«Howard Kendall es dios para los evertonianos»
Este domingo se cumplen seis años de la muerte del técnico inglés Howard Kendall, el entrenador que llevó al Everton a ganar su último título liguero. Justo después aterrizó en el Athletic. El periodista Paul McParlan acaba de publicar un libro que recuerda esa temporada histórica de los toffees.
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El 17 de octubre se cumplen seis años de la muerte del carismático técnico inglés, el hombre que llevó a los toffees a su último título liguero en 1987 y que semanas después cambió Goodison Park por San Mamés. Fue un éxito histórico y más que merecido, ya que tras 42 jornadas, el Everton sacó nueve puntos al Liverpool y quince al Tottenham, además de ser el equipo más goleador y el que menos goles recibió. Sin embargo, tanto los medios como el gran público inglés no han valorado lo suficiente dicho triunfo. Esta es la tésis del periodista Paul McParlan a la hora de publicar su libro «The forgotten champions: Everton´s last title», cuya traducción es «Los campeones olvidados: El último título del Everton».
Miembro de la Football Writers Association, los artículos de McParlan se pueden leer en publicaciones tan prestigiosas como These Football Times, The Athletic o When Saturday Comes y es un incansable seguidor del Everton desde la década de los sesenta. NAIZ ha podido conversar con él en torno a su nueva obra, centrándose en la figura de Howard Kendall. Cuestionado en torno a las razones del a su juicio escaso reconocimiento que recibió aquella victoria del conjunto azul, se expresa de manera cristalina: «La temporada 86-87 únicamente se emitieron 14 partidos en directo, para los aficionados era casi imposible poder ver al Everton. Ganamos la liga a falta de dos jornadas en Norwich, pero no hubo retransmisión y en las noticias nacionales se emitió un resumen de un minuto y quince segundos. No hay vídeo, no hay DVD, es difícil encontrar partidos o resúmenes en Youtube, no hay nada, es por eso por lo que he elegido el título de The Forgotten Champions. Además, el estilo de juego del equipo era diferente al mostrado para conseguir el título de 1984 y algunos periodistas ingleses consideraron que el Everton no era el mejor. Eso no es cierto, de los últimos 12 partidos, ganamos 10, empatamos otro y apenas perdimos uno».
A pesar del resultado final, el comienzo del curso no fue nada sencillo, un cúmulo de dificultades que hicieron aflorar tanto la resiliencia del grupo como las virtudes de su técnico. Para McParlan, «lo que logró Kendall con aquel equipo fue algo excepcional. Veníamos de perder la liga y la copa contra nuestros vecinos del Liverpool, algo que fue un desastre para los evertonianos, y Gary Lineker, que había sido el Pichichi, dejó el club para fichar por el Barcelona. La hinchada quería que se contratase a otro delantero pero no llegó ningún nueve a Goodison Park. Además, tuvimos muchas lesiones. En el primer partido, casi la mitad del once que había ganado el campeonato de 1984 estaba lesionado y Kendall debió buscar otras alternativas. La verdad es que tuvimos mucho miedo de que el Liverpool volviese a triunfar».
Unas dolencias que afectaron a todas las líneas pero ante las que el preparador inglés supo activar a jugadores llamados a tener un rol secundario e incluso a sacarse algún conejo de la chistera. «Neville Southall, que era el mejor portero de Europa entonces, no pudo jugar hasta octubre, los laterales Van den Hauwe y Stevens no reaparecieron hasta casi fin de año, en el centro del campo Peter Reid no volvió hasta enero y otro jugador clave de la medular como Paul Bracewell se pasó el curso en blanco. Fichó a un único jugar, al carrilero de 32 años Paul Power, algo que no entendió casi ningún aficionado pero que acabó siendo clave para el éxito. Jugó por la izquierda supliendo a Van de Hauwe primero y a Sheedy después. Fue increíble que Kendall pudiese reemplazar a estos futbolistas y, al mismo tiempo, nos guiase al título».
