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Club 44, un colectivo con docenas de canciones solidarias

Al margen de los alborotados circuitos musicales, la asociación donostiarra Club 44 acumula doce años de existencia, casi ciento 150 conciertos y cuatro ediciones de CDs colectivos. Siempre con una mirada amiga al Sáhara Occidental ocupado. En su triple colección añaden a Palestina.

La estudiante saharaui Glana Mohamed y Pedro Soroeta en la presentación de la nueva caja de discos. (Jagoba MANTEROLA | FOKU)

Como suelen surgir las ideas buenas, el proyecto del colectivo Club 44 nació en un bar, entre amigos y cervezas. Lo cuenta su coordinador Juan Soroeta Liceras (Donostia, 1959), melómano entusiasta. «Allá por 2013 se nos ocurrió proponer al Club Altxerri formar una asociación de gente que pusiera diez euros por mes para poder autofinanciar conciertos en pequeño formato. Les pareció algo muy difícil de realizar, nos movimos y en un par de semanas éramos casi cien personas».

Arrancaron la aventura sin pensar que doce años después seguirían manteniendo el centenar de gente asociada, porque no hay sitio para más, y acumularían una agenda de casi ciento cincuenta recitales celebrados, a pesar de la pandemia y haberse visto obligados a cambiar de local hace dos años. Acaban de publicar otra caja de tres CDs, cuarta de la colección que suma once discos con docenas de canciones internacionales.

El Club, formado por gente musiquera veterana, homenajea en su denominación al pionero programa musical del mismo nombre que Gregorio Gálvez dirigió en Radio Popular desde 1973. El animoso locutor compaginó su tarea profesional como maestro de escuela con tareas en la emisora que entonces dirigía Iñaki Gabilondo. Su espacio musical se convirtió en altavoz del pop internacional, vio nacer a la escena local y fue una referencia para la vieja guardia rockera donostiarra.

Cambio de hogar

A finales de 2023, el Club sufrió la peor noticia: se clausuraba el emblemático local donde había nacido. Pero consiguió reubicarse en la discoteca El Andén, Atotxa, más amplia que el sótano Altxerri, que reabrió el pasado verano y al que no han tenido necesidad de volver. La sala latina que regenta el portorriqueño Fran, se abre al menos una vez por mes a los socios/as del colectivo y, si no se agota el aforo, admite a gente seguidora de los artistas programados.

Puede sorprender el poco eco público de su ordenada programación que a finales de este año ha alcanzado el número de ciento cuarenta y cuatro conciertos, mayormente en clave rock-blues usamericano. «No es que no hagamos publicidad porque sea algo elitista, es que somos un club privado y tenemos una limitación de espacio», explica Juan Soroeta.

El portavoz señala las ventajas de la iniciativa para los músicos y el público respetuoso de su labor. «Muchos intérpretes se sorprenden de encontrase con una audiencia respetuosa, que atiende las canciones en silencio. Hay un descanso para que el movimiento de la barra, etc. no interfiera el recital. Es un ambiente poco habitual en conciertos de bares».

El Club ha ido comprobando también que los propios músicos hacen publicidad de la iniciativa tras salir encantados de sus visitas por el trato recibido. El colectivo ha querido coordinarse con algún grupo similar en otras localidades para hacer más factible y económico contratar artistas, pero no ha conseguido una réplica que mejorase su gestión.

Cantando a través de los muros

Soroeta es un académico especialista en Derecho Internacional Público, cuya tesis doctoral trató sobre el derecho a la libre determinación del Sáhara Occidental, pueblo ocupado militarmente por Marruecos en 1975 cuando el agonizante régimen colonial franquista lo abandonó a su suerte. Incansable militante a favor de los derechos nacionales y sociales del pueblo saharaui, ha sido observador internacional en juicios de los tribunales marroquíes contra activistas que se enfrentan a la ocupación marroquí y por el derecho a la autodeterminación. Así que una función central de su colectivo amante de la música ha sido servir de altavoz a esa lucha, además de organizar algunas otras actividades de carácter social.

