El emotivo cuaderno de bitácora de un pirata de la Txantrea
[Crítica]: ‘El Drogas’
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En uno de los óleos que Howard Pyle dedicó a la piratería topamos con uno en el que asoma la figura solitaria de un hermano de la costa abandonado a su suerte en una playa olvidada.
Pañuelo en la cabeza incluido, este pirata anónimo recuerda en algunas fases a El Drogas retratado por Natxo Leuza.
Es verdad que, según reza el título del citado cuadro de Pyle, el protagonista se intuye desolado o marcado por el dolor de la traición, como lo estuvo Enrique Villarreal en diferentes fases de su carrera creativa, pero también se puede interpretar que su estado es reflexivo, tanto como ’El Drogas’ cada vez que se coloca ante el espejo de esta ficción documental que no lo es tanto.
Sensible, medida y en diferentes tramos arrolladora, esta sobresaliente aproximación al imaginario de uno de los creadores que mejor ha entendido el pulso de la calle nos descubre la compleja trastienda de quien ha vivido mucho y compuesto más y lo hace desde la naturalidad y complicidad más desarmante.
Ante la cámara, siempre arropado por la ‘socia’ Mamen, somos partícipes de un recorrido vital que nace del asfalto ochentero de aquel barrio conflictivo de Iruñea y prolonga su ruta hasta la vorágine que acompañó al éxito –escenificado en ese Madrid que suele devorar a sus presas más desprevenidas– o de los compañeros que, como en el caso de Mikel Astrain, quedaron por el camino.
Ante el espejo reconoce que gravitó a un par de metros del suelo y que tuvo que bajar de ese Olimpo artificial porque la propia realidad así se lo exigió o, mejor dicho, se lo tuvo que recordar nuevamente su compañera.
De esta manera, Mamen se revela como imprescindible a la hora de abordar un proyecto que requería de una gran sutileza porque otorga una perspectiva que no solo enriquece la figura de El Drogas, sino que le convierte a ella en protagonista de una historia que hubiera transitado por una ruta diferente a la que se muestra el documental.
Los testimonios de Fito Cabrales, Kutxi Romero, Rosendo, Christina Rosenvinge o Marino Goñi, entre otros, y las secuencias compartidas junto al fotógrafo Clemente Bernad en Eskaba y en las que asoma el recuerdo trágico de la niña Maravillas Lamberto, esbozan las coordenadas de la ruta emprendida por el viejo pirata de la Txantrea que supo eludir la tempestad Barricada, afrontó un nuevo rumbo junto a otra tripulación –Brigi, Duke y Flako– y viró su timón hacia una crónica creativa y vital a la que, por fortuna, le quedan muchos capítulos por ser escritos.