«Los ochenta fueron muy complicados, había muchos problemas sociales y una tasa alta de desempleo. Era muy difícil vivir en la ciudad, una parte importante de la industria se alejó de aquí y conseguir un trabajo no era nada fácil»
Un éxito que trascendió de lo deportivo, ya que durante la década de los ochenta, Liverpool padeció una gran crisis económica y fue uno de los epicentros del rechazo a las políticas de Margareth Thatcher. En ese contexto, los dos equipos de la ciudad fueron capaces de lograr importantes éxitos que insuflaron alegría a una sociedad muy necesitad de noticias en positivo. McParlan recuerda que «los ochenta fueron muy complicados, había muchos problemas sociales y una tasa alta de desempleo. Era muy difícil vivir en la ciudad, una parte importante de la industria se alejó de aquí y conseguir un trabajo no era nada fácil. El fútbol fue algo que generó alegría entre las hinchadas roja y azul, ya que dentro del terreno de juego todavía éramos los mejores de Inglaterra y Europa».

El What If de la Copa de Europa de 1988
El Everton de Kendall consiguió plantar cara a su todopoderoso vecino completando un ciclo glorioso entre 1981 y 1987, «ganamos la liga dos veces, la FA Cup, la Recopa y la Copa de la Liga». El triunfo continental llegó el 15 de mayo de 1985 tras batir por tres a uno al Rapid de Viena. Apenas dos semanas después, la muerte de 39 aficionados de la Juventus tras la avalancha provocada por algunos aficionados del Liverpool en Heysel provocó la expulsión de los equipos ingleses de las competiciones europeas durante cinco temporadas. Los toffees, por tanto, no pudieron volver a tomar parte en la máxima competición continental: «El club sufrió mucho, la hinchada del Everton no lo entendió, ya que su comportamiento en la final de la Recopa disputada en Rotterdam fue muy bueno y la propia policía neerlandesa lo calificó como excepcional. No se podía comprender aquella prohibición contra el Everton, en el caso del Liverpool sí porque fueron sus gamberros los que provocaron la tragedia de Heysel. Es algo que todavía actualmente no entendemos».
Tras los títulos logrados por los reds en la Copa de Europa de 1976, 1977, 1981 y 1981, los éxitos del Nottingham Forest de Brian Clough en 1979 y 1980, la orejona cosechada por el Aston Villa en 1982, la UEFA conquistada por el Ipswich Town de Robson o la del Tottenham de Archibald en 1981 y 1984 respectivamente o la Recopa ganada por el mismo Everton ponen sobre la mesa uno de los mayores what if de la historia moderna del fútbol inglés: ¿Hubiera podido el Everton ganar la Copa de Europa de 1988?

McParlan cree que «es lógico plantearlo, éramos el mejor equipo de Inglaterra y Kendall uno de los mejores técnicos de Europa. De hecho, el verano de 1986, el Barcelona habló con él para reemplazar a Terry Venables, algo que nunca se cerró. En una Copa de Europa o similar, todo depende mucho del equipo al que te enfrentes en las eliminatorias e incluso en la final pueden darse sorpresas como la que sucedió aquella época con el Steaua. Es complicado decir de una forma clara que el Everton iba a ganar pero, sin duda, hubiéramos tenido muchas posibilidades».
«Perdimos a nuestro líder»
Los toffees no pudieron demostrar su categoría a nivel continental y, además, su técnico decidió aceptar la oferta del conjunto rojiblanco. Su salida supuso un enorme impacto deportivo y emocional, «para la comunidad evertoniana era muy difícil vivir en una ciudad en la que tu eterno rival gana todos los trofeos anualmente, pero con Kendall tuvimos varios años de éxitos. Su marcha al Athletic fue un desastre para nosotros, pensábamos que íbamos a ganar más títulos y ser el mejor equipo de Inglaterra, la mayoría de la plantilla era menor de 25 años y todo hacía indicar que podíamos conseguir más cosas, pero la salida de Kendall lo cambió todo. Su sustituto fue Colin Harvey, un entrenador fantástico, pero que no tuvo la capacidad de ser el mánager. Perdimos a Howie como entrenador, técnico y líder, aquel que te enseña el camino para tener éxito».
