Michel Tubiana: adiós a un artesano de la paz nacido en Argel
Michel Tubiana ha fallecido. Presidente de honor de la Liga de Derechos Humanos y compañero del proceso vasco, se va a las puertas del décimo aniversario de la Declaración de Aiete de la que hizo bandera.
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Michel Tubiana ha fallecido y, con su desaparición, a las puertas de una fecha tan significativa como el décimo aniversario de la Declaración de Aiete, el movimiento civil y político en favor de una paz justa para Euskal Herria pierde a un leal compañero de viaje.
Nada más conocerse el deceso dado a conocer hoy por la propia Liga de Derechos Humanos, las redes se han llenado de mensajes de condolencia a los suyos y de homenaje a su larga trayectoria como defensor de los derechos humanos.
Es el caso de la portavoz de Bake Bidea, Anaiz Funosas, quien ha agradecido su compromiso, y del presidente de la Mancomunidad Vasca y alcalde de Baiona, Jean-René Etchegaray, por citar algunos.
Mizelen ondotik, Mixel eta gaur zu Michel! Zure ekarpenaren neurrikoa da gure samina, handia! Merci pour ton engagement sans faille! Aujourd'hui le Pays Basque perd un artisan, un ami!! ez adiorik Michel egun handira arte! @BakeBidea @Artisans_Paix https://t.co/DawFEvpyDX
— Anaizfunosas (@Anaizfunosas1) October 2, 2021
La disparition de Michel Tubiana, président d’honneur de la #LDH, est une immense perte pour les militant(e)s des droits de l’homme. Défenseur infatigable des grandes causes humanitaires, il fut pour le Pays Basque un soutien indéfectible dans le processus de paix #euskalherria
— Jean-René Etchegaray (@JreneEtchegaray) October 2, 2021
Compromiso político desde joven
Nacido en Argel un 24 de noviembre de 1952, abandonaría diez años después su país natal para instalarse, junto a su familia, en París donde, desde joven adoptó el compromiso político.
El exmilitante de las juventudes troskistas cogió la toga en 1974, y bien joven participó, entres otros casos destacados, en el proceso al que fuera prefecto de París y colaborador nazi, Maurice Papon.
Tras ejercer durante once años como secretario general, en 2000 fue investido presidente de la Liga de Derechos Humanos (LDH), cargo que ejerció hasta 2005.
Cuando pasó a ser un aliado público y reconocido del proceso de resolución vasco era ya presidente de honor de la LDH, una respetada asociación en cuya sede parisina han recalado en estos últimos años los delegados que acudían a la capital francesa para poner sobre la mesa la necesaria implicación de París en la búsqueda de una salida razonable al conflicto armado.
Fue el encargado de sintetizar las intervenciones durante la Conferencia de París, celebrada en junio de 2015 en la Asamblea Nacional francesa, en la que se escucharon voces de víctimas de ETA y de la violencia de Estado, aunque desde antes y, por supuesto después, ejercería de engrasador permanente de todos los canales que pudieran ayudar a llevar a buen puerto un proceso al que los estados daban la espalda. Una actitud que nunca dejó de sorprenderle y que tampoco renunció a denunciar allá donde tuviera oportunidad.
Ello, pese a que su compromiso le costara algún que otro revolcón, como cuando la Fiscalía parisina le abrió una causa preliminar por asociación de malhechores en 2016.
Michel Tubiana siguió elevando la voz, aún con más fuerza.
Las piernas no le seguían del todo, me confesó en una avenida parisina, sentado en un banco para tomar aire. Con todo, sumó sus pasos a esa movilización Orain Presoak que llevó a 11.000 vascos a París el 9 de diciembre de 2017, y a pie de calle defendió la vuelta a su país de los presos con el mismo fervor que denunció la detención en Luhuso del grupo encabezado por otro artesano que ha dejado profunda huella, Mixel Berhokoirigoin.
Tubiana celebró como un artesano más la Jornada de Desarme llevada a cabo el 8 de abril de 2018 en Baiona, combinando palabras y ojos humedecidos en la tribuna, en un acto de obediencia civil a la paz y de desobediencia ante el desánimo que serviría de antesala de la desaparición de ETA, un año después.
Si algo resume la trayectoria vital de Tubiana es que ningún combate justo le resultó ajeno, por incómodo que fuera su compromiso. Desde 2019 han sido así numerosos sus pronunciamientos en contra de la islamofobia y del racismo en el Estado francés.
Al hilo de la disolución de ETA que siempre interpretó como un hito pero no como un punto y final, dejó escrito un mensaje que diez años después, y más al calor de ciertos episodios de ventajismo político y algunas polémicas estériles, guarda especial vigencia.
«Contar lo que ha pasado –escribió el artesano de la paz nacido en Argel– requerirá no dejar nada en la oscuridad, reconocer a todas las víctimas, devolverles su dignidad y, en definitiva, admitir que la historia no se contará desde una sola voz, porque es preciso escuchar al otro, aun a costa de asumir que sus palabras alteren nuestras certezas».