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Interview
CHRISTIAN SCHWOCHOW
CINEASTA

«Una sociedad con la autoestima baja está más expuesta a ser inoculada de fascismo»

Nacido en Rügen en 1978, es uno de los nombres punteros del nuevo cine alemán desde que debutase en 2011 con ‘Die Unsichtbare’. En ‘La lección de alemán’ adapta la novela homónima de Siegfried Lenz.

El cineasta Christian Schwochow. (NAIZ)

‘“La lección de alemán’ da cuenta de las tensas relaciones entre un padre y un hijo en una pequeña aldea alemana coincidiendo con la consolidación del proyecto político de Hitler. La destrucción de cualquier atisbo de pensamiento crítico y la instauración de un verdadero régimen de terror por parte de aquellos que se limitan a cumplir órdenes sin cuestionar su naturaleza son evocados por Christian Schwochow, trascendiendo los rigores del relato histórico hasta conectar su película con nuestro presente.

​En esta película adapta la novela homónima de Siegfried Lenz, todo un clásico de la literatura alemana. ¿Qué fue lo que le atrajo de la posibilidad de adaptarla al cine?
Yo leí la novela mientras cursaba estudios de secundaria, cuando apenas tenía quince años y recuerdo que me produjo un hondo impacto, no por el tema en sí sino por el enfoque. Novelas sobre los años de la II Guerra Mundial y sobre el impacto del nazismo en la sociedad civil hay muchas, pero Siegfried Lenz narra con mucha precisión el modo en que el régimen nazi envenenó las relaciones personales entre miembros de una misma comunidad, de una misma familia. Me parecía un punto de vista interesante y según iba haciéndome mayor más sentía la necesidad de que tenía que buscar la manera de adaptar esta novela al cine.

¿No le dio vértigo aproximarse a una obra tan conocida y tan leída?
Sí y no. No es la primera vez que adapto una novela y, en este caso, en el desarrollo del guion, que escribí junto a mi madre, nos impusimos respetar la esencia de la historia porque es indudable que partíamos de una obra muy conocida. Pero yo creo que la clave del éxito de una novela como ‘La lección de alemán’ radica en que cada lector es capaz de encontrar una conexión emocional íntima con lo que se le está contando y justamente eso es lo que hicimos nosotros al adaptarla, localizar nuestro propio punto de interés y a partir de él aceptar el reto de contar esta historia.

En esta película usted vuelve a centrar su mirada en aquellos que se rebelan contra el orden establecido. ¿Qué le interesa de este perfil de personajes?
Efectivamente, no es la primera vez que ruedo una historia sobre personas que desafían el poder establecido pero, más allá de su lucha, lo que me interesa de este tipo de relatos es, justamente, profundizar en los mecanismos por los cuáles ese tipo de discursos políticos basados en el odio y en la exclusión social se van inoculando en una cantidad significativa de ciudadanos hasta cristalizar en una corriente de pensamiento dominante.

En este sentido, ¿cree que «La lección de alemán» está en cierta medida conectada con sus dos películas anteriores?
Sí, creo que hay una conexión evidente. Es cierto que se trata de historias protagonizadas por personajes que proceden de mundos diferentes, pero todos ellos comparten esa pulsión por enfrentarse a las convenciones sociales. Paula Becker fue una pintora que luchó por encontrar su propia voz en un mundo de hombres y Siggi, el protagonista de ‘La lección de alemán’, también busca el modo de expresarse en medio de una realidad que castiga al disidente. Son personajes que se rebelan contra aquello que les han enseñado desde pequeños, contra ese lugar en el mundo que se les ha reservado y que para ellos es un lugar demasiado estrecho donde apenas pueden desarrollarse como personas.

Lo interesante de su mirada es que se centra en un conflicto individual pero tiene alcance colectivo, como si a partir de la relación de Siggi con su padre usted estuviese interesado en aproximarse al alma alemana. ¿Fue esa su intención?
Más que aproximarme a la idiosincrasia alemana, quise acercarme a esas tensiones generacionales que se produjeron en los años 30 y que posibilitaron el afianzamiento del nazismo. El padre de Siggi pertenece a esa generación de alemanes que, habiendo combatido en la I Guerra Mundial, tras la derrota sufrida por Alemania, se sintieron señalados como las ovejas negras de Europa. Fue una generación marcada por la falta de autoestima. Hitler les devolvió esa autoestima entregándoles armas y poder y convenciéndoles de que el destino del país estaba en sus manos. Esa fe en el propia autoridad terminó por deshumanizar a estas personas, por volverlas oscuras y agresivas, no solo hacia aquellos que representaban una amenaza externa sino para con sus propios allegados.

¿Hasta qué punto el título de la redacción que le obligan a escribir a Siggi, «el placer del deber», sirve para entender el comportamiento de la sociedad alemana durante los años del nazismo?
Buena parte de la ciudadanía alemana justificó su connivencia con el nazismo apelando a esa lógica, a que ellos se limitaron a cumplir con su deber, a acatar órdenes sin cuestionarse nada más. Y el problema es justamente ese, limitarse a actuar sin pensar en el alcance de nuestras acciones. Para eso es conveniente inocular un discurso simplista en la población, identificar a un enemigo común, que en el caso del nazismo, fue el pueblo judío y exponerle ante la opinión pública para tener a la gente movilizada. Actualmente el peligro del fascismo persiste en nuestras democracias. Una sociedad civil golpeada y con la autoestima baja está más expuesta a que le inoculen el virus del fascismo.

En este sentido, su película parece muy oportuna. ¿Hasta qué punto su deseo de adaptar una novela como ‘La lección de alemán’ estuvo también motivado por ese resurgir del fascismo que amenaza en la actualidad a casi todos los países europeos?
Sí, de hecho, cuando estaba escribiendo el guion de esta película, se produjo la crisis de los refugiados y la respuesta de la Unión Europea me dejó bastante inquieto, porque parece que la única opción real que se contempla en nuestras democracias es la de construir muros y barreras para que esta gente no entre en nuestros países.
Esa respuesta resulta bastante reveladora de hasta qué punto la lógica fascista se impone en nuestras instituciones, el fascismo lejos de estar representado por una minoría ultra se ha convertido en un fenómeno mainstream. Ahora el mundo respira aliviado ante el adiós de Trump, pero es muy probable que dentro de cuatro años vuelva a presentarse a las elecciones agitando el miedo al otro. En este sentido, espero que mi película sirva para confrontar al espectador con los peligros de un discurso nocivo.

Hablando del caso concreto de su país, ¿piensa que la sociedad alemana vive aún bajo el estigma de la culpa que le generó las derivas del nazismo o, por el contrario, cree que entre las generaciones más jóvenes ese sentimiento de culpa no resulta tan acusado?
Quiero pensar que ese sentimiento aún es fuerte y que la democracia en Alemania resulta lo bastante sólida como para ser un dique contra ese tipo de discursos. Pero, al mismo tiempo, tengo la sensación de vivir en un país donde, por primera vez en mucho tiempo, la gente que viene de fuera se siente amenazada y tiene miedo. Yo también lo tengo, sobre todo cuando escucho a los populistas de extrema derecha arremeter contra el mundo de la cultura proclamando que la programación de los teatros públicos alemanes no es lo suficientemente alemana. Ese tipo de discursos me aterrorizan, sobre todo cuando ves que cada vez tienen más respaldo en las urnas y que en algunos estados se han quedado a las puertas de hacerse con el gobierno federal. Y en un momento de crisis, como el actual, donde todo es incertidumbre, ¿quién nos dice que si esto va a peor no pueden tener sus opciones reales de llegar al poder como ocurrió con Hitler?