El Giro se decide en un escenario acostumbrado a la épica
Sestriere, puerto icónico del ciclismo, ha sido testigo de gestas memorables: Coppi (1952) asombró al mundo, Chiappucci (1992) hizo vibrar al Tour frente a Indurain, y Froome (2018) selló su grandeza en el Giro. Un escenario donde siempre reina la épica.
You have run out of clicks
La estación invernal de Sestriere tiene una peculiaridad, una especie de doble identidad. Se encuentra en el Piamonte italiano, pero a escasos kilómetros de la frontera con Francia. Por eso ha sido incluida en el Giro once veces y otras diez veces más, ha entrado en el recorrido del Tour. Tiene además otra particularidad; la frecuencia con la que se convierte en escenario de etapas épicas.
Allí fue donde Coppi se exhibió, en un alarde de superioridad. Porque, igual que hacía Merckx y hace hoy en día Pogacar, el italiano ganó en los años 40 y para los 50 ya era una leyenda. En el Tour del 52, en una etapa que parecía un capricho de la organización, haciéndoles subir la Croix de Fer, el Galibier, Montgenevre y Sestriere, Coppi se marchó en el primer puerto. Más de 140 km después, subiendo y bajando por carreteras aún por asfaltar, llegó a la meta de Sestriere con una ventaja de siete minutos sobre el segundo, el español Bernardo Ruiz. Un mito como Bartali llegó aquel día a más de diez minutos. Y lo gracioso es que Coppi no necesitaba aquellos alardes, porque ya contaba con una ventaja de varios minutos en la general.
El día que Chiappucci se ganó nuestro corazón
Cuarenta años después de aquella victoria, otro italiano brilló en Sestriere y lo hizo, de nuevo, en una etapa del Tour. Claudio Chiappucci siempre ha sido un ciclista muy querido; en Italia, por supuesto, pero también en Euskal Herria. No tenía las condiciones extraordinarias de Indurain, tampoco las de Bugno o Lemond y era consciente de ello.
En el Tour del 92 había otra broma pesada de la organización. 254 kilómetros, pasando el Iseran, de categoría especial, además de otros dos puertos de 1ª y un puerto de 2ª, para terminar ascendiendo a Sestriere. Asesinos, les llamó Octave Lapize en 1910 y cada cierto tiempo, a los organizadores del Tour les gusta revitalizar aquella expresión.
Seguramente, Chiappucci no hizo muchos cálculos cuando atacó ese día a 225 kilómetros de meta. Es probable que no le moviera más que el deseo de ganar aquel Tour, que ya perdía más de tres minutos con Indurain y que todavía quedaba una contrarreloj por delante. Por eso se marchó y llegó a tener más de cinco minutos de ventaja, antes de que el cansancio empezara a pasarle factura.
A falta de escasos kilómetros, Indurain, ya solo en su persecución de Chiappucci, había reducido la diferencia a 57 segundos. Se acercaba al italiano, rodeados ambos por numerosos tifosi que dificultaban su avance; porque sí, los italianos aman el ciclismo tanto como los vascos, pero gritan y se mueven mucho más. Y cuando todo el mundo esperaba que alcanzara a Chiappucci, a Indurain le entró una pájara y el italiano pudo llegar en cabeza a Sestriere. Miguel, desfallecido, se aseguró el maillot amarillo, que ya no soltaría hasta París. Porque no, Chiappucci no tenía las condiciones de Indurain, pero le sobraba para ganar una de las etapas de montaña más grandes que se recuerdan.
La revalida de Chris Froome
26 años después de aquello, Chris Froome se reivindicó en una etapa en la que debían subir el Colle del Lys, de 2ª, el Colle delle Finistre, cima Coppi de esa edición y Sestriere. Y seamos honestos, son muchos los que cuestionan el nivel de Froome, justificando sus 4 Tours, 1 Giro y 2 Vueltas con que contaba con el apoyo del equipo que revolucionó el ciclismo la pasada década. Pero hubo un día en el que Froome demostró su verdadera calidad y su hambre de victoria y fue cuando el Giro pasó por Sestriere.
Quedaban sólo tres etapas para terminar la edición de 2018 y Froome marchaba en cuarta posición, a más de tres minutos del líder, Simon Yates. Sky, que controlaba al detalle, desde la alimentación, hasta el físico de los ciclistas, aceptó la estrategia descerebrada de su líder. Marcaron el ritmo de carrera y en el sterrato del Colle delle Finistre, Froome se marchó en solitario.

Quedaban 80 km por delante, pero aquel día dio una exhibición de ciclismo. En la meta aventajó en más de tres minutos a sus principales rivales. Cuando alguien le cuestione por haber contado con el respaldo del equipo Sky, Froome podrá recordar el día que ganó el Giro en el Colle delle Finistre y en Sestriere.
Fue en una etapa muy similar a la de este sábado, subiendo ambos puertos una vez más. Ya han caído Roglic y Ayuso. Ahora, Del Toro, Carapaz o Yates tendrán que buscar la victoria, antes del homenaje final en Roma y ya sabemos que Sestriere es un escenario acostumbrado a la épica.