«Lo que no cambiaron las elecciones lo va a cambiar la calle»

Federico Giuliani es sindicalista en Argentina y se encuentra en estos momentos residiendo de maneras temporales en Martin Etxea, el espacio de acogida para personas migrantes y defensoras de derechos humanos perseguidas en sus países de origen. Ha atendido a NAIZ su estancia, que finalizará en pocas semanas.

¿Qué le ha traído hasta Martin Etxea?

Tiene que ver con un contexto de criminalización de la protesta social y la judicialización de los luchadores populares que se da en la Argentina. Ni solamente desde el Gobierno federal que conduce el fascismo de Javier Milei, sino a partir de un proceso de desintegración nacional que está sucediendo en donde las provincias terminan siendo territorios feudales, es decir, gobiernan los partidos tradicionales, no el partido de Milei, pero tienen las mismas prácticas. Ellos consideran que luchar es un delito, cuando en realidad es un derecho. Creo que, de hecho, es el derecho madre del resto.

En este contexto, en mi provincia en particular, en Córdoba, hoy gobierna el Partido Justicialista, aliado a sectores conservadores de derecha muy vinculado a los grupos económicos, que son el poder real en Córdoba.

«Confirmo que Euskal Herria es un territorio solidario, combativo y muy generoso con las luchas internacionales»

Venimos en un proceso de lucha desde ya poco más de 2 años y a mí me toca conducir una central obrera que, como es de nuevo tipo sindical, también organiza las barriadas populares. Entonces, bueno, en esa pelea constante que hay con el poder político y con el poder económico, a mí ya hace 2 años que me persigue la Justicia cordobesa. Una justicia que está totalmente adoctrinada y servil al poder político, no es independiente. Entonces, se te va acumulando causas, cortar una calle, resistencia a la autoridad, desacato a la autoridad...

El hecho más grave fue el 28 de agosto. En una protesta recibimos una emboscada policial. Nos reprimen, a mí me fracturan el brazo cuando me van a detener, me esposan, término en un hospital público esposado a la cama, que eso está prohibido por ley, salvo que seas capo del narco y después paso a una cárcel de máxima seguridad, un pabellón de presos comunes. A partir de ahí se da esta posibilidad del contacto con Martin Etxea, que es una organización que acoge a personas perseguidas y refugiados políticos que en sus Estados están siendo perseguidos por su lucha política. Después de las elecciones de medio término del 26 de octubre vengo a Euskal Herria, a Gallarta, a Martin Etxea.

¿Cómo está siendo su estancia en Euskal Herria?

Compartiendo la lucha de los pueblos que termina siendo la causa común. En mi caso, mi estadía es eventual, estaré hasta navidad. Por un lado, descomprimo en Argentina, pero también queremos aprovechar para hacer incidencia internacionalista. Es decir, un dirigente sindical combativo, como me considero, no viene aquí de paseo, sino a visibilizar las graves condiciones políticas y sociales que se viven en Argentina.

Confirmo que Euskal Herria es un territorio solidario, combativo y muy generoso con las luchas internacionales. Y lo destaco porque ante un mundo que está todo el tiempo hostigando a las minorías, a quienes pensamos distinto, aquí he encontrado un pueblo, en general, politizado, con mucha militancia. Ez termina de sorprenderme. También me parece que hay poca información de qué es lo que pasa en Argentina.

¿En qué situación se encuentra Argentina?

Lo que sucede es un experimento político, económico y social que está llevando adelante el imperio yanqui con el sionismo y que tiene que ver con cómo por el voto popular el fascismo accede al Gobierno, no como una facción, sino conduciendo el Estado.

El fascismo gobernando está beneficiando a la oligarquía en la perspectiva de tener mayor rentabilidad con el modelo económico que aplica. Ez da que el fascismo va y arrasa con todo. De hecho, lo de Milei es un fascismo a la inversa del europeo. En Europa, la ultraderecha es proteccionista, tiene una mirada de nación. En la Argentina eso no sucede, el objetivo es que sea de un país soberano para ser una colonia totalmente dependiente.

«Lo que sucede en Argentina es un experimento político, económico y social que está llevando adelante el imperio yanqui con el sionismo»

De hecho, los últimos acuerdos de préstamos que generó Milei no son con el FMI o con fondos buitres, sino con el Tesoro americano. El último es impagable, de 20.000 millones de dólares, y significa que Argentina se somete a las condiciones políticas de saqueo de Estados Unidos. Es, directamente, haberle entregado la llave del Ministerio de Economía para que desde los centros bursátiles y financieros de Estados Unidos se digiten nuestras políticas económicas. Argentina vuelve a ser el patio trasero de los yanquis.

En este contexto, ¿cómo ha podido Javier Milei volver a ganar las elecciones?

Lo que ocurre en mi país hoy es una dictadura blanda, por primera vez no ha sido necesaria una dictadura militar para hacer un experimento de este tipo. Lo que se ha perdido no es una elección, es una batalla cultural, por goleada. La clase trabajadora que votó a su verdugo no tiene conciencia de clase. Rota la sociedad, la comunidad, el tejido social. Milei ganó la elección presidencial sin un solo gobernador ni un solo concejal, solo un puñado de diputados. Para nosotros, iba a durar a poco y no se cayó, el tipo se fortaleció y venimos de una elección de medio término en la que arrasó.

