra: 65,3 millones de personas según el informe anual de ACNUR. Han mostrado una voluntad de hierro, pero no ocultan una infinita tristeza. Competirán en Río.
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El equipo de atletas olímpicos refugiados, compuesto por diez deportistas, es único. Está compuesto por refugiados seleccionados por el Comité Olímpico Internacional (COI) el pasado mes de junio y disputará los Juegos bajo la bandera de los cinco anillos entrelazados, su esperanzadora enseña provisional, «la mejor bandera del mundo, porque es la que une a todos los países», según sostiene Yusra Mardini, la nadadora siria de 18 años que participará en los 100 metros libres y mariposa.
La idea de crear un equipo de refugiados surge cuando el mundo se enfrenta a la mayor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial. El primer equipo de refugiados de la historia de los Juegos fue seleccionado siguiendo los criterios fijados por las federaciones internacionales.
Cinco sursudaneses (ninguno de ellos ha vivido en Sudán del Sur independiente y martirizado por los combates y la limpieza étnica), dos sirios, dos congoleños y un etíope forman parte del pionero conjunto.
Los sursudaneses, tres hombres y dos mujeres, son todos corredores, hallados y seleccionados en campos de Kenia, principalmente en Dadaab –el mayor campamento de refugiados del mundo, que las autoridades de Nairobi pretenden cerrar– y Kakuma. Tras largas semanas de entrenamiento, están ya en Río. «El equipo se ha entrenado bien en las colinas de Ngong, cerca de Nairobi, y espero que logren buenos resultados en Río», explica la jefa del equipo, la keniana Tegla Loroupe. Los cinco pertenecen a familias que huyeron de la guerra civil en Sudán (1983-2005). Una guerra que desembocó en la independencia de Sudán del Sur en 2011.
Ninguno de ellos ha vivido en Sudán del Sur independiente. Pero todos tienen en mente la guerra civil y las atrocidades que se han cometido en su país desde 2013, una razón suplementaria para superarse en la pista. «Es tan triste ver cómo nuestro país decae cuando tendría que ir hacia adelante…», declaró a la prensa James Nyang Chiengjiek.
La capital de Sudán del Sur, Juba, fue escenario de nuevos combates a principios de julio, acompañados de ejecuciones sumarias de civiles y numerosas violaciones que echan por tierra el acuerdo de paz alcanzado hace un año. «Espero que los dirigentes se apoyen en nuestra participación en los Juegos para llevar la paz a nuestro pueblo; el deporte fue durante mucho tiempo un factor de unidad», agregó Nyang Chiengjiek.
Yiech Pur Biel tenía siete años cuando huyó del país con su madre y su hermano en 2002. Refugiado en el inmenso campo de Kakuma (200.000 personas), no ha vuelto a ver a su padre. «Tal vez no soy buen corredor ahora, pero mi deber es regresar y hacer emerger (nuevos talentos) en mi país», explica con modestia este atleta de 21 años.
«Embajadores por la paz»
Los atletas se entrenaron principalmente en las colinas de Ngong, cerca de Nairobi. Afinaron su preparación física y mental pasando dos semanas en altitud en el oeste del país con la flor y nata del medio fondo mundial: los corredores kenianos. «Al principio no fue fácil. Tuvimos que superar numerosos desafíos para formarlos y hacerles tomar conciencia de que podían ser buenos atletas», explica su entrenador, el keniano Joseph Domongole. «Fue un gran privilegio comer y entrenarse con los kenianos, los mejores del mundo. Ahora vamos a los Juegos con más confianza para desafiar a los otros atletas de alto nivel. No estaremos intimidados», afirmó James Nyang Chiengjiek.
Más allá de sus resultados en Río, el entrenador quiere creer que desempeñarán un papel esencial para su país, del que se convertirán en «embajadores por la paz».
Sudán del Sur, que fue reconocido por el COI en 2015, estará igualmente representado por primera vez en los Juegos Olímpicos de Río por al menos dos atletas.
