Curtidores, el maloliente barrio de Iruñea prácticamente desaparecido a orillas del río Arga
A orillas del río Arga y pegado al lienzo norte de la muralla de Iruñea, se levantaba hasta mediados del siglo pasado el barrio de Curtidores, situado en ese lugar para alejar de Alde Zaharra el maloliente curtido de pieles para elaborar el cuero y del que solo queda un edificio en ruinas.
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El trabajo de memoria histórica que ha realizado la peña La Única y los últimos episodios del devenir del único edificio que sigue en pie en el lugar, aunque sea en ruinas, han traído al presente el barrio de Curtidores, la maloliente zona de Iruñea que existió a orillas del río Arga hasta mediados del siglo pasado.
Recibía ese nombre por la actividad que se desarrollaba en el mismo y que consistía básicamente en el curtido de las pieles para la elaboración del cuero con el que fabricar calzados, odres, bolsos, correajes y arneses, entre otros útiles.
Para poder acometer estas tareas, se requería abundante agua, lo que explicaría que las tenerías o adoberías, como se llamaba a esos establecimientos artesanos, se hubieran instalado a orillas del río.
Pero también había un segundo motivo y consistía en que las pieles que se empleaban y las sustancias con las que estas se curtían desprendían un fuerte olor, por lo que se procuraba alejarlas del centro de las poblaciones. De hecho, en el siglo XVI se llegó a celebrar una consulta popular en la ciudad sobre el emplazamiento del teñido y curtido de pieles.
Esa circunstancia de estar levantado extramuros de Iruñea también hizo que por esa época, concretamente en 1599, se creara en el barrio un centro de cuarentena para enfermos de peste.
El puente
Ese uso epidemiológico fue efímero dentro una actividad principal que se centraba en raspar pieles, tensarlas y aplicarles sustancias como sal o alumbres para convertirlas en cuero. Algunas de ellas eran puestas a secar en el cercano puente de Arrotxapea, del que, a partir de los años 80 del pasado siglo, se fue extendiendo el topónimo de Curtidores, aunque la denominación correcta es la que hace referencia al barrio iruindarra, como insisten los expertos.
Ese puente tan ligado a la historia del barrio de Curtidores fue levantado en tiempos medievales y puede tratarse del Puente Nuevo al que hace referencia el poema que Guilhem de Anelier dedicó a la guerra de la Navarrería de 1276, aunque su estructura actual estaría datada en el siglo XVII.
Su aspecto presente es consecuencia de las obras que se realizaron en 1986, cuando se añadieron los vuelos de hormigón que luce a cada lado, se asfaltó la calzada y se pusieron las aceras adoquinadas y las barandillas metálicas.
Salón El Venecia
Así como el puente ha sido restaurado y mejorado con el paso del tiempo, no sucedió lo mismo con los edificios que conformaban el barrio de Curtidores, que llegó a acoger en los años 30 del siglo XX el salón El Venecia. En ese local se celebraban verbenas las tardes de los días festivos y se constituyó la peña La Única entre 1931-33.
Durante la semana, en El Venecia se alquilaban barcas para navegar por el Arga. Eran de color azul cobalto claro y otras eran de tono bermellón. Con ellas, se podía navegar hasta la presa de Santa Engracia y hasta las Mañuetas. La hora de barca salía por cinco ochenas.
Ese salón de baile estaba enmarcado por las viejas fábricas de curtidos, que estaban presentes en los dos lados del Arga, lo que evidenciaba lo pujante que llegó a ser este sector en la economía de la Iruñea de la época.
Sin embargo, con el paso del tiempo, este oficio artesano empezó a perder vigencia, lo que hizo que el peculiar barrio iruindarra entrara en decadencia. Los edificios fueron quedando vacíos y terminaron convirtiéndose en ruinas que fueron demolidas, de tal manera que prácticamente desapareció por completo en la segunda mitad del siglo pasado. En el lugar que llegó a ocupar, ahora campa a sus anchas la maleza.
El último vestigio
El único vestigio de lo que fue Curtidores es un inmueble actualmente en ruinas conocido como la Casa de Barquilleros. Estuvo habitada hasta 2007, para posteriormente convertirse en refugio de personas sin hogar. En 2012 sufrió un incendio que afectó a la cubierta y parte de su estructura, situación que se repitió años más tarde, el 6 de julio de 2021.
En 2018, sus propietarios se plantearon rehabilitar el inmueble para poner en marcha un proyecto que contemplaba habilitar cinco viviendas y un dúplex, pero su petición de licencia fue rechazada por la Confederación Hidrográfica del Ebro y el Ayuntamiento de Iruñea.
En octubre de 2024, una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Nafarroa dio su visto bueno a la reforma del edificio, pero un mes más tarde, los propietarios descartaron ejecutar el proyecto, aunque planteándose la posibilidad de transferir la licencia a terceros, ya que habría promotores interesados en el mismo.
El Consistorio, que decidió no recurrir la sentencia del TSJN, ha mostrado su disposición a «recibir propuestas» para ese último edificio de Curtidores. Así que es posible que en un futuro, esa zona de la orilla sur del río Arga recupere parte de la vida que llegó a tener durante siglos.