«Para la comunidad evertoniana era muy difícil vivir en una ciudad en la que tu eterno rival gana todos los trofeos anualmente, pero con Kendall tuvimos varios años de éxitos»
La nostalgia de lo que fue y de lo que pudo haber sido se dan la mano a la hora de hablar del mejor entrenador del Everton, el periodista inglés lo resume de forma gráfica al señalar que «Howard Kendall es dios para los evertonianos. Su nombre nos trae grandes recuerdos, es el último entrenador que nos hizo campeones de liga, desde que se marchó al Athletic hace casi 35 años, nuestro mejor resultado ha sido alcanzar la cuarta plaza en dos ocasiones».
Concluida su etapa rojiblanca y tras casi un año al frente del Manchester City, el mítico entrenador retorno al Everton en noviembre de 1990, permaneciendo en el club hasta diciembre de 1993. Sin embargo, los resultados no le acompañaron y los toffees fueron un equipo de la zona media. Su última experiencia en Goodison Park fue en la temporada 97-98, en la que a pesar de ganar al Liverpool en el derby de Merseyside y de dar paso a jóvenes como Oster, Stuart o Cadamarteri, el equipo sufrió para mantenerse en la ya global Premier League. McParlan aduce a varias razones señalando que «en su vuelta ya no era el mismo que salió al País Vasco años antes, era una persona diferente. En su regreso no tuvimos en cuenta una serie de cosas, como que él tuvo problemas con el alcohol y eso es algo que se agudizó, además el fútbol inglés había cambiado de forma sustancial pero él seguía con los mismos métodos. Otro de los problemas fue que él tuvo mucho éxito has los 40 años pero después no logró conseguir nada más como técnico. Es algo que también le ocurrió como futbolista, ya que fue campeón de liga con el Everton a los 25 y posteriormente no fue capaz de repetir el éxito».

No obstante, nada empaña el brillo de su primera etapa al frente del Everton: «Kendall es dios para los evertonianos. Su nombre nos trae grandes recuerdos, es el último entrenador que nos hizo campeones de liga y desde que se marchó al Athletic hace casi 35 años, nuestro mejor resultado ha sido alcanzar la cuarta plaza en dos ocasiones. Era una persona con la que querrías pasar muchas horas conversando. Paul Power me dijo que fue el mejor entrenador de su carrera, que nunca había encontrado a alguien igual, que era capaz de compartir chistes en el vestuario sin que los jugadores le perdiesen el respeto y que también sabía manejar muy bien a los periodistas o los directivos». En declaraciones a Liverpool Echo Gary Lineker le definió como «el maravilloso líder del mejor equipo en el que he jugado».
«Se identificó totalmente con el Athletic»
Tras el trauma colectivo sufrido por el club con el cisma entre Clemente y Sarabia, que terminó con la abrupta salida del técnico de Barakaldo de la entidad y, por ende, el paulatino desmantelamiento de la plantilla que había ganado los títulos de 1983 y 1984, el Athletic recurrió a su mayor mito para reconducir la situación. Sin embargo, la única temporada de Joxe Anjel Iribar al mando del primer equipo estuvo marcada por las salidas de Zubizarreta o Julio Salinas y una plaga de lesiones que obligó a recomponer el equipo. Una mala segunda vuelta abocó al equipo a jugar el particular play-off de descenso ideado para la temporada 86-87, aunque cabe señalar que los leones nunca corrieron el más mínimo riesgo de bajar. La eliminación en semifinales de Copa ante la Real acabó con el ciclo de Iribar.
