Un paseo por el Guggenheim con los ojos de un Picasso en tres dimensiones

Date

29.09.23 - 14.01.24

Lieu

Bizkaia - Bilbo

‘Cabeza de mujer’, 1937. Una de las obras que se pueden ver en Bilbo.
‘Cabeza de mujer’, 1937. Una de las obras que se pueden ver en Bilbo. (Marisol RAMIREZ | FOKU)

«Hay que rodear a la escultura», invitaba ayer una y otra vez Carmen Giménez, con su leve acento francés mientras hacía un gesto circular con la mano. Conservadora de arte de prestigio o, como ella prefiere, curator, esta hija de republicanos españoles exiliados en el Estado francés es una de las grandes especialistas mundiales en Pablo Picasso y su carrera ha estado ligada estrechamente tanto al malagueño como a la marca Guggenheim: ha sido conservadora del museo de Nueva York durante décadas, y también está relacionada con la creación de la filial bilbaina y el Museo Picasso de Málaga.

Carmen Giménez es la curator de la exposición ‘Picasso escultor. Materia y cuerpo’ (del 29 de setiembre al 14 de enero del próximo año), la exposición realizada al alimón con el museo malagueño, por donde ya ha pasado. La muestra se enmarca dentro del amplio programa internacional que se ha llamado Celebración Picasso 1973-2023, organizado entre el Estado español y el francés, aunque también se extenderá a Estados Unidos. Hay previstas celebraciones, exposiciones y un congreso a fin de año en París.

Aquí, por primera vez, el Guggenheim bilbaino acoge una retrospectiva sobre un creador esencial del arte contemporáneo, «una figura revolucionaria y transgresora, cuyas inquietudes en el ámbito de lo pictórico también encontraron su manifestación en lo escultórico», en palabra de Juan Ignacio Vidarte, director general del museo.

La exposición se puede ver casi a modo de paseo por la producción más desconocida del famoso creador malagueño, la escultórica, concretamente sobre su visión del cuerpo humano, y también como una invitación a recorrer las ‘entrañas’ del edificio diseñado Frank Gehry. «Este es un museo perfecto para enseñar escultura», en palabras de Giménez.

El Picasso desconocido

Lo preparado por esta mujer insta al visitante a que se mueva, a que ande, a que no se quede quieto: a lo largo del segundo piso del edificio, a través de ocho galerías, entre sus huecos y recovecos, enmarcada por la arquitectura de Gehry, nos encontramos con la obra de Picasso menos conocida por el gran público, relegada a un segundo plano frente a su pintura durante mucho tiempo. Nos encontramos con una disciplina que, pese a que él la trabajó durante toda su vida, hasta 1966, cuando tenía 85 años, no permitió que se incluyera en una retrospectiva sobre su obra.

En ‘Picasso escultor. Materia y cuerpo’ no se muestran muchas obras, únicamente 50, datadas entre 1909 y 1962, pero sí está concebida a modo de viaje por sesenta años de trabajo picassiano y por la historia del cubismo, la abstracción, lo primitivo o el objeto encontrado.

Nos recibe uno de los dos únicos ejemplares existentes de la escultura en bronce ‘La dama oferente’, una réplica de la de cemento con la que se recibía a su vez a los visitantes en el Pabellón de la República en la Exposición Internacional de París de 1937. La de cemento desapareció, pero de la original en yeso se hicieron dos fundidos de bronce, entre 1972 y 1973. Una está colocada en la tumba de Picasso, en el castillo francés de Vauvergues, donde vivió sus últimos años; la otra nos recibe ahora, con los brazos abiertos –es llamativo el gran número de mujeres con los brazos abiertos que plasmaba en sus esculturas–, pero uno de ellos está convertido en un muñón. Es el inicio de un viaje al “laboratorio” por el vacío y las tres dimensiones del creador malagueño.

«Si nos guiamos por la cantidad de pinturas que Pablo Picasso realizó a lo largo de la vida, frente a las esculturas (aproximadamente 700 versus 4.500 cuadros) se podía pensar que la pintura siempre se situó en el centro de sus preocupaciones. No obstante, difícilmente podríamos definir a Picasso únicamente como pintor. Sus continuas rupturas de la tradición no solo sucedieron en la pintura, sino que fue también revolucionario en la escultura. Sin entrar a considerar en qué disciplina su influencia es más duradera, una cosa es cierta: en vida de Picasso su faceta de escultor apenas fue conocida por el gran público», escribe Carmen Giménez en el catálogo.

¿Por qué fue esto así? Tal vez por lo que le sucedió con la escultura en homenaje a su amigo, el poeta Guillame Apollinaire, fallecido en 1918 a los 38 años: la obra, que también está Bilbo, se inspira en un relato de Apollinaire donde describe a un artista que proyecta «una estatua de nada, en el vacío». La suya, de alambre y vacío, no fue entendida por el comité encargado del monumento. De hecho, el escritor André Blly le describió como «una cosa bizarra, monstruosa, loca, incomprensible, casi obscena, una especie de bulto inidentificable que parece tener órganos sexuales asomando aquí y allá».

Pelotas para los ojos

Picasso es reconocido ahora como uno de los grandes creadores del arte moderno; pero entonces, como todos aquellos que rompieron con el arte anterior, era un incomprendido. Por cierto, que Carmen Giménez ha usado como ‘hilo conductor’ de la exposición las fotografías que le realizó en 1932 el gran Brassaï  [Gyula Halász, 1899 -  1984] en su estudio parisino de la rue La Boétie para ilustrar un artículo del escritor André Breton, uno de los ‘padres’ del surrealismo.

Aquellos artistas de entreguerras rompieron con todo. Como exclamó Picasso, cuando le rechazaron su escultura de homenaje a Apollinaire: «¿Qué esperaban? No puedo hacer una musa sosteniendo una antorcha simplemente para darles gusto». Aquel rechazo debió de ser una experiencia amarga, porque ya no volvió a exponer sus esculturas. Las hacía, pero quedaban para su intimidad.

Bernard Ruiz-Picasso, nieto del artista y de su primera mujer, Olga Khokhlova, apunta en este sentido que esta «escultura del vacío definió lo que era el arte moderno».  Bernard Ruiz-Picasso recordaba cuando, siendo pequeño, su abuelo recogía las pelotas de los partidos de tenis para convertirlas en ojos en sus esculturas... hay trozos de coches, de maderas, de cerámicas, tapas de botes de pintura, instrumentos de cocina... todo lo susceptible de convertirse en otra cosa, en romper con lo establecido. Picasso no paró de buscar dónde innovar.

Por cierto, en las esculturas que se pueden ver en Bilbo están todas las mujeres que pasaron por la movida vida del malagueño: un busto de una Dora Maar, convertida en la imagen de la Segunda Guerra Mundial, está Marie-Thérèse Waltet, una Françoise Gilot embarazada o la última y la única que le abandonó, Jacqueline Roque.

La muestra incluye otras actividades como charlas, un taller de escritura y otro de impresión 3D cerámica y el espectáculo “Picasso en danza” (3 de diciembre), con los bailarines y coreógrafos Andrés Marín y Jon Maya.

 

Emplacement

Museo Guggenheim

Bilbo. Bizkaia