Hablábamos hace poco de los avatares de la conocida como "Y Vasca", auténtico despropósito, entre otras cosas, porque la y no se utiliza en euskara, por lo que difícilmente puede hablarse de una Y vasca. Pero nos fijábamos más en el enorme despilfarro que supone una obra que no acaba nunca y que cuando lo haga, a la marcha que lleva, habrá que proceder a restaurar de arriba a abajo como consecuencia del deterioro producido por el paso del tiempo sin utilizar y sin mantenimiento, y, porque, para colmo, no se sabe ni cuándo, ni cómo ni por dónde se conectará con Europa, que es uno de los motivos fundamentales que utilizan sus defensores.
En el ínterin, el lehendakari ha desplegado su actividad, primero reuniéndose con los presidentes de otras regiones atlánticas para reforzar la necesidad de la conexión y, después, para reclamar que se lleve a cabo para 2030, como dicen que Francia había comprometido, dando a entender que iba a leer la cartilla a los gobernantes del país vecino por no cumplir su palabra de conectar para esa fecha.
Después, Francia ha dicho que nunca se había comprometido a esa conexión para 2030, que eso era un invento de los españoles, y después hemos asistido a un triste espectáculo que nada tiene que ver con pedir cuentas a los dirigentes de París.
Urkullu y los suyos van de que es el presidente de un país que goza de la autonomía más amplia del mundo mundial, hasta el punto de que bien puede decirse que constituye un país cuasi soberano, así que la operación se presentaba como una reunión de tú a tú entre iguales, entre mandatarios de dos países europeos. Lo ocurrido en realidad es que de eso, nada, todo se ha limitado a una reunión con el embajador de Francia en España y, para reunirse con él, tuvo que desplazarse a la embajada en Madrid para tratar de que la ansiada conexión no se demore más allá de 2040. O sea, que, pese a toda la pantomima desplegada, se sigue sin saber para cuándo será, si es que llega a ser, pues después se ha divulgado que los galos piensan en una entrada directa a Iruña. ¡Qué papelón!
