Las células HeLa deben su nombre a Henrietta Lacks, una mujer negra tratada de cáncer de útero en un hospital de Baltimore destinado a pobres y «gente de color». A Henrietta nadie le pidió permiso para recuperar sus células y cultivarlas in vitro. Murió en 1951. Sus células milagro, que se multiplican hasta el infinito, son inmortales.
El cuerpo de una mujer negra cosificado, explotado y expropiado para ser convertido en capital. Las células HeLa han permitido avances científicos considerables en la investigación de la genética, el cáncer o el VIH. Además de salvar millones de vidas de la polio, posibilitaron un premio Nobel de Medicina. Gracias a ellas, la industria farmacéutica obtiene grandes beneficios. Es biocapitalismo emergente basado en la mercantilización de los seres vivos y la gobernanza de la vida a escala microscópica. Setenta años después, Kimberly Lacks denuncia que su abuela «había sido tratada como una rata de laboratorio, como si no fuera humana y no tuviera familia», y reclama justicia por ese tratamiento racista y no ético. Bionanopolítica en la que operan sexismo y racialización.
En 2010, Rebecca Skloot narró la vida inmortal de Henrietta Lacks. Ahora ya sabemos que nos hemos beneficiado de la explotación. Prohibido olvidarse: todas llevamos unas gotitas de Henrietta en la lengua.
Henrietta Lacks, siempre viva
Setenta años después, Kimberly Lacks denuncia que su abuela «había sido tratada como una rata de laboratorio, como si no fuera humana y no tuviera familia», y reclama justicia por ese tratamiento racista y no ético.
