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Osasuna y Lisci, una simbiosis aún pendiente

El primer cuarto de liga deja inquietud en el osasunismo tras el 2-3 ante el Celta. Paradójicamente ha sido tras el mejor partido quizás de la campaña, y sobre todo el que confirma que Lisci va reformulando sus pretensiones iniciales en función de lo que tiene en la plantilla.

Budimir esta vez sí estuvo muy abastecido y lo agradeció con dos goles, pero su adaptación al sistema Lisci, o viceversa, sigue a debate. (Jagoba Manterola | Foku)

Alessio Lisci llegó a Iruñea con un sueño reconocido: mostrar en Primera con Osasuna lo que logró en Segunda con el Mirandés, un equipo moderno y vibrante, a tono con lo que quiere la grada rojilla. Para Osasuna, Lisci no era un sueño pero sí una expectativa: la de reinventarse superando la nostalgia de Arrasate y el continuismo descafeinado de Moreno. Pasado ya un cuarto de liga este domingo, el sueño se va tornado en realismo y la expectativa en preocupación.

Un análisis objetivo y desapasionado de la plantilla ya vaticinaba que nada tenía que ver con la que el romano disfrutó el año pasado. De hecho, Lisci señalaba en la entrevista a NAIZ que este Osasuna se parece al Mirandés de su primera temporada, no al de la segunda; es decir, no al rutilante que rozó el ascenso sino al que se salvó en la última jornada ante el Amorebieta.

Por resumirlo en su jugador franquicia, Budimir sobresale en sus virtudes pero no es Panichelli, capaz de pegarse con toda la defensa y ser además pichichi de la Ligue One. Tampoco Torró es Gorrotxategi, cada uno vale para lo que vale.

Presión a destajo, desordenarse para desordenar al rival, riqueza táctica, polivalencia, velocidad... son algunas de las claves que Lisci ha querido exportar de Miranda a Iruñea. No lo ha logrado. Más bien ha sido el equipo quien ha caído en un cierto caos, visible en los finales de partido ante Valencia y Elche en casa. Y sobre todo en la primera parte ante el Getafe, con un equipo demasiado acelerado y desajustado que dejó muchos espacios a los de Bordalás para que camparan a sus anchas.

Tras ese descanso hubo un punto de inflexión evidente. Osasuna asumió menos riesgos, puso un ritmo más sosegado, maduró la posesión y pasó a dominar hasta acabar ganando 2-1. Así que este domingo ante el Celta la fórmula se repitió y además mejoró mucho en capacidad de llegada. Control, circulaciones largas y paciencia para buscar buenas situaciones de tiro o de centro al área. Fue el equipo que requiere Budimir, en suma, más que el que se encomienda a las cabalgadas de Víctor.

Los números acreditan un buen partido: 17 disparos, ocasiones sobradas, más de 60% de posesión, sensación general de dominio de principio a fin. Dos datos muy reveladores, ofrecidos en redes por el analista Rubén Díez (@Aosasunita2): Osasuna tocó el balón en el área 42 veces por 6 del Celta, y la defensa rojilla alcanzó una altura media de ¡65 metros!

¿Por qué perdió entonces Osasuna un partido que mereció ganar? En ese último dato están muchas de las respuestas, y en las secuencias del 0-1 y el 2-3 celtiñas. En la primera, con Osambela ya muy alto, Catena salta también casi hasta el borde del área, Boyomo no centra a tiempo su posición, el duelo lo ganan los celestes y encuentran una pradera libre de 70 metros hasta la portería. En la segunda es Moncayola quien adelanta la posición en un momento en que Osasuna buscaba decididamente la victoria y ese espacio es oro puro para el Celta. Para desgracia rojilla –no siempre pasará–, las dos maniobras resultan fabulosas, primero la de Borja Iglesias y Ferran Jutglà y luego la de Yago Aspas y Pablo Durán. 

La simbiosis queda pendiente y se llama equilibrio. Pero ni para Lisci va a ser fácil renunciar a su sueño ni para Osasuna mantener el tono más allá de su zona de confort.