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Lo que no cuentan del caso de Ducay y la prostituta

Roberto Ducay, uno de los 20 navarros más influyentes del momento según ‘Navarra Capital’, ha tenido que dimitir como director financiero de Correos por el escándalo con una prostituta. El iruindarra hizo carrera en la CAN y Banca Cívica antes de recalar en la empresa pública de mensajería. En el relato del ‘ABC’ hay cosas que faltan.

Roberto Ducay, junto al logo de correos.

La Asociación Española de la Dirección, la AED, tiene un grupo de Whatsapp, como si fuera una cuadrilla de amigos normal y corriente. El pasado día 11, Roberto Ducay quiso pegarse la gracieta, según destapó el diario ‘ABC’. «Trinque de hoy. Espectacular ! ! !», escribió. Y acompañó ese mensaje con las fotos de una prostituta duchándose. Este tiburón navarro de las finanzas redondeó después la hazaña con unos pantallazos que demostraban que la mujer le había solicitado 200 euros por sus servicios y él había regateado hasta pagar únicamente 150. 

Enseguida se ha aclarado que en el grupito de Whatsapp está también el director de Cáritas y dos directivas de Mapfre y la Cámara de Comercio. Así, parece que la expulsión de Ducay de la AED, que precipitó después su dimisión como director financiero de Correos del martes, fue un deber moral del resto de miembros del selecto grupo.

Por otro lado, la lectura política que está realizando ‘ABC’ con este asunto –no en vano el actual director de Correos está puesto a dedazo por el PSOE– hace pensar que hay unos motivos también de este tenor en que el escándalo salga a la luz. La posible instrumentalización política del asunto bien pudo sumarse a las cuestiones morales o ser el verdadero germen. Tampoco eso es importante, dado que el suceso revela algo mucho más profundo. 

Aun descontando la imbecilidad de todo ello, resulta del todo imposible pensar que el mensaje de Ducay llegara de la nada. Uno no se revela como un cliente de prostitutas de buenas a primeras en un foro de ese estilo. Es necesario un calentamiento previo, el establecimiento de un clima de confianza, saber de antemano que este tipo de jactancias se valoran y se premian en el entorno en que se difunden. No sería de extrañar que, más que el primer mensaje fuera de tono, las fotos de la prostituta fueran la gota que colmó un vaso.

Algo así debió suceder. En la reproducción parcial de un pantallazo con la conversación que desveló ‘ABC’ y que figura en la edición de papel, se ve un fragmento de la fotografía de la mujer desnuda (con la joven con el rostro pixelado) y justo antes de la foto se ve que otro miembro del grupo ha escrito: «Maestro!!!». Esta tercera persona interviene entre el primer mensaje de «Trinque del día. Espectacular!!!» y las fotografías de la prostituta. Ningún medio ha revelado quién es este otro directivo miserable. 

Obviamente, de lo ocurrido en el grupo de Whatsapp no cabe hacer una pericial profunda sobre los asuntos personales y las conexiones de Ducay. Pero sí que se puede echar la vista atrás y ver cómo fue creciendo en el mundo de la empresa.

El principal rasgo en la vida empresarial de Ducay, como de la mayoría de los Ejecutivos de CAN, es que son tipos que juegan con dinero de otros. En el caso de la CAN, con el dinero de los navarros. Así, a diferencia de Emilio Botín, que si se equivocaba al timón del Santander sufría en su propio bolsillo sus errores, Ducay salió muy bien parado del naufragio de Banca Cívica. 

Salió, de hecho, de los mejor parados. El tiburón saltó de la caja desaparecida («fusión por absorción» equivale a desaparición, se ponga como se ponga Enrique Goñi) a Oesía, una empresa de tecnología militar. La operación de la CAN en Oesía, en la que se palmaron 90 millones de euros (el total de la inversión) fue señalada por el Banco de España porque clamaba al cielo. Pero como el dinero lo ponían otros y el FROB recuperó el préstamo a Cívica, se supone que a nadie le debería importar. En fin, oportunidad tuvieron los tribunales de hacer más y no les dio la gana. Tampoco importa un pepino quién se dedicaba a invitar a las empleadas más jóvenes y guapas de Caja Navarra a las fiestas en Bodegas Sarría. No era Ducay.

Tampoco cabe olvidar que antes de la CAN, Ducay estuvo en Amma, que es una empresa de geriátricos. De hecho, conviene guardar este dato en la mente porque el Gobierno navarro ha abierto una auditoría sobre cómo han funcionado este tipo de centros durante la pandemia. A ver si, al final, los éxitos que se anotaba Ducay en su Linkedin mejorando los beneficios del grupo tuvieron otras consecuencias en la calidad asistencial de los residentes.

Lo verdaderamente importante del affaire de Ducay, sin embargo, va más allá de su propia figura. Aunque parezcan importantísimos, directores financieros hay más que churros. Ya han puesto a otro en Correos. La gran lección del caso es que la idea que transmite la derecha de cómo son los directivos se revela como rotundamente falsa.

A partir de la idealización de la idea del «emprendedor», últimamente se vende la tesis que no se puede gravar a las grandes fortunas, porque son las que dan trabajo. Se ha transformado al burgués como un trabajador infatigable cuyo motivación final es generar empleo y riqueza y que la clase trabajadora les debe dar las gracias. Se ha impuesto un esquema mental en el que Amancio Ortega es poco menos que un dios. Criticar a los directivos de empresa o dudar de su filantropía es cosa de palurdos, vendría a decir un discurso que compra hasta el propio PSOE. 

El caso Ducay devuelve las cosas a su sitio. El tiburón navarro, como la mayoría de los financieros, se lucra con el esfuerzo de otros y carece de moral, tanto cuando ajusta plantillas como cuando se va de prostitutas sintiéndose el Lobo de Wall Street, o de Carlos III. El valor ético que lo impregna todo en la alta empresa no es la filantropía, sino el egoísmo (sin pasar por alto el machismo). 

Y no, no hay moral en el resto del grupito de Whatsapp la AED. La mierda ha tardado casi un mes en salir. Los mensajitos de Ducay son del 11 de junio. Y todavía no se sabe qué otro directivo fue el que le aplaudió la gracia llamándole «maestro». Se diría que pudo ser cualquiera.