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POLÍTICAS AGRÍCOLAS Y ALIMENTACIÓN

Europa ante el reto de su independencia en proteínas

Parafraseando el dicho popular: de aquellos pactos comerciales, estos paisajes agrícolas. En este artículo, AFP repasa las razones por las que la Unión Europea es deficitaria en productos básicos para sostener la cadena alimentaria. Sin invocar la autarquía, los expertos consultados abogan por aproximarse a la «soberanía proteínica».


Cultivar más soja en Francia y en Europa para alimentar al ganado y así evitar importar soja transgénica: Emmanuel Macron defendió en la cumbre del G7 su voluntad de reconstruir «una soberanía proteínica de Europa». Al mismo tiempo que cuestiona la actitud de Brasil por la deforestación de la Amazonía, puesta al servicio del cultivo intensivo de soja OGM (organismo genéticamente modificado), ¿es posible conciliar ese objetivo europeo con la lucha contra el calentamiento global incluida en el Acuerdo de París?

¿Qué es lo que dijo Macron el último día de la cumbre del G7 en Biarritz? «Hoy en día, en Europa necesitamos soja porque aporta, en particular, proteínas para alimentar a los animales. Y nosotros no la tenemos». «Este es el fruto de un viejo equilibrio acordado en los años 60 entre Europa y Estados Unidos, y en aquel momento nosotros aceptamos una dependencia en términos de proteínas. Considero que es una muy mala elección. Es mala para nuestros grandes equilibrios, porque es necesario hacer viajes para lograr algo que podríamos producir en nuestras tierras. (...) Debemos recrear la soberanía proteínica de Europa. Europa tiene que ser capaz de producir sus propias proteínas, por sí misma, tanto para consumir como para ofrecérsela a los ganaderos».

¿Cuánta soja importa la Unión Europea al año? La UE importa cada año 17 millones de toneladas (Mt) de proteínas brutas vegetales (soja, legumbres secas, girasol...), de las cuales 13 millones de toneladas tienen como base la soja y representan el equivalente a 30 millones de toneladas de grano de soja.

La UE es el segundo importador mundial de soja después de China, que importa alrededor de 100 Mt al año. En total, el 87% de esta soja se destina a alimentar ganado. Y esencialmente es OGM proveniente de Estados Unidos, Brasil y Argentina.

Esto coloca a Europa ante una paradoja insostenible, apuntada recientemente por Greenpeace: por un lado, el Viejo Continente prohíbe el cultivo de OGM sobre sus suelos (salvo derogaciones para un tipo de maíz, que no es una proteína) y, por otro, importa masivamente soja transgénica para nutrir sus propias reses.

La tasa de autosuficiencia proteínica de Europa es del 35%, según resume Sébastien Abis, analista de mercados agrícolas mundiales, porcentaje que es del 55% en el Estado francés. Esa tasa varía según el tipo de grano: 79% para la colza; 42% para el girasol; y solo el 5% para la soja, tal como precisa un informe de la Comisión Europea fechado el 22 de noviembre de 2018.

¿Por qué es tan grande el desequilibrio en la soja? «El viejo equilibrio» al que hizo alusión Macron en Biarritz es un acuerdo comercial negociado en los años 1960 en el seno del GATT (siglas en inglés del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio), que atribuyó la producción de proteínas vegetales (soja, colza) a las Américas y la del almidón (trigo y otros cereales) a Europa.

Desde los años 70, la dependencia de Europa de las proteínas importadas ha alcanzado niveles muy elevados, como subraya el propio Ejecutivo comunitario. En los últimos años esa tendencia se ha ralentizado, sobre todo en el Estado francés, donde se promueve la producción de soja y de proteínas alternativas (girasol, colza, leguminosas, guisantes o habas).

«Las granjas avícolas consumen la mayoría de la soja importada», destaca Corinne Peyronnet, ingeniera en Terres Univia, asociación interprofesional francesa de aceites y proteínas vegetales.

¿Es necesario aumentar la producción de soja en Europa o priorizar una reducción del consumo de carne? Un poco de las dos cosas, responden los expertos consultados por AFP. El informe del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, siglas en inglés) presentado a principios de agosto sugiere disminuir el consumo de carne en los países desarrollados, pero también aboga por intensificar los rendimientos agrícolas para no multiplicar hasta el infinito las superficies cultivadas y, así, dejar que los bosques (y las praderas) jueguen el papel que les corresponde en el almacenamiento de carbono en los suelos.

«Nunca llegaremos al 100% de autonomía en Europa, pues el concepto de soberanía no debe ser calcado sobre el del nacionalismo, pero es esencial el incremento de rendimientos (de colza, de soja) que dará independencia, vía innovación, y nuevos modos de organización a los productores», considera Sébastien Abis, que prevé una «larga transición» a fin de no desestabilizar los frágiles sectores de la cría de animales.

«Ciertamente, es necesario aumentar las producciones locales, pero no debe ocurrir que la preocupación por el clima derive en lógicas de producción hiperterritorializadas, o incluso de autarquía», que pueden volver a dirigirnos hacia «dinámicas un poco medievales» de confrontación, advierte Abis.