Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

La obra cumbre del cuñadismo político

 

Que Albert Rivera convierta un bar en la representación de su mundo político ideal es la elevación del cuñadismo político a un nivel sublime. Quizás alguien debería haber advertido al líder de Ciudadanos que una Arcadia como la de la tasca de Paco podría caer en el peligroso terreno de la autoparodia. Aunque tengo la sospecha de que era precisamente eso lo que buscaba el candidato del Ibex 35: presentarse como el cuñado prototípico, el que hace frente a las adversidades poniendo los cojones por delante, sufrido en apariencia, noble e insobornable, pero hábil conocedor de los atajos y que, después de un viaje al extranjero, siempre proclamará que «como en España no se vive en ningún sitio» y que lo que más ha echado de menos ha sido «la tortilla de patatas». Ojo, que ponerse elitista y ridiculizar los estereotipos que explota el «spot» es ignorar que hoy, en cientos de locales, habrá miles de Pacos, de Albertos, de Loles y de listillos como el barbas que lanza el «speech» ciudadano y cuya principal tesis es lo que ya teorizó Mariano Rajoy, que «los españoles hacen cosas».

Cada frase y cada uno de los personajes darían para un inmenso y profundo estudio. Sus dos minutos y medio constituyen una obra monumental del cuñadismo. Empezamos con el machismo atroz hacia la abnegada mujer, que no solo se hace cargo del trabajo, sino también de los cuidados en casa. ¿Su marido es tan patán que es incapaz de hacerle él la merienda al hijo? Si, como se intrerpreta en el vídeo, él es quien ha ido a buscarle después del colegio, ¿no era capaz de hacerle un puto bocadillo? Luego aparece el parado, al que el camarero le invita. Ya, claro. Hoy te fía, pero todos sabemos que, como los Lannister, las deudas hay que abonarlas. Y encima, con intereses. «No puede gastar más de lo que se tiene». Lo que me sorprende es que no aparezca otro personaje trincándose un carajillo que le suelte: «sí, sí, mucho desempleo, pero aquí estas en el bar». Porque dirán lo que quieran, pero al buen Paco no le va mal el negocio. «Mucha crisis, pero las barras llenas». Perdón, que me dejo llevar por los personajes. 

La hilarante caricaturización de Pablo Iglesias es lo menos logrado. Aunque merece la pena el «levantando España» del repartidor, que une la ideología de Ciudadanos con un cronista de nuestro tiempo como Carlos Cuesta, uno de los imprescindibles de 13TV. Al final, lo que viene a decir es que protestar y pedir democracia es ser un «antipatriota». Es un poco el reverso de aquel infame anuncio de Campofrío de hace tres años en el que la alegre zafiedad y la despreocupación se imponían como «spanish-way-of-life». En ambos casos, obras maestras del cuñadismo, el bar constituye el escenario imprescindible. 

Detalles al margen, el gran elemento discursivo es la antipolítica como diagnóstico para todos los problemas del Estado. No hubo empresarios corruptos ni bancos inhumanos ni élites conchabadas. Tampoco hay rastro de un sistema injusto manejado por unos pocos. La anomalía, la gran tara para el cuñado, son los políticos que «no han llegado a acuerdos». Gran jugada: poner el foco en los últimos cuatro meses e ignorar la infamia de años de saqueo. «Lo único que necesitamos es que los políticos no nos lo pongan más difícil, dice el barbas. Entonces, lo de la burbuja inmobiliaria, el chantaje de la Troika, los recortes salvajes, los empresarios corruptos, los bancos rescatados, las familias desahuciadas, la falta de cultura democrática y todo lo demás, ya está solucionado, ¿no? Dos huevos españoles y a tirar p´alante.

Existe un paralelismo entre el nuevo dogma antipolítico de Ciudadanos y las teorías de José Antonio Primo de Rivera, que observaba en las ideas liberales de Jean Jacques Rosseau y la respuesta socialista ante la desigualdad el origen de todos los males. Al final, politiquerías frente a la «unidad de destino en lo universal». Si, como dice el anuncio, los españoles son intrínsecamente buenos y sus condiciones objetivas, inmejorables para ser un país puntero en el mundo (y no solo con la tortilla de patata), solo la nefasta gestión de unos pocos políticos ha provocado el desastre. Ya se sabe, suprimidos los coches oficiales y las diputaciones, el imperio volverá a brillar. Ahí está el peligro. El cuñadismo político tiene una tremenda potencialidad. Y el ambiente hipermediatizado pero terriblemente superficial es como un inmenso bar donde siempre habrá un listillo que quiera imponer su sentido común a puñetazos en la mesa. 

 

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