«Le dio cierta tranquilidad al entorno del club, veníamos de una temporada no muy buena y Howard lo que hizo fue crear unas expectativas respecto a cómo iba a funcionar, de lo que él podía enseñarnos»
El entonces presidente Pedro Aurtenetxe y el gerente Fernando Ochoa dieron un golpe de mano con la contratación de Kendall, el entrenador más cotizado de Europa. Su llegada produjo ilusión tanto en la masa social como en el equipo. Así lo recuerda Luis Fernando Fernández, uno de los integrantes de la plantilla en 1987: «Fue mi primer entrenador extranjero, no hablaba castellano y en los entrenamientos necesitábamos un traductor para comunicarnos con él, era algo muy diferente a lo que estábamos habituados. Le dio cierta tranquilidad al entorno del club, veníamos de una temporada no muy buena y Howard lo que hizo fue crear unas expectativas respecto a cómo iba a funcionar, de lo que él podía enseñarnos. En definitiva, lo que hizo fue romper con lo establecido y ver cosas nuevas, transmitió algo ilusionante a la afición». Innovaciones que se evidenciaron en sus métodos de trabajo, «nos divertíamos muchísimo con él. Era un entrenador al que le gustaba mucho el balón, casi todo lo hacíamos con la pelota, partiditos o juegos de competitividad y eso le daba mucha alegría al grupo. Siempre estábamos ilusionados con ir a entrenar».
El exjugador de Errekalde vivió un situación particular al final de aquella primera pretemporada, ya que «me llamó a una reunión y me dijo que le gustaría que bajase al Bilbao Athletic. Claro, yo llevaba dos temporadas en el primer equipo y no lo entendí, decía que aquello era imposible, pero él tenía la mentalidad inglesa de que cuando un jugador se lesiona o necesita ritmo, baja al filial. Yo decía que ni hablar y él pilló un cabreo enorme, yo no le entendía pero el traductor ponía unas caras muy raras. Él, en el fondo, no quería desprenderse de mí, ni que me fuese cedido aunque yo se lo había planteado, quería que estuviera cerca y él pudiese verme. Al final acepté su consejo, aunque fue casi una obligación, y hasta diciembre estuve en el filial, en enero me llamó para un partido en Cádiz y ya me quedé».
Poco más de un mes después de aquel choque en la capital gaditana, Kendall reclutó también a un joven de 19 años llamado Ritxi Mendiguren. «Yo venía de haber debutado la temporada anterior con Iribar pero participé únicamente en tres partidos, volví al Bilbao Athletic y aquel proceso me lo tomé con la tranquilidad y tiempo. Llevaba tres años en el club y el propio Iribar, Iñaki Sáez, Txetxu Rojo o Niko Estefano hicieron un gran trabajo en el proceso que nos llevó a aquella quinta de jugadores a ascender al primer equipo. En ese sentido, yo creo que Howard encajó muy bien, se insertó bien el entorno, desde el principio supo a qué club venía y su forma de ser, muy natural y sencilla, también influyeron. Yo me asiento a mediados de la temporada 87-88, justo cuando él ya tenía completamente en marcha su proceso de adaptación al club. Para un jugador que está empezando también es más fácil al ver que el entrenador tiene una serie de ideas claras, que apuesta por ti y que el club tiene un planteamiento claro en el club en pro de un cambio generacional». En su siguiente partido, marcó un tanto que sirvió para ganar en el Camp Nou.
«Hizo como una pequeña transición con gente como Rocky Liceranzu, Isma Urtubi o Estanis Argote y los que fueron subiendo, logró crear un ambiente fenomenal»
Ambos coinciden a la hora de destacar su labor, para Luis Fernando «la primera temporada fue muy buena, entramos en Europa, el juego del equipo gustó y también consiguió subir a una camada importante que se fue consolidando. Hizo como una pequeña transición con gente como Rocky Liceranzu, Isma Urtubi o Estanis Argote y los que fueron subiendo, logró crear un ambiente fenomenal». Mientras que Mendi subraya que «había que tener paciencia porque veníamos de ganar Ligas pocos años antes y también de un curso algo difícil en la temporada 86-87. Ese cóctel ayudó a que el equipo volviera a tener buenos resultados. Él supo gestionar muy bien gestionar muy bien los lugares comunes que debe de tener un vestuario pero también los más particulares y, sobre todo, el saber a qué club y en qué contexto lo diriges».

