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Es difícil lograr que un régimen cambie

Martxelo Diaz.

Las elecciones son como los partidos de fútbol. Hay que salir siempre a ganar. Pero en los comicios para elegir al Parlamento de Gasteiz parece que ya se parte con la premisa de que el PNV se impondrá. Y también de que seguirá gobernando.

Se trata de unas elecciones convocadas después de haber tenido que suspender otras, tras una gestión de la pandemia del coronavirus que no ha contentado a nadie y en la que ha quedado en evidencia que Iñigo Urkullu ha priorizado otros intereses a los de la salud de la ciudadanía (no digamos ya la salud de los trabajadores). Los cuerpos de Alberto Sololuze y Joaquín Beltrán siguen sepultados en Zaldibar (algo que también debería afectar al PSE, socio de los jeltzales). La pasante del Topo se hunde en Donostia porque no se ha hecho caso a los informes que alertaban del peligro (algo que también debería afectar al PSE, socio de los jeltzales). La causa judicial sobre la OPE de Osakidetza sigue adelante. La autorización ambiental para la incineradora de Zubieta llega al Constitucional tras, por cierto, envenenar cientos de peces por un vertido de amoniaco (algo que también debería afectar al PSE, socio de los jeltzales)...

El escenario parecería propicio para que se produjera un cambio político de alcance en el Gobierno de Lakua. Me recuerda, salvando las distancias, al clima que se respiraba en Nafarroa antes de las elecciones que provocaron la salida de UPN del Gobierno navarro. Para cambiar un régimen es necesario acceder al poder político, pero no es suficiente.

Pero hay diferencias. No se percibe (yo, al menos, no percibo) una ilusión por el cambio. O una voluntad clara de castigar a los gobernantes. Algo que sí existía en Nafarroa, donde se percibía un clima de «ahora o nunca». Y fue solo por 200 votos y con un acuerdo de gobierno entre numerosas fuerzas.

Pero lo principal es que, pese a todo, el PNV, a diferencia de UPN, sigue ocupando el centro del tablero político. UPN se escoró a la derecha, y desde entonces se ha escorado más, hasta el punto de que ha tirado por el retrete la teoría del quesito y se ha quedado solo. Bueno, con PP y Ciudadanos. Y cada vez está mejor visto por Vox. Ha cortado todas las amarras con el PSN con el expeditivo método del insulto casi diario.

El PNV, en cambio, ha conseguido mantenerse en el centro, lo que le permite pactar a izquierda y a derecha. No hay más que recordar su capacidad para negociar presupuestos con distintas fuerzas. Su abanico de pactos solo es superado históricamente por Odón Elorza en el Ayuntamiento de Donostia. No logrará la mayoría absoluta. Probablemente le valdrá con reeditar su acuerdo con el PSE. Y si no, negociará las cuestiones de gobernabilidad con el resto. Gatopardismo perfecto.

Y todo seguirá igual. O quizás no. Veremos. Siempre hay sorpresas. O eso dicen.