A la tercera va la comedia
Alegaba Robert McKee que una tragedia, dos veces, es solo más drama; ahora, a la de tres, pasa a ser comedia. Para Colin Farrell (Castleknock, 1976), ‘Ballad of a Small Player’ puede interpretarse como tercera vuelta y viaje de regreso de una carrera marcada por unos inicios algo embarrados.
El irlandés quiso ser futbolista como su padre y tío hasta que a los quince se decantó por un oficio «menos significativo», la interpretación. Tras una década de trabajos como modelo, bailarín de country y castings fallidos para boy bands, finalmente captó la atención de los estudios en el reparto de ‘Tigerland’, de Joel Schumacher (2000). La siguieron ‘Alejandro magno’ de Oliver Stone, que le abrió las puertas a los papeles protagonistas pero fue un batacazo crítico y comercial como pocos. Luego sería el capitán John Smith en ‘El Nuevo Mundo’ de Terrence Malick, película que aspiró a competir en fracaso con la de Stone, y casi lo supera.
Sumemos drama: la tumultuosa llegada a la fama de Farrell se enroca aún más con la comidilla que daba su alcoholismo y drogadicción a la prensa amarilla, bien escandalizada ya por los romances y destapes de la «cara guapa» del cine. Admite no tener recuerdos del rodaje de ‘Corrupción en Miami’, la versión de Michael Mann de 2006 junto a Jamie Foxx, y entró a rehabilitación justo al terminar el rodaje de aquella película.
Su amigo Martin McDonagh volvería a darle una oportunidad dos años después, en la negrísima ‘Escondidos en Brujas’, por cuyo papel como asesino a sueldo suicida –de tipo nervioso, un andrajo social– se ganó una aceptación popular sin precedentes y hasta el Globo de Oro. Empezó a trabajar de nuevo, en todo los papeles más variopintos: primero vinieron las tacitas de ‘La señorita Julia’ (2014), luego sería el príncipe azul pero no intachable de ‘La seducción’ de Sofia Coppola y de las ‘Viudas’ de Steve McQueen. Como padre maduro lo vimos en ‘After Yang’, y en ‘Langosta’ y ‘El sacrificio del ciervo sagrado’, cuando Yorgos Lanthimos aún hablaba más a susurros que a gritos.
Desde entonces, Farrell ha marcado tendencia. Se subió a la ola de la televisión de calidad a tiempo para la muy exitosa temporada de ‘True Detective’, ganó un Globo de Oro más como el Pingüino y otro, en su regreso al patetismo simpático de la mano de Martin McDonagh, en la aplaudidísima ‘Almas en pena de Inisherin’, por la que ganó la Copa Volpi. Atrás quedaban los embarrados del actor con la adicción.
De forma que solo puede interpretarse de regreso y como forma tranquila de reírse de uno mismo el que Farrell interprete hoy a un corredor de apuestas escondido en Macao, donde malgasta sus días y noches entre juegos de azar y alcohol con el poco dinero que aún le queda. Así le veremos en ‘Ballad of a Small Player’, de Edward Berger (Cónclave’), que compite en Zinemaldia.