1977/2024 , 15 janvier

Iker Bizkarguenaga
Aktualitateko erredaktorea / redactor de actualidad
Entrevue
Fermin Munarriz
Periodista de 'Egin' y GARA

«Nadie vaticinaba entonces lo que después ha ocurrido en Oriente Medio»

Como periodista de 'Egin' enviado a la zona y con campamento base en Jordania, Fermin Munarriz fue testigo de primera mano de lo que ocurrió en los meses previos a la invasión de Irak.

Fermin Munarriz, en el paso de Ruwaished, en la frontera de Irak.
Fermin Munarriz, en el paso de Ruwaished, en la frontera de Irak. (Fermin Munarriz)

Aunque la Guerra del Golfo comenzó en enero de 1991, desde agosto de 1990, cuando Irak invadió Kuwait, todas las miradas estaban fijadas en esa parte del mundo. Como periodista de 'Egin' pasaste varias semanas en la zona, sobre todo en Jordania y Palestina. ¿Qué recuerdos tienes de entonces?

La reacción internacional a la invasión de Kuwait fue inmediata. Mientras se intensificaban las tareas diplomáticas se aplicó el bloqueo total a Irak, y los países amparados por la ONU fueron desplegando la maquinaria militar en Arabia Saudí y el Golfo Pérsico, con EEUU a la cabeza. Hasta un millón de soldados se apostaron en torno a Irak.

Con la resolución de la ONU, la guerra se auguraba inminente. Nuestra intención era entrar en Irak antes de que se desatara para ofrecer la cobertura desde dentro, pero nos resultó imposible. Irak concedía visados con cuentagotas. Y en la hora final, solo dos medios extranjeros pudieron seguir el estallido bélico desde el interior del país. Por otra parte, Palestina, en plena Intifada, era un hervidero político y social –con matanzas del Ejército israelí incluidas–; las organizaciones mayoritarias palestinas, con la OLP de Yasser Arafat a la cabeza, se posicionaron con Irak. Fue una especie de apuesta a la grande para aprovechar lo que consideraban una oportunidad estratégica.

¿Se percibía la tensión prebélica?

Yo cubrí los previos a la guerra en la vecina Jordania, que se encontraba entre dos fuegos. El rey Hussein de Jordania intentaba templar su cercanía a Saddam Hussein, mientras que la población le exigía alinearse abiertamente con Irak. De hecho, en las calles de Ammán se reclutaban combatientes y había numerosas movilizaciones. Además, Jordania está entre Irak e Israel y acoge a una importante población palestina refugiada. Saddam anunció que bombardearía Israel –como así fue–, lo que dejaba al reino hachemita entre dos fuegos terribles. La tensión en las calles jordanas era patente. Había un ambiente de ansiedad. Incluso se hacían prácticas para el uso de máscaras antigas ante un ataque y sonaban las alarmas preventivas.

Supongo que la presencia de medios y periodistas internacionales sería importante. ¿Qué ambiente había entre los profesionales?

Al no poder acceder a Irak directamente, salvo contadísimas excepciones, los periodistas nos habíamos concentrado o bien en Arabia Saudi, junto a las tropas multinacionales, o, como en mi caso, en Jordania, la puerta más cercana a Irak. La primera obligación diaria era acudir a la embajada iraquí en Ammán a solicitar el permiso de entrada en Irak. En cuanto al ambiente, había de todo. Desde las grandes cadenas de televisión internacionales a los freelances o los periodistas que no abandonaban el hotel por miedo y seguían la crisis a través de los teletipos de agencias.

 

«[Entre los medios] había de todo. Desde las grandes cadenas de televisión internacionales a los freelances o los periodistas que no abandonaban el hotel por miedo y seguían la crisis a través de los teletipos de agencias»



Tuviste la oportunidad de entrevistar a personas refugiadas, ¿qué te trasladaban? Desde el punto de vista humanitario la situación sería complicada...

La invasión de Kuwait y la inminencia de la guerra desató un éxodo de unas ochocientas mil personas, trabajadores extranjeros, en su mayoría asiáticos, que huían de la zona por el único paso posible a través de la frontera de Jordania. La mayoría llegaban desde Kuwait exhaustos tras viajes espantosos. El punto de refugio era en medio de un desierto pedregoso. Las primeras semanas fueron muy difíciles, hasta que la ONU y organizaciones humanitarias pusieron orden para la recogida y evacuación. Era gente que lo había perdido todo.

La presencia militar era también notoria, ¿se os permitió trabajar con libertad o hubo restricciones?

Sí, todo estaba militarizado, pero para la prensa, al menos en Jordania, hubo libertad de movimientos y no entorpecían nuestra labor, salvo las excepciones relativas a cuestiones militares o la ruptura del bloqueo de Irak con el tráfico de petróleo y mercancías por tierra. Eso lo veíamos en la frontera de Irak, incluso desplazamientos de tanques y columnas militares, pero esos temas eran herméticos. En Palestina fue más difícil informar.

Fuiste testigo directo de un episodio curioso que se produjo en aquel escenario, el arresto y posterior liberación de quince ciudadanos y ciudadanas del Estado español por parte del Gobierno iraquí. ¿Cómo sucedió aquello?

Nada más producirse la invasión de Kuwait, todos los extranjeros que se hallaban en el país y en Irak quedaron bloqueados, como rehenes –o «huéspedes», según la terminología de Sadam Hussein–, bajo la velada intención de emplearlos como medio de presión o chantaje e, incluso, como escudos humanos en los ataques. Paulatinamente fueron liberados en tandas como gestos de buena voluntad. Los ciudadanos del Estado español eran quince, entre ellos el vasco Luis Guarrotxena, que fueron liberados gracias a la gestión de una comisión encabezada por la diputada de IU Cristina Almeida y el rector de UCM Gustavo Villapalos. Yo acudí a su evacuación al aeropuerto de Ammán. Tuvieron palabras muy duras hacia el Gobierno español [de Felipe González], del que decían que les había abandonado.

Oriente Medio ya había sido escenario de guerras y conflictos anteriormente, pero lo que ha ocurrido después ha sido terrible (segunda guerra en Irak, que arrasó el país, la guerra en Siria...). ¿En aquellas fechas esperábais que treinta años después íbamos a estar así?

No creo que nadie pudiera vaticinar lo que posteriormente ha ocurrido, aunque siempre quedó la incertidumbre por el hecho de que la coalición internacional –fundamentalmente EEUU– se frenara antes de llegar a Bagdad y desbaratar por completo el gobierno de Saddam Hussein y el país. Para los palestinos, en aquel momento la OLP, que se había alineado a sangre con Irak, supuso un revés terrible en los años venideros.

Por otra parte, ya se intuía entonces un ascenso o eclosión del islamismo radical, tanto desde el chiísmo como desde el sunismo, así como mayor acoso a los regímenes árabes no alineados con Occidente. Yo había estado tres años antes en la guerra del Líbano, en Beirut, y ya entonces el integrismo religioso era un fenómeno claramente emergente.