Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

Cestas vacías

El peligro es acostumbrarnos. Aceptar como inevitable lo que, en realidad, no lo es. El peligro es la pasividad ante algo que, aparentemente, nos supera.

Aunque con excepciones, parece que la temporada de setas y hongos ha comenzado con mal pie en gran parte de Euskal Herria. Al menos en los bosques que quien firma suele frecuentar, la falta de lluvias ha retrasado la aparición de boletus y otras apreciadas especies, que a estas alturas ya deberían haber llenado, siquiera parcialmente, las despensas de los aficionados. «No se puede coger setas», me advertía divertido un lugareño hace unos días al verme con la cesta vacía bailando bajo el brazo. «No es que esté prohibido, es que no hay». Ya en la taberna, terminado el paseo, con las piernas cansadas y la garganta sedienta, las conversaciones siguen por el mismo derrotero. Falta poco para que lleguen los primeros fríos, y si continúa sin llover, éste será un año perdido para los amantes de la micología. No sería el primero. Ya ha habido otros. Pero las señales de alarma suenan una detrás de otra en torno a los efectos del cambio climático.

Los hongos, más que otros seres vivos, son especialmente sensibles a la sequía. Pero no es el único factor que amenaza el mundo de las setas, tal y como hasta ahora lo hemos conocido. Los bosques están seriamente amenazados. Lo decía en una entrevista a este periódico el catalán Francisco Lloret, catedrático de Ecología y autor del libro "La muerte de los bosques". El título deja poco lugar para la duda: la pérdida de masa forestal a causa del cambio climático y otros factores humanos es más que inquietante. Como también lo es la aparición de variedades invasoras de hongos. El aumento de la temperatura genera condiciones similares a climas subtropicales, por lo que algunas especies exóticas que se adaptan fácilmente desplazan de sus nichos ecológicos a las autóctonas, provocando la alteración de las cadenas tróficas de los ecosistemas y generando una gran pérdida de biodiversidad.

El peligro es acostumbrarnos. Aceptar como inevitable lo que, en realidad, no lo es. El peligro es la pasividad ante algo que, aparentemente, nos supera. La solución es el compromiso activo, individual y colectivo. No invento nada, solo insisto. Y lo seguiré haciendo.

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