El preparador inglés dio la alternativa a varios cachorros y asentó a otros jóvenes que habían debutado previamente, para Luisfer «el legado que dejó se puede ver en los jugadores que ascendió al primer equipo: Rafa Alkorta, Ander Garitano, Andoni Lakabeg o Ritxi Mendiguren». No fueron los únicos, ya que Urrutia, Lizarralde, Ayarza o Eskurza también tuvieron sus primeros minutos como leones bajo su dirección.
En su primera temporada, el Athletic logró el cuarto puesto, clasificándose para Europa. Algo que no volvió a repetir un año después, en un curso irregular que Ritxi Mendiguren rememora asi, «fue especial y raro a nivel clasificatorio, tuvimos una racha malísima, estuvimos nueve partidos sin ganar, fíjate que eso actualmente parecería una hecatombe, aunque yo pienso que tendríamos que ser un poquito diferentes. En aquel momento, llegó su amago de espantada al Newcastle antes de jugar con la Juventus en Italia, pero tanto él como el equipo salimos reforzados de esa situación tan delicada, aunque es verdad que nos dejó un poco helados cuando parecía que se iba a ir. Después tuvimos tres empates, incluido un tres a tres en el Bernabéu, el equipo se rehizo y en la segunda vuelta encadenamos otros nueve partidos puntuando, nos faltó un pequeño empujoncito para volver a entrar en la UEFA». Precisamente esa igualada en el coliseo blanco es el mejor recuerdo futbolístico de Luis Fernando a las órdenes de Kendall, «fue un encuentro muy bonito y además marqué un gol, yo no metía muchos y quizá por eso lo tenga en mente. Empatamos a tres, íbamos todo el rato por detrás y al final casi ganamos, ya que tuvimos un remate de Ritxi al larguero».
Su periplo terminó un 13 de noviembre de 1989, después de una derrota por cuatro a cero ante el Real Madrid. Las expectativas generadas tras los fichajes de Loren, Ripodas e Iturrino provocaron que el inicio de aquel curso 89-90 fuese tildado de insuficiente. Pese a ello, Mendiguren explica que «estuvo once partidos de Liga, de los cuales ganamos cuatro, empatamos tres y tuvimos dos derrotas en Sevilla y el Bernabéu, algo que puede entrar dentro de lo posible. Allí acabó su etapa en el Athletic, pero personalmente me dejó un recuerdo muy grato y creo que a toda la afición también». Algo en lo que incide al señalar que «con perspectiva, la sensación que me da a mi es que todo entrenador tiene vértigo a no responder a las expectativas puestas en él. En el caso de Kendall, al interiorizarse bastante con el club, digamos que tocó mucha tierra, eso es algo que creo que le pudo pesar en sus decisiones. Queda su despedida, cómo se despidió del Athletic y cómo se veía su sentimiento hacia nuestra entidad, cómo le impregnó, llegando a decir que era el mejor club del mundo. Esa simpatía siempre la tuvo, con nosotros era igual que con la prensa o la afición, no era algo impostado, era su forma de ser».
«Era una persona alegre, muy competitiva, que entrenaba con nosotros y sudaba la gota gorda. Yo siempre le he tenido como alguien honesto, que iba de frente, y eso en el mundo del fútbol es muy importante. Se identificó totalmente con el Athletic y su entorno, eso nos ganó»
Por su parte, Luis Fernando remarca que «era una persona alegre, muy competitiva, que entrenaba con nosotros y sudaba la gota gorda. Yo siempre le he tenido como alguien honesto, que iba de frente, y eso en el mundo del fútbol es muy importante. Se identificó totalmente con el Athletic y su entorno, eso nos ganó. Fue un hombre que para ser de una cultura tan diferente a la nuestra, se identificó bastante con nosotros, con nuestra manera de pensar y de ser, se enamoró un poquito del funcionamiento y significado del club, eso es algo que hay que tener en mente. Yo le tengo mucho cariño». Desde Inglaterra, Paul McParlan lo resume diciendo que «Howard trató de ser un vasco más».