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Interview
Javier Peña
Creador de la plataforma ‘Hope! En pie por el planeta’

«Estamos cerca del borde del precipicio, pero a tiempo de salvar el planeta»

Javier Peña (Madrid, 1986) creó en 2018 la plataforma ‘Hope! En pie por el planeta’ con el objetivo de trasladar la información científica sobre el cambio climático a las redes sociales y a la calle. Sus vídeos cortos acumulan millones de reproducciones.

Javier Peña. (NAIZ)

Dos acontecimientos llevaron a Javier Peña a crear la plataforma “Hope! En pie por el planeta”: el informe del IPCC del año 2018, que advertía de que estábamos a 12 años de llegar al punto de no-retorno de la crisis climática, y el nacimiento de su primer hijo. Pese a que siempre se ha considerado un «naturalista», reconoce que esa realidad le golpeó en la cara y sentía la necesidad de hacer algo. «Hay una distancia muy grande entre los temas que abren las portadas de los medios y la gravedad extrema que ponen los científicos sobre la mesa», destaca. Para «cerrar esa brecha», comenzó a subir vídeos cortos sobre el clima y hasta dejó su trabajo.

Usted se percató de la gravedad del cambio climático y de la necesidad de actuar ya. ¿Qué hace falta para que mucha gente también lo crea?
Solo hace falta abrir la ventana. Los extremos climáticos que estamos viviendo no tienen precedentes. Vivimos una ola de calor que afecta a 1.500 millones de personas con temperaturas que  superan el límite de tolerancia del cuerpo humano y que están provocando el fracaso del 50% de cereal en grades zonas de la India. Es una realidad que ya no es objeto de discusión, y la única pregunta es hasta dónde vamos a dejar que crezca.

¿Es difícil divulgar sin caer en el desánimo? Lo digo porque el mensaje catastrofista puede estar basado en la ciencia.
Desde luego, por responsabilidad moral, no se puede sacar la realidad de tu discurso. Pero a la vez es necesario poner el foco en que este es un problema que todavía tiene solución. El tiempo se está acabando, pero tenemos todo lo que hace falta para resolver esto a tiempo. Hace falta voluntad política e información. En las democracias, el poder lo decide la ciudadanía, la opinión publica, y si esta cambia no hay nada que se pueda poner en medio.

Ahora prepara una docuserie.
Conseguimos con éxito finalizar el crowfounding ambiental más grande de la historia de España.  Hemos conseguido 140.000 euros y estamos desarrollando una docuserie que, a lo largo de diez capítulos, va a desgranar qué tendría que cambiar, cuáles son las soluciones con más potencial para transformar toda la economía, desde la forma en la que nos movemos a la forma en la que nos alimentamos. Esta puede ser la década en la que se cometió la mayor irresponsabilidad de la historia, que es la de no actuar, o en la que se produjo la mayor evolución social.

¿Cuáles son las medidas de mitigación que hay que tomar ya?
Hay muchas que son muy efectivas en relación coste-resultado. Es necesario completar la transición a las renovables, aislar nuestras viviendas para que consuman menos energía, electrificar todas nuestras calefacciones, hacer una transición en el modelo agroalimentario hacia la agricultura regenerativa...

¿Es posible una transición de tecnologías fósiles a tecnologías renovables?
Es totalmente factible, ahorraría mucho dinero y, según cálculos de la universidad de Stanford, se reduciría nuestro consumo energético en un 50%, simplemente por una cuestión de eficiencia. Hay cientos de estudios cada año que se publican desde las más altas instituciones científicas que certifican que las renovables y el almacenamiento están preparadas para reemplazar a los combustibles fósiles.

La mayoría de la energía que consumimos no tiene forma de electricidad y varios economistas ecológicos y también científicos advierten de que es inviable pensar en sustituir las fuentes de energía y seguir creciendo, en seguir consumiendo a estos niveles.  
Hay muchos estudios que también analizan la disponibilidad de materiales que afirman que sí que se puede completar una transición total, que a nivel de recursos no es un problema. Sin embargo, todas las energías, aunque sean muy pequeñas, tienen una cierta huella y creo que es inteligente reducir al máximo nuestro consumo. Simplemente aislando nuestros edificios se pueden reducir nuestras necesidades energéticas en las viviendas en un 70%. Es necesario un nuevo modelo de movilidad, lograr economías con una producción más local. Hay mucho que se puede hacer para poner nuestras economías dentro de los límites planetarios.

