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Interview
Amaia Remírez y Raúl de la Fuente
Premio Príncipe de Viana de la Cultura 2025

«Siempre buscamos historias, pero la sensación es que nos escogen ellas»

Raúl de la Fuente y Amaia Remírez (o viceversa) son la pareja de documentalistas que se esconden tras la productora Kanaki Films, que ha recibido el premio Príncipe de Viana. Sus trabajos, desde 'Un día más con vida' al último 'Los Williams', se caracterizan por un fuerte compromiso humano y social.

Raúl y Amaia, descansando antes de recibir el premio Príncipe de Viana a la Cultura. (Jagoba MANTEROLA | FOKU)

Conozco a Amaia y Raúl desde hace demasiado tiempo y ella es muy directa. Habla por teléfono mientras arranca malas hierbas del jardín. En cuanto cuelga, lo suelta: «¿Tú ya has visto nuestras pelis?». Inútil esconderse. «Unas sí, la mayoría no. Me gusta más leer libros. Hace años que siento que paso demasiado tiempo delante de pantallas», confieso mirando hacia la gata que se estira al sol. «¿Entonces qué nos vas a preguntar?», insiste. «¿De las películas? Supongo que nada. De eso no había pensado preguntaros nada».

Se me hizo raro que el premio Príncipe de Viana a la Cultura se diera a una productora y no directamente a las personas que están detrás.

Amaia Remírez: Creo que está bien así. Es la productora desde la que hemos hecho todas las pelis juntos. Nuestro sello.

Raúl de la Fuente: El nombre viene del país Kanak (Nueva Caledonia), cuando fuimos a presentar 'Nömadak' a un festival. Quiere decir «ser humano» en la lengua kanak. Kanaki somos nosotros dos, Amaia y yo, aunque la productora crece y decrece según el proyecto y las colaboraciones. Hemos llegado a tener que dirigir a 500 personas a la vez. Pero tiramos para adelante mano a mano.

¿Por qué hacéis esto que hacéis? ¿Por qué documentales? ¿Por qué esos documentales?

A.R.: Siempre me ha gustado contar historias y que me las cuenten. Primero hice cosas de periodismo, pero pronto di con el documental y me enganchó. Cuando estudiaba pensaba más en dedicarme a la ficción, pero conocí las herramientas del documental y me gustó. Esto te permite acercarte a mucha gente, conocerla, conocer su vida, sus dificultades... Te permite desarrollar tanto la narrativa como la curiosidad social.

R.F.: Quizá nos dediquemos a esto porque es la única forma que nos ha permitido llevar una vida de película. No encuentro una forma más libre, feliz y enriquecedora de vivir que viajar por el mundo tratando de buscar historias de lucha, superación, supervivencia y batalla, de justicia social. Enaltecer personajes que merecen ser grandes. Buscar la belleza en sus vidas y forma de ser. La verdad que nunca pensé que podría hacerlo durante tanto tiempo. Son 20 años ya. Empecé a viajar siempre pensando en que se acabaría ese nomadismo, que luego llegaría esa vida más normal, más convencional. Sintiéndome un impostor, en definitiva.

Habéis dado motivos de tipo personal, de autorrealización. Y lo siento, pero no cuadra. No elegís cualquier tema. Si miramos la filmografía hay mineras bolivianas, Angola, travestis en Sarajevo, Haití, migrantes... Todas distintas facetas de la injusticia y la desigualdad. No es viajar por viajar. El patrón no es egoísta, sino comprometido.

R.F.: Los proyectos nos escogen, suceden en el corazón. No tengo un interés en contar determinado tipo de historia. Apareció Kapuscinski, leímos 'Minerita' (Ander Izagirre, Dani Burgi), apareció Nömadak. Es cierto que Amaia y yo solemos coincidir en los temas que nos vuelven locos. Siempre andamos buscando historias, pero la sensación final es de que nos escogen ellas.

El éxito os llegó hace bastante tiempo. Estoy seguro de que eso tiene que ser aterrador. A fin de cuentas, al ser temas tan distintos, hay que comenzar vez desde cero y, a su vez, asumir el riesgo de caer cada vez desde más arriba.

A.R.: No puedes ponerte retos u objetivos comparándote con lo que has hecho antes. O al menos nosotros no lo hacemos. Cada proyecto nuevo crea su propio mundo. Nos metemos a tope en lo que ofrece ese universo y lo llevamos hasta donde podemos. Con 'Los Williams', que es la última peli, sí que buscamos dar con un público objetivo más amplio que con las anteriores. Pensamos que a través del fútbol íbamos a poder tratar los temas que de verdad nos interesan y hacer que llegaran a más gente. Pero la idea no es superarte, sino dar el 100% en cada cosa que haces. Con suerte, ahora, con el premio podremos trabajar con un poco más de calma. Han sido años muy intensos, muy exigentes, con varios proyectos conviviendo a la vez.

