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Y por fin, a través de una ventana, los manzanos

[Crítica]: ‘Caminho Longe’

Koldo Landaluze

Hace diez años Josu Martínez y Txaber Larreategi arrancaron la travesía fílmica de un proyecto que culmina en ‘Caminho Longe’. En aquella etapa inicial, titulada ‘Sagarren denbora’, la pareja de realizadores fijó su atención en la distanciada relación que compartían el deportado vasco Alfontso Etxegarai y su compañera Kristiane Etxaluz. Más de 7.000 millas concretadas en una filmación que une Domintxaine y Sao Tomé y Principe.

En aquel largometraje ya se revelaron los detalles sobre los que se asienta la obligada prolongación que cobra forma en ‘Caminho Longe’, donde los protagonistas comparten escenas en su totalidad.

A pesar de la conciencia y la calma que supuestamente da verse inmersos en una dinámica en la que el paso del tiempo adquiere una dimensión nueva y singular, los protagonistas –Etxegarai y Etxaluz– no pueden evitar los nervios y la tensión que se asoma ante un nuevo tiempo cuya vida común ya no tendrá el doloroso hándicap de las 7.000 millas.

La cámara que capta estas secuencias se integra a la perfección en un contexto en el que los diálogos se tiñen de alegría pero también de suspense ante lo que supone una nueva etapa vital de vida en común.

Secuencias como las que recoge a Alfontso Etxegarai empacando sus pertenencias y dejando tras de sí recuerdos que le legó su pasado, en una criba dictada por la dictadura del equipaje, se descubren cargadas de emotividad y logran su propósito de hacer sentir al espectador esa tensión y anhelo que conlleva cerrar una puerta en Sao Tomé y abrir una ventana en Domintxaine.