Vivimos una escasez de materiales y de energías, y un inconveniente de las renovables es que dependen de los combustibles fósiles.
En una economía que funciona con combustibles fósiles, todo depende de estos. Ese es un argumento inmovilista. Para producir los dispositivos y las fábricas de gas natural hubo que hacerlo con fábricas basadas en carbón; era lo que había. En toda transición hay un periodo de convivencia. Gran parte de la industria es descarbonizable y puede electrificarse o funcionar con hidrógeno verde, desde la maquinaria y transporte pesado... hay soluciones viables que ya están en marcha.Es cuestión de voluntad política, no de imposibilidades técnicas.

Supongo que la clasificación de la energía nuclear y el gas dentro de la taxonomía verde no va por ese camino.
Es un disparate. La energía nuclear estaba ya muerta, es 3-4 veces más cara en las renovables y se tardan 10-15 años en construir una central, con lo cual en este tiempo de transición está fuera de juego. Lo del gas me parece una puñalada. Creo que una de las pocas cosas positivas que vamos a sacar de la catástrofe ucraniana es que el gas va a tener desaparecer de nuestro mix energético porque el que viene de otros lugares es más caro y el hidrógeno y la electrificación van a reemplazarlo.

Pasemos a la producción alimentaria. Comemos combustibles fósiles y la agricultura es petrodependiente. ¿Qué cambios deberían producirse?
La mitad de la superficie habitable del planeta se dedica a producir alimentos. El suelo está siendo arrasado por la agricultura industrial y tenemos que evolucionar hacia un modelo regenerativo que trabaje con la naturaleza, que se apoye en la biodiversidad del suelo y que lo haga menos dependiente de los fertilizantes producidos con combustibles fósiles. La agricultura regenerativa puede capturar gigatoneladas de CO2 y convertirse en un arma de acción climática de primer nivel.

¿Son primordiales también las políticas climáticas para impulsar cambios en los hábitos?
Son imprescindibles. Podemos hacer mucho como consumidores, como presionar a los gobiernos, que determinan lo que es legal, qué modelo incentivan. En el BOE y en la Comisión Europea está la llave. Estamos en mitad de una emergencia y hay que tomar medias de emergencia.

¿Están las empresas dispuestas? Unas pocas son responsables de la mayoría de las emisiones contaminantes.
Ese es un dato que me parece sesgado porque la mayoría son empresas de combustibles fósiles que son distribuidoras de energía que luego cada uno quema en su casa o en su coche. Pero sí, las empresas son una pieza clave, y están siendo sensibles al cambio de la demanda de los consumidores. Saben que no hay futuro viable para una empresa que no sea sostenible dentro de diez años. Pero no podemos confiar en su buena voluntad, tienen que entrar dentro de legislaciones que les obliguen a tomar cambios.

¿Y la gente? En redes aparecen muchos mensajes que dicen que para qué voy a hacer algo si luego los gobiernos y empresas no hacen nada.
Sí, es uno de los argumentos retardacionistas. El gobierno tiene que cambiar, pero tú tienes que reducir tu consumo de carne, intentar utilizar menos el coche, comprar solo las cosas que necesites... cada una de las cosas no es la solución pero es parte de la solución. Se tienen que dar una revolución de los comportamientos individuales, en el ámbito de las empresas y en el ámbito de la acción legislativa.

Respecto a esa última, las conclusiones de la cumbre de Glasgow son decepcionantes.
Siempre se da esa misma desazón, se firman acuerdos no vinculantes, que no tienen repercusiones en caso de no cumplirlos. Acaban de decir que tenemos un 50% de posibilidades de superar los 1,5 grados, aunque no sea de forma estable, en cuestión de cinco años, y el incremento de los daños es exponencial con cada décima de grado y nos acercamos a un precipicio en el que no sabemos dónde esta el borde todavía, solo que está cerca. Pero lo que subyace en todos los informes del IPCC es que estamos en la década clave, que estamos a tiempo.