La película de 1997 “Wag the Dog” (“La cortina de humo”) es un clásico para los amantes de las relaciones públicas y la comunicación política. En ella se expone una estrategia tan básica como efectiva para gestionar una crisis de reputación, que consiste en generar otra noticia de impacto que desvíe la atención de los medios. En el film acaban tapando unos abusos sexuales del presidente de Estados Unidos montando una guerra. En la vida real esta técnica se usa aunque raramente hace falta inventarse una guerra que no existe. Vale con las que existen.La evacuación de Afganistán de estadounidenses y europeos y de sus colaboradores locales tras la caída de Kabul se ha convertido en una cortina perfecta para Pedro Sánchez. La semana pasada el Gobierno tenía una enorme patata caliente después de haberse atrevido a hacer lo que muy pocos en Europa en materia migratoria: expulsar a decenas de menores hacia Marruecos sin seguir ningún procedimiento legal. El asunto era tan feo que los tribunales frenaron las deportaciones y las tensiones con Unidas Podemos crecieron hasta amenazar con abrir la primera grieta en el Gobierno tras la remodelación. Pero el problema fue problema la semana pasada. Esta, el asunto sigue igual, pero ya no es problema porque ha quedado convenientemente tapado con el papel de España en las operaciones de evacuación de Afganistán, en las que el país se ha convertido en centro de operaciones tanto europeo como norteamericano. Ha obtenido a cambio felicitaciones de ambas potencias, cosa que gusta mucho en un país tan acomplejado por su menguado papel en la escena internacional.Detrás de las tiendas de campaña de Torrejón de Ardoz que ahora reciben a los afganos han quedado aquellos chavales marroquíes, algunos ya expulsados, otros a la espera de conocer qué dicen los tribunales, custodiados por un Estado con poco interés en garantizar sus derechos. Después de ser un problema, hoy son tan poco que ni siquiera llegan a noticia, gracias a las tácticas de la política que antepone el relato a la sustancia.