La iniciativa más destacada y continuada en el tiempo, aparte de los conciertos, ha sido la edición de cuatro cajas musicales con un total de once discos compactos con 172 canciones en los que han participado otros tantos artistas. La idea nació del encuentro con el músico David Wilcox, a quien le plantearon donar una canción por el Sahara Occidental, idea que se extendió a los otros intérpretes que pasaron por los conciertos. La mayoría venían de Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña y muchos no conocían ni la existencia de ese territorio. Les informaron con un par de documentales y la respuesta fue masiva.

El primer doble CD ‘Singing Through The Wall, Songs for Western Sahara’ apareció en 2018, con 21 canciones de country-rock-folk-blues, que los músicos donaron gratuitamente. Su continuación fue un triple CD con otros cuarenta y cuatro artistas internacionales y otra caja triple con cincuenta y dos creadores del Estado español, cantando en las cuatro lenguas oficiales.

Este diciembre se ha publicado la cuarta caja recopilatoria en solidaridad con Sáhara, a la que se ha añadido Palestina, por lo que el título se pluraliza: ‘Singing Through The Walls, Songs for the Peoples of Palestine and Western Sahara’. Vuelve a contener tres CDs, con 56 canciones de otros tantos creadores; cuatro horas de música básicamente norteamericana (country-rock-blues-folk-pop). Le acompaña un libreto de 60 páginas con explicación del paralelismo colonial genocida entre los dos pueblos y las letras de las canciones. Vuelve a ilustrar la obra Julio Villar Gurrutxaga, en el estilo minimal que acompañó sus dos conocidos libros ‘¡Eh, petrel!’ y ‘Viaje a pie’. Se edita también en formato de pendrive para quien no tenga reproductor de CDs.

La necesaria inversión monetaria no producirá mayores resultados de ventas, por lo que no se trata de una ayuda económica sino de difusión y apoyo cultural. En la presentación se subrayó que, si el apoyo humanitario es imprescindible para la supervivencia de la población saharaui refugiada en los campamentos de Tinduf, en el desierto argelino, «no deja de ser un parche en el proceso de paz que sirve para tranquilizar conciencias. Se trata de apoyar el derecho del pueblo saharaui a su libre determinación, para que se celebre un referéndum en el territorio que ponga fin al conflicto». 

Invierno activo

En la última temporada del año, Club 44 ha disfrutado de ocho encuentros en un programa que inauguraron los correosos bilbainos Los Brazos y ha contado con destacados nombres como los yanquis Peter Case & Sid Griffin. El sábado 13 despidieron la programación oficial 2025 los madrileños Blueperro y la fiesta colectiva ‘Día del Club’ ha agrupado a veintiocho participantes de la asociación, también músicos, en los proyectos Old Babies Rock Band, Left Lovers, 3Kañas, The Jaycall, Northagirres, Motelas, The Boomers y Karen Ortiz de Guinea.
La jarana seguirá en 2026 con Peter Bruntnell Band, Sugaray Rayford & Travellin’ Brothers, Old Baby Mackerel, Jeffrey Foucault & Ry Cavanaugh y The Son of The Velvet Rat. Está por ver cómo se celebra en primavera el que será el concierto 150 de esta trayectoria solidaria. Difícil es destacar a alguien entre esos encuentros programados, pero en la lista de los CDs repite algún músico como el donostiarra Mikel Azpiroz, que es además el encargado de masterizar los CDs. O su colega Matt Harding, que vivió durante una temporada en Donostia.

En la nueva caja discográfica, Club 44 resume el espíritu de su acto de solidaridad reproduciendo lo escrito por el escritor luso José Saramago: «Si el poder de Marruecos termina subyugando al pueblo saharaui, este Estado admirable por otras razones, habrá obtenido la más triste victoria, una victoria sin honor, sin brillo, construida sobre las vidas y los sueños de un pueblo que quiere vivir en su tierra, en paz con sus vecinos, todos juntos, para convertir el continente en un lugar más habitable».

Y sobre Palestina, el Premio Nobel de Literatura 1998 escribió: «El Holocausto es la gran y permanente autojustificación de los israelíes. En su conciencia patológica de pueblo elegido, creen que el horror que padecieron les exime de culpa alguna por los siglos de los siglos. Algún día se escribirá la historia del sufrimiento del pueblo palestino y será un monumento a la indignidad y a la cobardía de los pueblos».