Citando a la BBC, en una primera información 'Egin' informaba de que tres presuntos miembros del IRA habían sido «abatidos a tiros ayer, domingo, en una operación conjunta de la Policía y tropas británicas estacionadas en Gibraltar, según confirmó a últimas horas de la tarde de ayer el Ministerio británico de Defensa, desde Londres. Los muertos son dos hombres y una mujer que fueron interceptados por las fuerzas de seguridad en las cercanías de una estación de gasolina, en las proximidades del aeropuerto de Gibraltar (...). El tiroteo –continuaba– se produjo sobre las tres y media de la tarde en la avenida Winston Churchill, en la carretera que va a La Línea».
«Posteriormente –se añadía–, los agentes descubrieron una bomba en el interior de un vehículo aparcado cerca del Palacio del Gobernador, por lo que toda la zona de la calle Real, donde se encuentra el inmueble, fue evacuada. Especialistas de la Policía británica, que se encuentran en esa ciudad desde hace algunos días, procedieron posteriormente a desactivar el artefacto explosivo».
Ni los tres miembros del IRA –esto era lo único cierto– estaban armados, ni en el coche llevaban artefacto explosivo alguno, como se supo después. Fue una ejecución, en toda regla, por parte de los servicios secretos británicos.
Lo cierto es que la portada de aquel día de 'Egin' parecía la portada de los horrores, la plasmación en papel de un mundo en guerra: bajo la información sobre los muertos de Gibraltar, una fotografía del Ejército israelí persiguiendo a un grupo de palestinos en Cisjordania y la noticia: «Otro palestino muerto. Un joven palestino resultó muerto por disparos del ejército israelí durante los violentos enfrentamientos que tuvieron lugar en el campo de refugiados de Al Amari, cerca de Ramallah».
En páginas interiores, se anunciaba en portada, se informaba de que «el Juzgado de Instrucción número 2 de Donostia investigará las presuntas implicaciones del subcomisario de Policía José Amedo Fouce en la desaparición de los refugiados políticos vascos Joxi Zabala y Joxean Lasa.
Infierno en Gibraltar, infierno en Belfast
Respecto a los hechos de Gibraltar, según fueron pasando las horas y los días, se fue sabiendo lo que realmente había pasado: los fallecidos fueron identificados por fuentes republicanas en Belfast como Mairead Farrell, de 31 años, Dan MCann, de 30, y Sean Savage, de 24.
Los tres llegaron a Gibraltar procedentes del Estado español en un Renault 5 con matrícula española. Lo estacionaron junto a una gasolinera situada a solo 500 metros de la residencia del Gobernador, en la calle principal de la colonia, y se dirigieron caminando por la avenida Churchill cuando fuerzas británicas de élite salieron de un coche y abrieron fuego, según testigos presenciales.
Los tres murieron en el acto. El IRA asumió que los tres eran miembros del Cuartel General de la organización y «que realizaban una misión en Gibraltar», pero negaba que hubiese habido ningún enfrentamiento armado porque no iban armados.
Las autoridades británicas desmintieron pronto que existiesen los supuestos 250 kilos de explosivos que, se suponía, llevaban en el coche, y se supo también que la Policía española fue la que dio el aviso a los británicos de que el coche pasaba a Gibraltar.
Todo fue una acción de una unidad especial británica. El diario 'Abc' señaló directamente a miembros del SAS (Servicio Aéreo Especial), autores de esta operación, que calificó de «top secret».
'Egin' decía días después: «La masacre gibraltareña contra el IRA conmociona a Irlanda y Gran Bretaña». De hecho, algunos políticos irlandeses no dudaron en calificar los hechos de «sumaria ejecución». Los hechos incendiaron Belfast.
«Escenas de caza del año dos mil» tituló su comentario sobre estos hechos J. Gamarra, seudónimo con el que firmaba en 'Egin' Javier Sánchez Erauskin (Gasteiz, 1935), uno de los grandes del periodismo vasco.
Lo reproducimos aquí: «La civilización occidental acaba de apuntarse un importante tanto en su árdua tarea de garantizar las seguridades públicas y el desarrollo armónico de las libertades ciudadanas. En una brillante operación cinegética se ha cobrado tres hermosas piezas, tres alimañas que amenazaban la alegre y confiada convivencia de un peñón en el que los colores de la Union Jack son la mejor garantía de una vida virtuosa y ordenada. Baten palmas entusiasmadas las gentes de orden, ante el hermoso espectáculo de una cacería impecable, en la que las piezas son rematadas, a la vista del personal, por los habilidosos monteros de Su Graciosa Majestad. Algunos laceros limpian los desperfectos del pavimento, grumos de sangre, esquirlas de huesos o el rastro de una masa encefálica estallada, postrera huella del tour de force de unos especialistas de la cetrería, que añaden a su colección de trofeos los despojos de tres alimañas que, no en vano, creían que Europa era una selva».
«Ahí están las tres piezas acribilladas: Mariead Farrell, Daniel McCann, John Savage, ofrendados como el mejor tributo y el más admirable presente a una sociedad de Supermanes que se encamina, con música clásica de fondo, al umbral del año dos mil», terminaba.