Una pionera feminista en el Viejo Oeste
‘CALAMITY’
Estado francés-Dinamarca. 2020. 85’. Tít. Orig.: ‘Calamity, une enfance de Martha Jane Cannary’. Dtor.: Rémi Chayé. Guion: Rémi Chayé, Fabrice De Costil y Sandra Tosello. Prod.: Claire La Combe, Cleland Jericca, Henri Magalon y Claus Toksvig Kjaer. Voz V.O.: Salomé Boulven, Alexandra Lamy.
El Festival de Annecy, dedicado al cine de animación, ha visto como en dos de sus ediciones Rémi Chayé ha sido el triunfador, primero cuando debutó con ‘El techo del mundo’ (2015), y por segunda vez con ‘Calamity, une enfance de Martha Jane Cannary’ (2020). Sigue trabajando en animación 2D, llevado por su amor por el dibujo y los colores naturales.
Pero como quiera que se trata de un western utiliza la pantalla panorámica lo que le confiere una calidad épica muy especial, máxime teniendo en cuenta su temática reivindicativa.
La película se remonta a la niñez de esta mítica figura del Viejo Oeste, para reubicarla como una auténtica pionera del feminismo y de la incorporación de la mujer a un mundo entonces totalmente machista y vetado a las representantes del sexo opuesto, cuyo cometido en la colonización siempre fue muy secundario y relegado a tareas domésticas.
Se puede encontrar un precedente en el clásico de William A. Wellman ‘Caravana de mujeres’ (1951), donde las carretas eran manejadas por ellas en unas circunstancias atípicas.
El caso que nos presenta Chayé es mucho más revelador, por cuanto toma como protagonista a una niña de once años que, obligada por las circunstancias, habida cuenta del fallecimiento de su madre y del hecho de que su padre no era un hombre de acción, toma las riendas de su familia en el sentido literal con rumbo a Oregón.
Es una firma aspirante a convertirse en vaquera, y sus actitudes desafiantes para la época, manejando el lazo o disparando, son las que le valen el alias de Calamity Jane. Su valiente mirada sirve de paso para observar una sociedad con muchas desigualdades, siendo como era de familia pobre y en la que se daba la explotación laboral infantil ya fuera en la minería, en la ganadería o en la construcción del ferrocarril.
Había que ser muy rebelde para poder gozar de libertad.