R.F.: Siempre intento que lo que estoy haciendo sea lo mejor que he hecho hasta ese momento. Eso me hace sufrir mucho. Lo paso mal, pero no sé hacerlo de otra manera tampoco. Supongo que hay un sufrimiento intrínseco en la creación, que a mí me llega sobre todo durante el montaje. Es importante disfrutar del camino, pero se sufre. Los dos últimos años y la fase final de 'Un día más con vida' resultaron muy muy duros.

Los temas sociales y la lucha por la dignidad de los desposeídos centran el trabajo de Kanaki. (Jagoba MANTEROLA | FOKU)

Pero hay ciertas maldiciones, como la del actor del Goya revelación, que luego no encuentra trabajo. Algo tendréis para haber esquivado eso tras «Un día más con vida».

A.R.: Varios de los reconocimientos más importantes llegaron muy pronto para mí. 'Un día más con vida' fue el primer largometraje que produje, el primero en el que escribía. No sé si volveré a hacer una película así de grande. Lo tengo asimilado y no me importa. Hay que disfrutar de cada proyecto.

R.F.: Aquella película estaba destinada a no nacer. Y tuvo la suerte de hacerlo hace más de diez años. Hoy en día el mercado ha cambiado, es muchísimo más agresivo. Esa película no habría sido posible por muchas razones, económicas y de distribución, pero también otras. Era una película tan política, tan especial, tan artística que tuvo la suerte de nacer en una época apropiada. Nos lo han dicho otros productores: era demasiado grande, demasiado política y con demasiado riesgo. Desde que arrancamos hasta el estreno en Cannes pasaron diez años. También éramos otras personas, no teníamos hijos en esa época.

A.R.: Nos han dicho que no parecía una peli española. Fue una coproducción con cuatro países, en Angola, que mezclaba animación e imagen real.

Estamos en un momento en el que se duda de todo y no nos dejamos emocionar por nada, en el que apenas concedemos un segundo a cada titular que aparece en una red social. En vuestros trabajos se busca una conexión emocional que evita esa forma cínica de contemplar el mundo.

R.F.: El documental tiene un aspecto psicológico. Haces los documentales en función de qué tipo de persona eres. Kapuscinski decía que no puedes ser un buen periodista, si no eres una buena persona. Supongo que es el corazón lo que primero se presenta y que luego llega la cámara. Eso es lo bonito de enfrentarte a una persona, a un protagonista. Hay que generar una gran confianza, para que esa persona se muestre. Cuando lo logras, aflora la belleza.

Llama la atención que, después de recorrer el mundo buscando historias, estemos aquí en un pueblo de medio centenar de personas. De lo global a lo ultralocal.

R.F.: Llevo 25 años en este pueblo. Es un sueño vivir en nuestra tierra, donde nos sentimos realmente bien, y poder viajar por todo el mundo en busca de vidas extremas que emocionen a los espectadores.

Seamos sinceros. La navarra es una sociedad cerrada que vive bien y que, la mayoría de las veces, no le importa nada qué ocurra más allá. Y desde este pueblo un tanto aislado, habéis relatado historias de mineras bolivianas que son las que ahora llegan a cuidar de los ancianos o de familias que cruzan en patera y acaban trayendo a futbolistas que emocionan a la hinchada.

A.R.: El otro día hablábamos de que, últimamente, con las personas que más nos relacionamos es con gente que ha venido de fuera. Nos gusta la personalidad de la gente que migra, de aquel que ha cruzado fronteras.

R.F.: Mis padres fueron migrantes. Mi abuelo era un nómada, que trashumaba desde la Sierra de Gredos hasta Extremadura. Mi otro abuelo era vendedor ambulante con un carro por Castilla. Algo de sus vagabundeos me ha quedado. Me encanta cuando triunfa la gente sencilla, los humildes que logran su objetivo. Por eso me interesa la América Latina con sus grandes revolucionarios, como el Che, como Fidel, Cuba y la utopía. Siempre soñé con conocer Cuba y llegué por primera vez en 1995. Luego vino África, Etiopía en el 98.

Muchos grandes periodistas de internacional que han corrido riesgos muestran cierto desencanto. Hace no tanto se tenía algo de fe –tampoco tanta, pero sí algo– en la justicia internacional. Ahora parece que todo ha muerto.

A.R.: Hay algo que no podemos dejar pasar en esta entrevista, que es lo que está sucediendo en Gaza. Lo estamos viendo todos, lo estamos contemplando, estamos siendo testigos de que a poco más de 3.000 kilómetros está habiendo un genocidio. Lo que sucede ahí es lo que más me golpea, me duele, lo que me revienta la cabeza. No estamos haciendo nada. No concibo cómo en el 2025 podemos tener un genocidio al lado de casa.

R.F.: Ha caído una época. Recuerdo que cuando era joven el mundo era más idealista. Me gustaba más navegar un mundo así. El idealismo flotaba en las historias. Era un idealismo político que aquí lo teníamos también. Hoy es más difícil de encontrar, pero sí que hay personas que siguen luchando por una vida mejor y que luchas por la justicia. Otra cosa es que se les dé la razón o que estén perdiendo. Pero, mientras exista esa gente, nuestro trabajo tiene sentido.