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Movimiento infinito

El documental como juego de niños en ‘La tramuntana’, de Alexander Cabeza Trigg.

Ciertamente, un festival que se vive en formato online no es tan festival. Siento que el hecho de no poder pasar unos días en Iruñea me aleja de lo que significa su Festival de Cine Documental, pero al mismo tiempo, tengo claro que cada una de estas celebraciones se debe a lo más esencial, es decir, a las películas. Al poder acceder a un material cinematográfico de naturaleza inaccesible.

En este sentido, Punto de Vista sigue rindiendo, incluso desde el hogar, como una apabullante máquina de movimiento perpetuo. Su Sección Oficial, por ejemplo, vuelve a lucir como un orgulloso ejemplo de heterogeneidad fílmica. Dividida en diez programas, en ella coexisten treinta y dos propuestas distintas que nos llevan del formato corto al largo, pasando, por supuesto, por el mediometraje. Así pues, cada sesión de este certamen es en realidad una batería de historias, de formatos, de enfoques... de maneras de entender un arte que, efectivamente, se presta a todas las interpretaciones que puedan llegar a urdirse en nuestra mente.

Por ejemplo, resulta que ‘Flowers Blooming in our Throats’, de Eva Giolo y ‘Earth in the Mouth’, de Ewelina Rosinska dialogan con luminosa nitidez a la hora de usar la maquinaria cinematográfica como generadora de un movimiento que, a través del montaje y, cómo no, de la elección de las imágenes, nos transmite una agitación que es pura vitalidad. En el primer caso, tenemos una filmación exquisita en 16mm, a partir de planos detalle de manos (que juegan, que ejecutan diversas labores, que se comunican con otras manos); en el segundo, un empalme frenético de vivencias traza una especie de lectura por el que parece ser un diario de recuerdos más o menos deformados. Sobre el papel, nada tiene que ver un título con el otro, y aun así, no pueden evitar remitir a sensaciones fuertemente hermanadas.

Al fin y al cabo, tanto uno como el otro son sendos ejercicios de egocentrismo (pues parece que ambas cineastas no tengan la más mínima intención de salir de los límites marcados por su propia intimidad) que, no obstante, están abiertos a ser disfrutados al gusto y sensibilidad de cada espectador. Tan distante, y a la vez, tan cercano. El cine, de fachada indescifrable, actúa también como una misteriosa fuerza capaz de conectar intimidades; la vida de quien habla con la de quien mira.

‘La tramuntana’, del director barcelonés Alexander Cabeza Trigg, opera de manera muy similar, y aunque sea un cortometraje (de apenas ocho minutos) que encontremos en otro programa de la Sección Oficial, no deja de hablar de la consistencia y la claridad con la que se programa en este festival. Ahora toca dejarse llevar por ese viento que sopla eternamente en las tierras del Empordà, y que inevitablemente erosiona el imaginario colectivo de su pueblo. Volvemos a movernos, con la misma libertad que antes (o sea, con aquella con la que los niños descubren el mundo), pero ahora en un entorno fabulesco, casi fantasmal. Es la no-ficción que llega del reino de los sueños; la que por encima de lo presencial o virtual, tan bien habla de la identidad de Punto de Vista.