Gobernadores tienen responsabilidad, le han dado gobernabilidad, le han votado todo en el Congreso. Le votaron sobre todo la Ley Bases, que es la madre del avance en la pérdida de derechos de la clase trabajadora, que ahora se va a concretar con la reforma laboral a lo [Jair] Bolsonaro, que es perder literalmente todos los derechos conquistados.

En este experimento, que está muy bien construido en EEUU, juega claramente la estrategia política del poder. Milei no es un outsider, es un producto moldeado en terminales americanos, preparado durante mucho tiempo. Este experimento no es criollo, no es argentino, es americano y sionista. Se hace todo lo que Israel y Estados Unidos piden, como por ejemplo haber votado en contra de Cuba, cosa que no sucedía ni en las peores, ni con [Mauricio] Macri.

Volviendo a la autocrítica nuestra, Argentina recuperó la democracia hace 42 años, después de una larga dictadura militar genocida. Este sistema democrático que hoy tenemos sigue siendo de muy baja intensidad. Es una democracia ultraliberal, salvo algunos paréntesis de Gobiernos progresistas más populares, no ha habido un cambio de esquema real en la estructura de la distribución de la riqueza. El peronismo, por ejemplo, tenía los gobiernos, pero no tenía el poder, lo seguían teniendo los grupos económicos que produjeron el golpe de 1976.

La crisis de representatividad que hay es muy grande. Los partidos, los sindicatos, las dirigencias sociales, las organizaciones de la sociedad civil, una vecinal, un club de barrio, un club de fútbol Hay un gran descreimiento del pueblo hacia la política y esa falta de credibilidad se tradujo en una gran crisis social y económica.

«Nuestro rol como dirigentes es potenciar la conflictividad social y generar todas las condiciones de insurrección popular que hagan que este Gobierno se vaya cuanto antes»

Venimos de un Gobierno peronista como el que teníamos con Alberto Fernández que fue nefasto, dejó más pobres de los que había y no pudo controlar la inflación, y ese recuerdo está muy fresco todavía. Además, en la Argentina la corrupción es un problema estructural, no cambió ni siquiera con los gobiernos del palo nuestro.

Donald Trump también jugó fuerte en la elección, de una manera extorsiva dijo ‘si no lo votan a Milei Argentina está ya por los aires y no van los 20.000 millones de dólares de préstamo’. La clase media argentina, sobre todo, siempre está muy pendiente de esto del precio del dólar y ese voto del miedo influyó.

Hay otro dato interesante, la 26 de octubre pasada fue la elección con menos participación popular desde que la Argentina recuperara la democracia. Votaron solo seis de cada 10 argentinos, cuando en la Argentina nunca baja del 80%.

No creo en los liderazgos individuales ni en los héroes individuales, sí creo en los héroes colectivos. Gaur egun, cuestionada la dirigencia política en general, en la que me incluyo.

Hoy, el enemigo nos viene ganando la fragmentación. Argentina todavía los dirigentes discuten dónde vamos a poner la bombilla en el agujero del mate y mientras eso sucede, en los barrios populares se come salteado, es decir, si almuerzo no ceno, con tres y cuatro breves para sobrevivir.

Aunque no sea compartida, ¿existe una hoja de ruta para hacer frente a Milei?

Lamentablemente, todavía hay algunos legalistas que dicen: ‘No, que Milei termine su mandato en el 2027’. Yo te digo que no, cada lágrima que derramaron mis compañeros despedidos, que siguen sin trabajo, muriéndose de hambre, peleán- dole a la vida para sobrevivir, que cada lágrima de ellos, cada jubilado que fue golpeado, tienen que convertirse en las pesadillas de ellos. Entonces, lo que no cambiaron las elecciones lo va a cambiar la calle.

Nuestro rol como dirigentes es potenciar la conflictividad social y generar todas las condiciones de insurrección popular que hagan que este Gobierno se vaya cuanto antes, porque dos años nos quedan muy lejos y, claramente, no somos legalistas, al menos desde ATE.

Como dice un refrán en la Argentina, va a ser con los dirigentes a la cabeza o va a ser con la cabeza de los dirigentes, porque la gente va a salir igual. Non sé cuándo, porque tampoco hay una vanguardia que vaya a encabezar ese estallido, pero va a ser el propio pueblo.

Este experimento del que habla, ¿es extrapolable a otras partes del mundo?

Sí, porque detrás están el imperialismo yanqui y el sionismo. Los mismos opresores que tienen intereses en Europa son los que nosotros tenemos hoy queriendonos pisar la cabeza en América Latina.

El enemigo no es un hombre, no es Milei, no es no es [Nayib] Bukele, es la práctica fascista, es el capitalismo. Entonces, nosotros lo que estamos obligados a hacer es, donde no llegaron, resistir a pesar de las diferencias y matices, priorizar las coincidencias y no permitirles a estos tipos que sean Gobierno.