Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

Desde el Reich de Iruñea para el Soviet de Madrid

Solo desde la desesperación de la derrota se pueden entender afirmaciones delirantes como las de la presidenta en funciones navarra, Yolanda Barcina, que hoy ha asegurado en TVE que el escenario foral es similar al de la Alemania de 1931, previa al momento en el que Adolf Hitler se hizo con la victoria. La indecencia de Barcina, que busca paliar en Madrid lo que los votantes le arrebataron en Navarra, solo encuentra parangón en la desfachatez de Esperanza Aguirre, que después de proponer un frente anti Ahora Madrid para que Manuela Carmena no gobierne termina lanzando el guante a la exjueza con un compromiso: «que se olvide de los soviets».

Ambas lideresas comparten mucho. Un pasado exitoso, una sospechosa cercanía de infinidad de casos de corrupción, la virtud de caer siempre de pie y la increíble capacidad de pasear entre el fago mostrándose aparentemente impolutas. Las dos, que reinaron siempre de modo arrogante y soberbio, simbolizan ahora un cambio de ciclo en dos plazas como el Ayuntamiento de Madrid o el Gobierno de Nafarroa (y por extensión al de Iruñea). Nos dijeron que el «establishment» estaba atornillado a unas instituciones opulentas para los poderosos e inaccesibles para los ciudadanos. Nos aseguraron que eran ellas o el caos, que nunca serían vencidas, que no había otra manera de gobernar que no fuese la de la derecha excluyente. Y de tanto repetirlo se lo creyeron. Las urnas, sin embargo, les mandan a casa. 

El «shock» de la derecha en Madrid hace que Nafarroa e Iruñea pasen relativamente desapercibidas. Pero no nos confiemos. Como era de esperar Barcina ya ha comenzado su tourné por los medios españoles. No es una novedad. Ya lo hizo en 2014, cuando el PSN se planteaba una frustrada moción de censura vetada por Ferraz por eso de la «cuestión de Estado». Ahora repetirá su pataleo televisivo con un pequeño-gran hándicap: los números para el cambio hacen al partido de María Chivite irrelevante. La todavía presidenta podrá bramar, amenazar, lamentar o vaticinar la llegada de los cuatro jinetes del apocalipsis, porque las urnas, que son las que mandan, ya le han dicho a UPN que se acabó su régimen corrupto y excluyente. Algo parecido a la imprevisible Aguirre, que aparece diciendo una cosa y la contraria, clamando ante el desierto y pataleando, incrédula, porque Madrid le ha dado la espalda.

Cae Aguirre, cae Barcina y cae Enrique Maya en Iruñea. Tanto el PP como UPN han recibido un mensaje claro: «abajo el régimen». No se trata de gobernar «contra ellos» sino de hacerlo «para todos», poniendo por delante la democracia y los derechos de la ciudadanía frente a las élites. Se puede discutir de todo, no hay que tener miedo al diferente ni a la pluralidad. Tenemos en las manos hacer realidad esa política distinta y para ello resultará clave no dejarnos llevar por los dogmas impuestos durante décadas, que en Madrid se representan por el «que vienen los rojos» y en Iruñea con «que vienen los vascos». La pluralidad, la valentía y la audacia se imponen ante el discurso del miedo. Estamos ante un momento histórico y dejarnos llevar por vetos o exclusiones solo serviría para perpetuar un terreno de juego edificado a través de mentiras por un «establishment» que no quiere perder sus privilegios. Desde el Recih de Iruñea hasta el Soviet de Madrid. Zorionak! No se puede defraudar a tanta gente que, desde el domingo por la noche, camina un metro por encima del suelo y con una sonrisa de oreja a oreja.

Recherche