El nadador sirio Rami Anis, que salió de su país con solo una maleta, dejó bien claro que ellos llegan a la ciudad carioca con mejores armas que muchos otros deportistas: «El Equipo Olímpico de Refugiados es un equipo que no conoce la desesperanza». Expresar en pocas palabras sus sentimientos por poder participar en los Juegos no es algo sencillo. Hablando en árabe, Anis manifestó: «Tenemos una voluntad de hierro, pero también nos sentimos muy tristes por las guerras que rompen nuestros países. Aun así, no nos damos por vencidos, la guerra no ha matado nuestro espíritu deportivo. Siempre me digo a mí mismo: no desesperes. No te rindas, y llegarás a la meta».
La filosofía de no rendirse nunca es la que llevó a este joven nadador a hacer un viaje a pie cruzando Turquía, en barco hasta Grecia y luego una larga travesía hasta Bélgica, país que le dio asilo en 2015 y donde entrena junto a la campeona olímpica Carine Verbauwen. A sus 25 años, su ídolo es el estadounidense Michael Phelps, junto al que nadará en las series clasificatorias de los 100 metros mariposa, el 11 de agosto. Si llega a la final, se verá con la estrella el 12 de agosto en el Centro Acuático Olímpico.
Congoleños hablando portugués
Su compatriota Yusra Mardini tuvo que hacer un viaje similar para huir de la guerra, y ahora vive y entrena en Berlín en el club Wasserfreunde Spandau 04, al que quiso dar las gracias por acogerla. Tiene una permanente sonrisa en la cara y muestra al mundo sus uñas pintadas con los colores olímpicos.
Popole Misenga y Yolande Mabika hablan ya en portugués, su idioma de adopción, que han aprendido en tres años en Brasil, aunque su idioma natal era el francés que se habla en la República Democrática del Congo. «Quiero hablar en portugués porque Brasil es desde hace años mi casa», dijo Mabika, de 28 años, y que vivió un tiempo en las calles de Río, pero que nunca olvidó la fuerza y la disciplina que le enseñaron en el orfanato de Kinshasa donde se crió. «No perdí las ganas ni la ilusión, hasta que un día alguien me dijo ‘mañana tienes que ponerte a entrenar de verdad, porque tienes que entrenar para los Juegos’. El día que vi mi nombre entre los seleccionados lloré de alegría. Este equipo es ahora mi familia», dijo Mabika. Su entrenador es el brasileño, cuatro veces Olímpico, Geraldo Bernardes, quien ha cobijado a los dos judokas para sacarlos de las calles de Río, como ha hecho con miles de niños de favelas.
Misenga, de 24 años, rompió a llorar cuando se acordó de sus hermanos, a los que no ha visto desde hace años. «Ya ni siquiera sé cómo serán hoy en día, porque nos separamos hace años. Ya no consigo recordar cómo son sus caras», dijo con lágrimas en los ojos.
Yonas Kinde, que lleva cinco años viviendo en Luxemburgo, ofrece su diagnóstico sobre la vida en Etiopía: «Es una situación difícil. Para mí es imposible vivir allí. Es muy peligroso».
Protagonistas
Rami Anis
Nacido en Siria
Huido a Bélgica
Modalidad deportiva:
Natación
Yusra Mardini
Nacida en Siria
Huida a Alemania
Modalidad deportiva:
Natación
Yolande Mabika
Nacida en RDC
Huida a Brasil
Modalidad deportiva:
Judo
Popole Misenga
Nacido en RDC
Huido a Brasil
Modalidad deportiva:
Judo
Yonas Kinde
Nacido en Etiopía
Huido a Luxemburgo
Modalidad deportiva:
Atletismo
Paulo Amotun Lokoro
Nacido en Sudán del Sur
Huido a Kenia
Modalidad deportiva:
Atletismo
Yiech Pur Biel
Nacido en Sudán del Sur
Huido a Kenia
Modalidad deportiva:
Atletismo
Rose Nathike Lokonyen
Nacida en Sudán del Sur
Huida a Kenia
Modalidad deportiva:
Atletismo
Anjelina Nadai Lohalith
Nacida en Sudán del Sur
Huida a Kenia
Modalidad deportiva:
Atletismo
James Nyang Chiengjiek
Nacido en Sudán del Sur
Huido a Kenia
Modalidad deportiva:
Atletismo